Tras dos fallos favorables, la Corte Suprema va a tratar en audiencia pública su reclamo: no quiere que los buscadores de Google y Youtube relacionen su nombre con el Caso Coppola
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El perfil de Natalia Denegri (45) en Wikipedia repasa, al detalle, su carrera en los Estados Unidos. Es, prácticamente, una foto de su vitrina, llena de estatuillas: ganó 22 premios Emmy Suncoast y mil distinciones (fue, en 2018, una de las 25 Mujeres Latinas Más Poderosas de la revista People En Español). Hay un listado enorme de sus producciones, documentales en su mayoría. Casi todos sostienen causas humanitarias. Un hipervínculo deriva a su sitio web personal (www.nataliadenegri.com), donde se acumulan, además, fotos con distintas autoridades norteamericanas. La figura más repetida es el alcalde de Miami.
Hay un quiebre en su historia, un cisma que divide sus dos vidas. Esta ruptura tiene más de quince años y comienza en Miami: desde que Natalia Denegri se radicó en “la ciudad del sol”, cortó vínculo con la Argentina y forjó una nueva vida. Se casó, armó un hogar, tuvo dos hijos y proyectó una carrera. De pronto, comenzó a cosechar premios Emmy, uno tras otro. Y se convirtió en luchadora de causas nobles.
Luego de un tiempo alejada de las cámaras, se presentó otra vez en las revistas sociales y de espectáculos (HOLA, Gente y Caras) con look renovado y traje de productora. Antes de conceder cada entrevista anteponía una condición: no hablar del pasado, de los años previos a Miami, del pasado que la persigue y la atormenta.
Natalia Denegri no cometió ningún delito. Por el contrario: tenía 19 años cuando fue víctima de una asociación ilícita, de una banda compuesta por un juez federal y policías. Su desgracia se enmarca en el Caso Coppola, la causa de narcotráfico que se debatió en la Justicia Federal y, al mismo tiempo, tuvo su correlato en televisión bajo un formato novedoso, como si se tratase de un reality, que fascinó a los argentinos en 1992.
Eran los 90. Mauro Viale exprimió el Caso Coppola en televisión y alcanzó picos de rating de 30 puntos, impensables para un magazine de actualidad a la hora del almuerzo. Armó un gran living donde desfilaron los protagonistas de la causa. Como en un vodevil, se abría una puerta y aparecía un testigo nuevo, alguien que decía que conocía a alguien o había visto algo. Estos “satélites” luego conformarían un subgénero dentro de la farándula: los mediáticos. Ahí debutaron ante el gran público Jacobo Winograd y Oscar Demelli, quien decía haber sido La Momia de Martín Karadagián. Las discusiones se dirimían a los golpes.
Samantha Farjat también tenía 19 años. Era, para el gran público, “la villana favorita”. Tenía un desparpajo natural que la volvía hipnótica. Hace un par de meses, le dijo a La Nación: “Nati trabajó muchísimo y trabaja aún para que se publiquen las cosas que hace, todo lo bueno, y se quite el resto. Yo siempre pensé que en vez de gastar toda esa plata en eso, prefería gastármela en un viaje, disfrutarla con mi hija. Igual ahora que ella ya tiene ganado el juicio a Google, lo voy a empezar a preparar. Porque sino el tema siempre vuelve y vuelve. Se muere Diego, me llaman. Se muere Mauro (Viale), me llaman. Siempre lo hablamos con Nati: ella tuvo la suerte de irse rápido de este país”.
Natalia Denegri estudiaba abogacía y daba clases de inglés para vivir cuando pisó por primera vez un estudio de televisión. Siendo todavía menor de edad quedó enredada en la vorágine de “Mediodías con Mauro”, por América. En vivo, protagonizó peleas que tienen millones de reproducciones en Youtube. Podía jugar a la chica boba como a la femme fatale. Al igual que a sus compañeras de causa, mal llamadas “Chicas del Caso Coppola”, le pagaban por la exclusividad, por no ir a otros programas. Eran los tiempos del uno a uno.
Con la fama, le llegaron propuestas de negocios de los más variados. Samantha Farjat, por ejemplo, tenía un 0-600 en el que contaba detalles de la causa. Natalia Denegri, en cambio, se paseó por los estudios cantando una canción cuyo estribillo hoy la avergüenza. También se filtraron sus fotos “prohibidas” y un diario las publicó en tapa con la violencia habitual que ejercían algunas publicaciones en esos tiempos. La hinchada de Newell’s la consagró como su princesa y le dedicó una bandera.
De acuerdo a una consultora de la época, “Samanta” y “Natalia” fueron las personas más nombradas en los medios nacionales, por encima de “Carlos Menem”.
SU CAUSA: EL “DERECHO AL OLVIDO”
Natalia Denegri, como se dijo, no cometió ningún delito. Por el contrario: fue víctima de una asociación ilícita, de una banda compuesta por un juez federal y policías. Hace algunos años, en 2016, emprendió una lucha titánica contra Google: quiere que su nombre deje de estar asociado en los buscadores al Caso Coppola. Ya refundó su vida y lucha por el “derecho al olvido”. No se trata de una ocurrencia suya ni de un capricho: el derecho al olvido se aplica en Europa desde 2014. Eso sí, tiene un punto débil, ya que muchas veces choca con el derecho a la información y puede obstaculizar el trabajo de quien quiera reconstruir la historia.
Por ahora, lleva las de ganar. La Justicia, tanto en primera como en segunda instancia, dispuso que “Google Inc. suprimiera toda vinculación de sus buscadores, tanto de ‘Google’ como de ‘Youtube’, entre las palabras ‘Natalia Denegri’, ‘Natalia Ruth Denegri’ o ‘Natalia Denegri caso Cóppola’ y cualquier imagen o video, obtenidos hace veinte años o más, que exhiban eventuales escenas que pudo haber protagonizado la peticionaria cuyo contenido pueda mostrar agresiones verbales o físicas, insultos, discusiones en tono elevado, escenas de canto y/o baile, así como también videos de posibles reportajes televisivos en los que la actora hubiera brindado información de su vida privada”.
El caso llegó a la Corte Suprema, que lo debatirá en audiencia pública los días jueves 17 y viernes 18 de marzo. Denegri va presenciar la sesión, que promete a ser histórica. Ayer, martes 15 de marzo, habló con Eduardo Feinmann en su programa Alguien tiene que decirlo, en la mañana de radio Mitre, y dio precisiones sobre su reclamo.
-¿Por qué estás buscando el derecho al olvido?
-Ante todo, quiero dejar en claro que no pretendo que borren noticias de la época. Porque esta mañana estaba leyendo algunas publicaciones que dicen que yo quiero atacar la libertad de expresión censurando quizás noticias. Lo que muestra un desconocimiento total de la sentencia, porque las noticias y la información periodística fueron excluidas expresamente y ya no son parte del debate. Solo son los casos de contenidos violentos entre mujeres, las peleas famosas, incluida una menor de edad que era yo en esa época. Estamos protegidos por las leyes y convenciones para erradicar la violencia contra la mujer. Lo único que pido es que al buscar por mi nombre no aparezcan esos videos. Pero los videos no van a desaparecer. Si la gente lo busca por Mauro o de otra manera, van a seguir estando. Pero no con mi nombre. Son videos de la época del Caso Coppola donde yo fui realmente víctima, como quedó establecido en la Justicia, siendo menor de edad. Un caso con un juez corrupto, policías que quedaron también detenidos por todo lo que nos hicieron… Yo no puedo explicar lo mucho que me afectó toda esa etapa. Seguro hay gente que piensa “de qué se queja, si así se hizo famosa” pero les juro que daría todo para no volver a vivirlo. Fue una pesadilla de la cual todavía no logro despertar. La postura de Google no hace más que hacerme revivir todo este sufrimiento cada vez que estas imágenes se vinculan con mi nombre. Realmente es un martirio.
-Tuviste dos fallos favorables, en primera y segunda instancia.
-Así es. Que sostienen la libertad de expresión, el derecho a la información y el derecho a la honra. Por eso no pido que nada sea borrado, ni que deje de ser publicado: sí que no se asocie a mi nombre. Porque los videos van a seguir apareciendo, pero no con mi nombre y apellido. Es un acoso constante. Vengo soportando 26 años este caso, fui víctima reconocida y, sin embargo, sigo sufriendo día a día, siendo revictimizada y estigmatizada por esos videos. Me parece que ya es suficiente, por eso hice ese pedido a la Justicia.
-¿Cómo es tu vida hoy?
-Estoy casada, tengo dos hijos, vivo en Estados Unidos desde hace más de quince años, tengo un programa periodístico solidario, llevamos luz donde hay oscuridad, llevamos misiones humanitarias… En los Estados Unidos el bullying es muy grave y no quiero que mis chicos pasen por eso.
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