En 1959, con una producción reducida, Ruth y Eliot Handler lanzaron al mercado “Barbie”, que pronto se convertiría en la muñeca más vendida del mundo
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Un pequeño galpón de un edificio en Los Ángeles, algunas herramientas compradas a crédito en Sears y unos bocetos trazados en lápiz sobre una mesa que sirve de escritorio y comedor al mismo tiempo. Este fue el escenario en el que se gestó una de las empresas más conocidas del mundo. Y también la muñeca más famosa.
Corría 1945. Elliot Handler se acercaba a los 30 años y aún no tenía claro qué haría de su vida. Había seguido a su esposa Ruth Moskowickk desde Colorado hasta California, donde ella había conseguido un empleo en Paramount Pictures y comenzaba una exitosa carrera en la industria cinematográfica. Mientras que Ruth tenía todo claro, Elliot solo sabía que amaba el arte. Quería explorar su lado más creativo. Así que consiguió un trabajo sencillo, de medio tiempo, y empezó a estudiar en una escuela de arte. Hasta ese momento, nada de lo que la joven pareja hacía parecía prometer mucho, pero todo cambió el día que Ruth descubrió algo impresionante entre unos papeles de la universidad de Elliot.
Ella recuerda perfectamente el día que, entre los papeles de la universidad de Eliot, distinguió bosquejos en algunas hojas de papel: “Eran borradores de cosas hermosas para fabricar: artesanías pequeñas y muy ocurrentes. Yo le dije, ‘tenés que hacer muestras para venderlas’. Me respondió ‘en la escuela está todo ocupado, no tienen herramientas suficientes’. Necesitaba un serrucho, un taladro, lijas y algunas otras cosas”. Así que fueron al Sears más cercano, y compraron todo a crédito.
El departamento que alquilaban tenían un garaje que usaron como taller. Compraron madera y láminas de plástico para hacer realidad todas aquellas ideas. Sin embargo, aquella primera ilusión duró poco: los vecinos del edificio, enfurecidos por los ruidos y el polvo, los hicieron echar. Pero esto no los desalentó, pronto alquilaron un pequeño local en las afueras de la ciudad, alejado de todo. “Pagamos 50 dólares por seis meses”, recordó Elliot.
El primer objeto que fabricaron fue un pin con una forma particular: “Era una mano cerrada con un pequeño hueco que la atravesaba. El pin se clavaba en la solapa del saco y en el hueco de la mano se usaba para poner el tallo de una flor. Lo hicimos como experimento, pero fue un éxito absoluto”, recordaría luego Ruth. Así llegaron por primera vez a las tiendas de regalos y jugueterías.
Pero Ruth no tenía tiempo para dedicar toda su atención al proyecto. Fue entonces cuando Elliot invitó a un colega suyo, también joven, para que lo ayudase con la producción. Se llamaba Harold Matson. No tenía responsabilidades en la parte creativa, pero era muy bueno con las máquinas y las herramientas. Formaron un gran equipo. Después de unos meses de trabajo, decidieron ponerle nombre a la empresa. La llamaron “Mattel”, acrónimo (o “shippeo”, como dicen hoy) de los nombres Matson y Elliot. “Tratamos de poner el nombre de Ruth en algún lugar, pero simplemente no funcionaba”, se justificaría Eliot.
Las jornadas de trabajo de aquél dúo eran intensas. Uno permanecía sentado casi todo el día, con montañas de hojas de papel a su alrededor, haciendo bosquejos en lápiz, tratando de crear algún artefacto que pudiera funcionar. Y el otro trataba de convertir aquellos bocetos en objetos de tres dimensiones.
Después del pin inicial, lanzaron una serie de marcos de madera para fotografías. Del cielo -nunca comprendieron cómo- les cayó un pedido gigantesco que los benefició mucho. “Eran miles de marcos, pero logramos hacerlos y entregarlos a tiempo. Sin embargo, nos sobró mucha madera. Con esas sobras y pedazos de plástico que conseguimos a buen precio, empezamos a hacer pequeños muebles para las casas de muñecas”, describió Eliot.
Para ese entonces, Ruth había abandonado su carrera en Paramount Pictures y se había convertido en la vendedora oficial de Mattel. “En realidad, ella fue el motor del proyecto”, repetía su marido.
Después de unos años, Ruth sugirió dar un giro a la empresa: enfocarse en juguetes para niños. Muñecos, carritos y demás... Así crearon, en 1947, “Uke-A-Doodle”, un ukelele de tamaño infantil con dibujos coloridos. Ese fue el parteaguas que convirtió a un pequeño proyecto en una empresa importante. Las ventas llegaron a las nubes, y los juguetes musicales se convirtieron en fundamentales para la empresa. Pero eso era recién el principio...
Ocho años después de su primer éxito, el “Uke-A-Doodle”, la producción de Mattel comenzaba a estancarse. La línea musical no alcanzaba, no era suficiente. Entre Elliot y Harold desarrollaron dos juguetes nuevos: “Burp Gun” y “Fanner 50″, dos pistolas de juguete que, por un lado, provocaron furor entre los chicos, y por otro, dieron pie a fuertes críticas. “¿Por qué se daba pie a la violencia como un juego?”, “¿Qué pensaba Mattel cuando propuso esto?”, cuestionaban los periódicos. Fue un acto riesgoso y polémico, pero aun con esas detracciones las ventas fueron contundentes.
Para 1958 ya habían dejado el galpón atrás. Ahora Mattel tenía una planta industrial, un centenar de empleados, una junta directiva, analistas de mercado y una producción en masa. Harold, Eliot y Ruth retenían el poder, pero no todos los accionistas aceptaban a una mujer en semejante posición. Ella proponía constantemente nuevas ideas, sin embargo, la mayoría eran rechazadas. “Aun con eso, jamás me detuve. No sabía qué me impulsaba, pero siempre sentí la necesidad de probarme a mí misma que podía hacer cosas increíbles”, aseguró en mil entrevistas.
Ruth quería un cambio en las líneas de producción de Mattel. En 1958, durante un viaje a Alemania, tuvo una idea que no solo revolucionaría a la empresa, sino que marcaría un antes y un después en la cultura norteamericana. Después de eso se harían películas, programas e incluso investigaciones científicas. Esta idea moldeó la infancia de millones de personas durante la segunda mitad del siglo XX. Y el nombre nació de la primera hija de Elliot y Ruth: Bárbara.
La muñeca del siglo XX
Era un viaje de turismo, nada más que eso. Ruth viajó a varias partes de Europa y decidió visitar Alemania. Allí, en una tienda de juguetes, conoció a “Bild Lilli”. Era una muñeca diferente a lo que en aquella época había. El personaje había sido creado unos años antes, en forma de viñeta, por Reinhard Beuthien para el tabloide alemán Bild-Zeitung. Era una mujer joven de la posguerra, y su personalidad estaba alejada de cualquier convencionalismo: era delgada, bien vestida y seductora. También era ambiciosa y descarada. Ganaba su propio dinero como secretaria y en la tira siempre la mostraban vistiéndose y desvistiéndose. Extremadamente sexy. Tenía una especie de obsesión por la apariencia y por la ropa. En Alemania fue un furor por casi 10 años y pronto la transformaron en muñeca.
Ruth supo, de inmediato, que aquella muñeca podría funcionar en los Estados Unidos. Con algunos ajustes culturales, claro. Notaba, desde hace un tiempo, que su hija Bárbara no quería jugar con bebotes. “No todas las niñas fantasean con ser madres”, concluyó. En 1959, finalmente, Ruth compró los derechos de “Bild Lili” y le hizo algunos retoques estéticos. Incluso, le cambió el nombre: la bautizó Barbara Millicent Roberts. Pero acortó su nombre, con cariño, al definitivo “Barbie”.
Era completamente rubia y tenía figura de mannequin. Lo que más llamó la atención era que la muñeca tenía senos, una audacia para un juguete dirigido a los chicos. “Barbie representa a una mujer, lo que las chicas pueden ser en el futuro. Las mujeres tenemos senos, ¿porqué habría de sacárselos?”, se justificaría luego Ruth. Sus altura, proyectada al tamaño real, era de 1,70 metro. Y sus medidas 91-46-84. La cintura excedía el límite de lo posible. Tenía la mirada esquiva, sugerente, ya que sus ojos apuntaban hacia la derecha. Además, toda una novedad para la época, “Barbie” tenía ropa intercambiable, algo que permitía transformarla en lo que la imaginación permitiera. Era, pensó, “la mujer en la que todas las niñas querrían convertirse al crecer”.
“Barbie” no fue bien recibida por los accionistas de Mattel. Pocos apoyaron la idea de que la muñeca de temporada representase a una mujer en lugar de una chica. Hasta Elliot y Harold dudaron. “Estaba entre un mar de hombres que no entendían que las mujeres podíamos tener otras aspiraciones a parte de quedarnos embarazadas y cuidar a nuestros hijos”, recordaría Ruth. Nadie creyó en Barbie. Con mucho esfuerzo logró producir una edición reducida.
La presentación en sociedad de “Barbie”, la primera vez que se exhibió frente al público, fue el 9 de marzo de 1959 en la Feria Americana del Juguete. Estaba vestida con un traje de baño a rayas blancas y negras, y costaba tres dólares. Elliot estaba nervioso. Más de una vez le dijo a Ruth que “Barbie” era una mala idea, que nadie querría comprar una muñeca tan sugerente. Incluso sus más fieles clientes se negaban a ponerla en vidriera. No cabía en su mente que una inocente niña pudiera disfrutar de jugar con algo como “Barbie”. Parecía que sería otro intento fallido, hasta que pasó algo les cambió el ánimo. Fue un instante que recordarían por el resto de sus vidas: una chica que caminaba de la mano de su madre se detuvo frente a “barbie” y quedó hipnotizada. Segundos más tarde se sumó otra, y después otra, y otra más... De pronto, el stand de Mattel estaba lleno de chicas y antes de que terminara el día la muñeca se había agotado. “Al final Ruth tuvo razón y yo me equivoqué”, reconoció Elliot unos años más tarde.
La primera muñeca “Barbie” se fabricó en Japón. Llevaba ropa cosida a mano. Durante el primer año, fueron vendidas alrededor de 350.000 muñecas “Barbie”. Los avisos de la muñeca inundaron la televisión de los Estados Unidos. De pronto Mattel presentó nuevas ediciones de “Barbie”, todas muy similares, aunque con ropa diferente. Unos años más tarde, Ruth fabricó un galán para su muñeca: lo llamó Ken, en honor a su hijo menor, Kenneth.
“¿Cómo bajar de peso?…No comas”
El explosión de “Barbie” en el mercado fue contundente. Todas las chicas querían una muñeca. Sin embargo, también desde el principio, Mattel recibió fuertes críticas por su creación. Todas referían en “la sexualización de la mujer”, “la evocación a la promiscuidad” y “la ruptura de la infancia”. Sin embargo, con el tiempo -y con nuevas versiones de la muñeca- surgieron nuevos cuestionamientos. Algo que se hizo aún más fuerte a partir de 1965.
Ese año, se fabricó la línea “Barbie Slumber Party”. La muñeca venía con un conjunto casero: una bata de baño, un espejo, una pesa de baño rosa que marcaba “50 kilogramos” y un pequeño libro que decía, “¿how to loose weight? Don’t eat” (”¿Cómo bajar de peso? No comas”).
Los trastornos de la alimentación recién comenzaban a salir a la luz. Sin embargo, conforme pasó el tiempo, diversos estudios universitarios e incluso respaldados por el gobierno de los Estados Unidos, cuestionaron a la empresa y el arquetipo que “Barbie” promovía. Algunas pruebas psicológicas aplicadas a niñas de entre 8 y 10 años demostraron que probablemente la muñeca tenía una fuerte influencia en sus hábitos. Sin embargo, nunca hubo acciones legales al respecto. No fue hasta 1999 que el molde de “Barbie” fue rediseñado para que tuviera una cintura más ancha. Mattel afirmó que de ese modo la muñeca encajaría más con los diseños de moda contemporáneos.
A través de los años, Mattel lanzó diferentes versiones de “Barbie” con una doble intención: que todos sus clientes se sientan representados y callar de una vez por todas las voces críticas que referían siempre a la exclusión y a un modelo de mujer hegemónico.
En 1970, Ruth atravesó un cáncer de mama. La enfermedad la alejó de Mattel y cayó en depresión. La junta directiva comenzó a tomar decisiones importantes sin ella. Tres años despues, la Comisión Nacional del Mercado de Valores del gobierno de los Estados Unidos descubrió una serie de falsificaciones en los informes financieros de Mattel. Sospecharon que lo hicieron para esconder posibles pérdidas. La mesa directiva se reestructuró en 1974 y tanto Ruth Handler como el exvicepresidente Seymour Rosenberg fueron castigados con una multa millonaria y condenados a prestar servicio comunitario.
Unos años después, los Handler vendieron su participación en la empresa y Ruth abrió una fábrica de implantes prostéticos para mujeres con cáncer de mama. La llamó “Nearly Me”. “Cuando concebí a Barbie, creí que era importante para la autoestima de una niña pequeña jugar con una muñeca que tuviera senos. Ahora me parece aún más importante devolver esa autoestima a las mujeres que la han perdido”, dijo.
Mattel y sus fundadores se mantuvieron distanciados hasta 1990, cuando los Handler volvieron a tener injerencia en la empresa. Ruth murió en el 2002 y Elliot nueve años después, en 2011.
Hoy en día, Mattel estima que vendió más de mil millones de muñecas “Barbie” en el mundo, en más de 150 países. Según estiman algunos medios, se venden dos muñecas “Barbie” por segundo. Desde hace más de cuatro décadas, es la muñeca más famosa del mercado. Se han producido películas, series de televisión y hasta club de fans de “Barbie”.
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