Narosky el escritor que vende más que Borges
No frecuenta los mismos ambientes que los popes de la literatura argentina. Más: muchos de ellos relativizan el valor de libros como Si todos los hombres... Sin embargo, sus aforismos son leídos aquí y en el extranjero. Su mujer, pintora, los ilustra, pero él no puede apreciar con exactitud esos cuadros: es daltónico
T rece mil seis-cientos setenta y cinco. Esa es la cantidad exacta de aforismos que lleva escritos José Narosky. Dos mil cuatrocientos de esos aforismos están en sus ocho libros. Lleva vendidos, en veinte años, un millón y medio de ejemplares. Con los aforismos, revela Narosky, se compró el departamento donde vive: zona paqueta, piso 16, vista al Río de la Plata. Con los aforismos ha viajado por varios países, invitado a dar charlas. Definitivamente, nadie le puede negar al aforismo la capacidad de generar placer.
Detrás de las cifras está el hombre de carne, hueso, camisa y pantalón de vestir. Ese hombre que, abstraído en su mundo de pura sensibilidad, nunca reparó en que la única planta que adorna su living es de plástico.
-No, no es de plástico -se acerca y empieza a tocar esas hojas de Taiwan-. Me parece que no -sigue tocando; no se convence-. A ver... Sí. Es de plástico.
Por suerte, los chocolates, galletitas, nueces y almendras con los que invita el dueño de casa no son de insípido PVC. Narosky prefiere almendras y nueces, que come con cierta avidez. -Tuve mucha suerte con mis libros. Pero muchos libros no significan alta calidad. Son muchos, simplemente. Si Maradona o Salas escriben un libro, por ahí venden más que yo. Pero no sé si escriben mejor que yo, ¿no?
E l de Narosky ha sido un éxito tan arrasador como imprevisible. Nació hace 67 años en Darregueira, provincia de Buenos Aires; su madre, que era ucrania, leía a Schopenhauer y a Nietzsche y le inculcó el gusto por los libros. Luego, ya en Adrogué, se recibió de escribano y practicó canto lírico durante cuatro años. No era bueno, para nada, y encima era uno de los seres más tímidos del planeta y alrededores. Uno de sus aforismos dice: "No le perdono a mi timidez, me robó mi juventud". Luego venció ese obstáculo y empezó a trabajar en radio y tuvo unos micros en ATC. Con el velatorio de un amigo comenzó la historia.
Narosky ya tenía cuarenta años. Un escribano maduro. "Iba al velatorio de un amigo. Eran las tres de la mañana. Yo siempre llevaba un papelito y una lapicera en el bolsillo. Ahora también -del bolsillo saca un papelito arrugado y una lapicera-. Vi mi cara en el espejo del auto. Y escribí: El dolor es el dibujante de la fisonomía . Ese fue el primero. Ese mismo día escribí veintidós, al día siguiente otros quince, o dieciocho, y así. En tres meses hice mil trescientos. Exclui mil y se transformaron en el libro Si todos los hombres... "
En algún momento Narosky se creyó más que Cervantes, y no porque tuviera dos brazos sino por cuestiones literarias. Era lógico: un mediodía llevó esos aforismos a una editorial chica y a las cinco de la tarde le dijeron que los iban a editar. Si todos los hombres... vendió 600.000 ejempares y va por la edición número 31.
"Meses después supe la verdad -dice Narosky-. No les había gustado tanto. El libro estaba aprobado sin abrir. Yo tenía un micro en ATC que se llamaba Si todos los hombres ... y los tipos pensaron: si dura tres meses con su programa, salvamos los gastos."
Habla como un impostor. Siente que ocupa un lugar que no le corresponde. Ni siquiera se adaptó del todo al hecho de llegar a algún país y que lo esperen los periodistas y las cámaras. Y pide que lo que dice no sea visto como falsa modestia.
-Realmente, no parece falsa modestia.
-Le agradezco, porque no lo es. Tengo vanidad, lo que pasa es que la disimulo bastante bien. Si no, no le diría que vendí un millón y medio de libros. Me lo guardaría. Yo trato de no equivocarme. Corrí el riesgo de distorsionar las cosas. Eso me pasó con el primer libro. Cada vez vendía más y más. Yo pensaba que en algún momento iban a empezar a bajar las ventas. Y no bajaban nunca.
"Yo no soy rico en dinero, pero soy riquísimo espiritualmente. Millonario", postula Narosky. En cuanto a lo material, vive un poco de los libros y un poco de la escribanía que tiene en Lanús -a cargo de uno de sus tres hijos-, a la cual va dos o tres veces por semana. Pasa los días lánguidamente, en su casa, preparando sus columnas para la radio y leyendo los centenares de cartas que recibe. "Contesto todas: las que me elogian y las que me critican", dice.
El hombre ha tenido muchos halagos. Su primer libro le valió una carta extensa y elogiosa de Victoria Ocampo, a la que nunca conoció. Florencio Escardó tenía, siempre, un libro suyo en la mesa de luz. Una vez le llegó una carta de un admirador de Teherán. Hubo gobiernos que lo invitaron a dar conferencias. Publicó en el Readers Digest. En un bolichón rasposo de provincia, un ayudante de cocina adolescente le recitó de memoria varios aforismos suyos. Hace poco, cuando aún vivía en Adrogué, se le apareció un hare krishna y le dijo que había leído sus aforismos traducidos al sánscrito.
-Después, otra persona más me dijo que había visto mis aforismos en sánscrito. Pero yo nunca los vi -declara.
Tanto éxito junto. Lo leen el pueblo y la academia. Según dice, lo han usado en cátedras universitarias para dar clase. Sus lectores más fieles están en América latina, España y Portugal. No tiene aspiraciones de máxima. "El Premio Nobel de Literatura no me lo van a dar. No corro ningún riesgo", ríe. Y se define: "Soy un hombre que escribe aforismos, algunos bien, otros regular, otros mal, y que tiene una difusión enorme. Fenómeno. Estoy contento".
P ero no le gusta que tilden al aforismo de género menor. Se le recuerda que Borges afirmaba, citando a otro literato, que el único género malo era el género aburrido. Y ya que estamos con Borges: "Cuando alguien me dice que le gusta más lo mío que lo de Borges, me molesta", confía.
-¿Y a usted? ¿Le gusta más Borges que Narosky?
-No es que me guste más Borges que yo -de golpe, como que se rectifica-. ¡Sí, por supuesto! Pero no es eso. Ocurre que yo nunca voy a ocupar el lugar que ocupa Borges.
-¿Qué le pasó íntimamente cuando vio que sus libros se vendían mejor que los de Borges? ¿Llegó a pensar que era mejor que Borges?
-Pude haber perdido el equilibrio emocional, pero no llegué a sobreestimar la calidad de mi literatura. Dice que un par de veces fue a reuniones de escritores y no se sintió bien. Es un outsider . "Sí, soy un outsider . Lo que pasa es que puedo entender la sensacion de algún escritor valioso, talentoso, que lucha, frente a mí, que vendo miles y miles y cientos de miles. Entiendo la sensación de injusticia que puede sentir", expresa.
Come una nuez. Le cae otra miguita en el labio. Ahora responde sobre las críticas que recibe. Dice que no le molestan, salvo cuando son de tipo personal o cuando aluden a la cantidad de libros vendidos. "Si no, no me molestan. ¿Cuántos grandes no gustaron? Kafka, Chejov... Lo de ellos no le gustó a ningún editor..." La realidad es que Chejov fue en vida un ilustre escritor profesional y Kafka nunca quiso que nadie viera sus obras, por lo cual era imposible rechazarlas o aceptarlas.
A sus espaldas hay un cuadro grande, que exhibe formas vegetales. Lo ha pintado su esposa. Desde hace años, ella representa plásticamente sus aforismos. "Esa es su labor artística. Yo me imagino que hace muchos miles de aforismos que se cansó. No me lo dijo nunca, pero pienso que es así", aventura.
Narosky nunca ve los cuadros de su esposa como realmente son: es daltónico. "El colmo de una pintora es casarse con un daltónico." Lo dice y mira el cuadro. Lo mira con atención, como si apenas lo descubriera. Igual que con la planta de plástico.
-¿Qué es lo que, según sabe, le gusta a la gente de sus aforismos?
-Hay una frase que escuché miles de veces: Narosky escribe lo que yo hubiese escrito . Cree que el lector actual no camina, corre, y que por eso necesita una literatura breve; es decir, aforismos. Narosky expone la teoría de que Germinal , de Zola, o El Jugador , de Dostoievsy, por ejemplo, no se pueden leer en el colectivo. Y que los aforismos sí. Según él, esto también explica el éxito de su producción.
-Varios aforismos suyos, sin duda, dicen obviedades.
-Puede ser. ¿Qué certeza tengo de que no es así? Yo no sé si son obvios o si son lugares comunes. Yo escribo lo que siento. Sentiría que vendo mi dignidad si escribiera para vender. No me molesta que se vendan. Yo no escribo para ganar, pero gano escribiendo. Y no me parece mal. Y sé, además, que en el aforismo la frontera entre lo pueril y lo singular es muy difusa.
Narosky acepta que ha migrado, en algunas ocasiones, hacia lo pueril. "Leo cosas mías de otras épocas y me parecen pueriles." Pero a nadie que viva en zona ricachona, con esa vista al Río de la Plata, puede importarle demasiado tal cuestión. Se lo ve satisfecho. No puede pedir mucho más. De yapa, y qué yapa, la editorial Planeta está reeditando todas sus obras y publicará las próximas. Un hombre así merece ser consultado sobre casi todo.
-¿A qué político aislaría en el Himalaya?
-No sé si el señor Hitler fue un político. ¿Uno que esté vivo? No sé, y no es por eludir. No se me ocurre. Es mucho castigo el Himalaya.
-Bueno, ¿y en Sierra de la Ventana?
-No, no sé. Creo que todos los hombres tienen algo bueno y algo malo adentro.
-¿Alguna vez se disfrazó de mujer?
-No. Aunque hubiese querido, la timidez me lo habría impedido.
-Dígame el título de tres libros que haya pedido prestados y que nunca devolvió.
-Jamás. Devuelvo todos los libros. Como me molesta que no me los devuelvan, los devuelvo.
-¿Cuál sería una frase infalible para conquistar a una dama?
-Amo tu cuerpo porque contiene tu corazón.
-Complete la frase: la Argentina es el mejor país del mundo porque...
-No. No sé si es el mejor. Es mi país. Es el que yo prefiero.
-¿Le da plata a los chicos de la calle?
-Si el chico me inspira confianza, si su rostro demuestra buena fe, no le doy una cifra importante, pero algo le doy. Hace poco le di diez pesos a una señora. No es diez pesos mi propina habitual. Jamás le doy diez pesos a los chicos de la calle. Pero me cuesta decir que no.
-¿Se anima a confesar algo inconfesable?
-No. La Nación tiene mucha tirada.
Hombre gentil y agradable, obsequia dos libros al cronista y le dedica uno. Sobre la mesa ratona hay carpetas, fotos y recortes. Lo más valioso son las carpetas, por lejos. Guardan, numerados por orden de creación, los casi trece mil setecientos aforismos de Narosky. Y, de esa cantidad, más de once mil esperan, agazapados, inéditos, para convertirse por primera vez en libro y llenar los colectivos de América, España y Portugal y de aquellos lugares en los que se hable sánscrito.
Texto: Hernán Ameijeras
Fotos: Daniel Pesah
Aforismos a medida
C ualquier cosa puede ser materia poética. Con esta premisa, la Revista le lanzó a José Narosky una serie de palabras para que las definiera con aforismos propios, pues en el campo se ven los pingos. Veamos:
-Amor...
-El amor es el más hermoso de los milagros.
-Prado...
-El amanecer en un prado parece más amanecer.
-Astronauta...
-Dicen que el hombre venció al espacio, y sóolo demostró su propia pequeñez.
-Ojos...
-Ojos que dicen poemas, son poemas.
-Dolor...
-Hay dolores para los que las lágrimas no alcanzan.
-Mondongo...
-No. Paso. No tengo ninguno sobre mondongo.
-Abrazo...
-Tantos siglos de civilización y no aprendimos a abrazarnos...
-Ave...
-El hombre cree canción el lamento del ave enjaulada.
-Internet...
-Prefiero el de mondongo. Pero tengo uno: Mientras la ciencia avanza, el hombre retrocede.
-Lujuria...
-Hay dolores que curan y placeres que enferman.
-Acupuntura...
-Tengo uno, pero no es específicamente de acupuntura: El médico que no entiende almas, no entenderá cuerpos.
-Ciclomotor...
-Me rindo.