Música sobre ruedas: dejaron sus carreras, compraron una van y recorren el país para grabar con artistas emergentes
Facundo y Sabrina son los creadores de La Byron Van, un proyecto que busca darle notoriedad a los músicos locales; en diálogo con LA NACION hablaron de la historia detrás de la idea y de todo el camino que recorrieron
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Sentados uno al lado del otro en su Van -esa que hace al mismo tiempo de casa, de transporte y de refugio- Facundo Patané y Sabrina Pellizzari observan por el parabrisas el paisaje que les ofrece una estación de servicio en Salta, en donde los dejaron frenar un rato a descansar y a recargar energías. Llegaron hace poco a la provincia del norte y quien sabe cuánto más se van a quedar. En su futuro hay pocas certezas: se mueven según el clima (le huyen al frío) y los artistas emergentes que los contactan para grabar las sesiones musicales de La Byron Van, el nombre que le pusieron a este proyecto musical rodante.
Por ahora, disfrutan lo que la gente y la cultura salteña tienen para ofrecerles, hasta que decidan que es momento de levantar todo y seguir su rumbo por la ruta argentina. Esta parada es simplemente un punto en el gigantesco mapa que recorrieron a lo largo de los años, mitad a pie como mochileros y mitad con su Mercedes-Benz MB 180 escolar devenida en casa rodante.
Mientras el sol les da de lleno y enganchan la señal telefónica que logran conseguir en medio de la nada, en diálogo con LA NACION recuerdan la primera vez que se animaron a viajar solos, el nacimiento de su amor en medio de una de las playas más populares de Australia y el futuro de este pequeño emprendimiento artístico que, aunque lento, crece a pasos agigantados.
De las engañosas primeras impresiones al viaje que cambió sus vidas
Hoy en día, Sabri y Facu tienen treinta años y viven, viajan, comen, trabajan y existen juntos. Los dos aman conocer lugares nuevos, el esoterismo, la música y las aventuras. Incluso mucho antes de conocerse, sin que ellos los supieran, la vida los llevaría por caminos bastante similares.
Él creció en San Martín mientras ella lo hizo en Lomas de Zamora. A pesar de estar los dos en la provincia de Buenos Aires, jamás se cruzaron, pero apuntaban a un mismo objetivo. Estudiaron carreras vinculadas al turismo y al comercio internacional, hicieron intercambios a Francia y, en ese punto, a ambos los picó el bichito de los viajes. No sería hasta un par de años después que el destino finalmente los reuniría en las soleadas playas australianas.
“La idea original era ir a trabajar un par de meses a Australia, hacer algo de plata y volver a la Argentina. Pero, la historia fue distinta. Llegué allá y las cosas se dieron de forma tal que ahí la conocí a Sabri y fue como tirarle un fósforo a un bidón de nafta. Nos conocimos viajando y, desde ese momento, lo convertimos en nuestro estilo de vida”, recordó Facu, con la voz pintada por esas sonrisas que modifican hasta la forma de hablar.
Se cruzaron por primera vez en Byron Bay, una de las zonas playeras más populares de Australia y la que después sería la inspiración para bautizar a su proyecto musical. Sabri estaba instalada junto a un grupo de compatriotas a quienes conoció antes de viajar. Cuando llegó, Facu se unió a esa especie de comunidad después de haberse hecho amigo de una de las integrantes.
Su primera interacción es prueba fehaciente de que las primeras impresiones pueden ser engañosas. “Me pareció muy cheta y agrandada. Yo estaba recién llegado de San Martín, era un pibe de barrio en medio de Australia, y de repente la veía a ella que hablaba como si fuera una local”, admitió Facu entre risas, mientras su compañera reclamaba que “la juzgó mal”. Sin embargo, mientras él la miraba con desconfianza, de la otra parte lo hacían con cierto interés.
Su segundo encuentro fue más afortunado. Hablaron de la vida, se dieron la oportunidad de conocerse realmente y la atracción fue imparable. Empezaron a salir, casi con la certeza de que el vínculo tenía fecha de vencimiento: Sabri tenía que quedarse en Byron Bay para cumplir los requisitos de su visa de trabajo, mientras Facu planeaba irse a Sídney.
Finalmente, debieron separarse, con mucho dolor y un par de peleas de por medio. Pero, apenas pisó el sur australiano, el joven oriundo de San Martín tomó una drástica decisión: llamó a esa chica que le había volado la cabeza, le dijo que la quería ver y al otro día ya estaba en la playa de nuevo. Con la valija en una mano y el corazón en la otra, la miró a los ojos y le dijo: “Acabo de dejar mi alquiler y renunciar el trabajo. Dejo mi vida en Sídney y vengo a verte”.
Todo sucedió entre diciembre y marzo. “Cuando viajás, las cosas se viven con más intensidad. Los días duran más horas, sabés que se va a terminar, entonces te enfocas en el momento. Esos tres meses fueron como un año”, detalló ella.
A partir de ese momento, continuaron sus viajes juntos, con algunos eventuales desvíos en solitario. Soñaron proyectos y futuros compartidos hasta que, por otra casualidad (o causalidad, como le gusta recalcar a Facundo), consideraron que era momento de emprender un cambio de vida: regresaron a la Argentina e invirtieron todos sus ahorros en una camioneta escolar.
El nacimiento de La Byron Van Sessions
Instalados en sus respectivos hogares de Buenos Aires y con la camioneta ya en su poder, Sabri y Facu debieron enfrentar un obstáculo que no se esperaban: la pandemia. Aunque en el momento fue duro, mirando hacia atrás admiten que fue el impulso que necesitaban.
Separados por las medidas de aislamiento sanitarias y encerrados sin mucho para hacer, Sabri se enfocó en la creación del podcast Mil formas de viajar, en donde entrevistaba viajeros a través de Zoom (”Necesitaba un proyecto que me salvara la cabeza”, explica). Por su parte, Facu se encargó del armado de la van con la ayuda de su papá.
A fuerza de estrés, esfuerzo, sudor y un par de cortes eventuales, ese proyecto con el que fantaseaban cinco años atrás mientras recorrían Oceanía, cobró forma. “Cuando le pusieron las primeras maderas y ya estaba aislada, nos dimos cuenta de que tenía una muy buena acústica. De repente, esa idea rara que habíamos tenido para hacer en Nueva Zelanda, de comprar una van y convertirla en estudio de grabación, era posible porque teníamos la camioneta”, recordó Sabri, al revivir la emoción de ese instante en el que una puerta se abría ante sus ojos.
Lista La Byron, emprendieron el viaje, pero el proceso de adaptación a este nuevo estilo de vida no fue tan fácil como esperaban. Una vez acostumbrados a los rituales de convivir en un espacio reducido y habituados a las escenas agridulces que eso conlleva, ya se sentían listos para dar el siguiente paso.
En 2022 dieron inicio a la nueva etapa y con un celular, un micrófono y los conocimientos de Sabri en edición de audio y video, se enfocaron en encontrar músicos dispuestos a grabar con ellos. Comenzaron a frecuentar festivales, a moverse entre diversos artistas locales, a enviar invitaciones, a pedir consejos a productores con más experiencia y, al mismo tiempo, a generar contenido en su perfil de Instagram con el fin de darse a conocer.
“La pandemia fue un punto de inflexión en la vida de todo el mundo y fue muy transformadora. Hay muchísimos artistas que surgieron en ese tiempo, que quizás les interesó la música en algún momento y de repente, durante esa pausa, decidieron meterse de lleno”, manifestó Facu. Esas eran las personas a las que buscaban.
Por su parte, Sabri aseguró: “Hay algo muy lindo de rodearse de gente creativa. Nos inspira un montón, nos ayuda y nos encanta sentirnos parte de esa pasión desde un lugar, no de crear la música en sí, sino de apostar desde otro lado”.
Hasta ahora grabaron 23 sesiones con músicos de San Carlos de Bariloche, Corrientes, San Luis, Mendoza, Córdoba y Misiones. Aunque actualmente no pueden vivir de esto, cada persona nueva que conocen, cada Me Gusta que reciben y cada video que producen es un impulso más para perseguir este sueño tan desafiante como hermoso que nació siete años atrás en las costas de la Byron Bay.
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