La de los hermanos Michael y Brian D’Addario es una historia más de niños hiperestimulados. Hijos de una actriz y un músico sesionista, aprendieron tan precozmente a querer a Rodgers & Hammerstein y Cole Porter, pilares del cancionero norteamericano que derivó en ese formidable compendio de standards jazzeros denominado The Real Book, como para llegar a la adolescencia siendo dos expertos en el luminoso arte de la comedia musical. Y pasaron de fans a protagonistas casi sin escalas, cuando armaron un proyecto de música propio con base en Nueva York, su ciudad de origen, y evidente potencial para la proyección internacional. Si la prensa especializada y los festivales les echaron el ojo al toque fue por esa singularidad que ya se manifestaba a pleno en un disco debut producido por Jonathan Rado (Foxygen) –Do Hollywood (2016)–, en el que las influencias de Randy Newman y Todd Rundgren se cruzaban con las de Sparks (en el uso de las voces, donde Freddie Mercury también parece haber dejado una notable huella) y Harry Nilsson. El abanico de referencias es amplio, sí, pero la saludable metabolización de toda esa información dio como resultado un estilo que un crítico entusiasmado definió con gracia y sagacidad como "una mezcla alocada e inspirada de los Muppets y The Flaming Lips".
Go to School, segundo disco de muy reciente aparición, redobla la apuesta iniciática con un trabajo conceptual pensado justamente como un musical. Si bien hay muchos casos extravagantes dentro de un género en el que la fantasía juega un rol decisivo, el de este álbum es lo suficientemente exótico como para llamar la atención: la historia contada a través de 16 canciones cargadas de delirio y encanto es la de un chimpancé, que no logra adaptarse a las reglas de la escuela a la que asiste y además tiene ínfulas de estrella de rock. Todo normal.
"No deben tomárselo demasiado en serio, pero tampoco es una parodia", dijo Michael (de 19 años, dos menos que su hermano) como para agregarle más enigmas y ambigüedades a todo el asunto, que es uno bien familiar: además del veterano y venerado Todd Rundgren, las estrellas invitadas de Go to School son Susan Hall y Ronnie D’Addario (o sea, papá y mamá).
En medio de un repertorio en el que se reflejan las alargadas sombras del Queen más operístico y el Bowie de la etapa glam, aparece también "The Student Becomes the Teacher", un tema en el que toca la batería Jody Stephens, de Big Star, estandarte de un power-pop, que también es parte de la educación sentimental de los Lemon Twigs.
Si hay algo que queda claro al escuchar Go to School es que la idea no fue bajar línea ni tomarse demasiado en serio las cosas, como ha ocurrido, por citar una experiencia paradigmática, con la que se lo podría vincular en una primera lectura, con la famosa ópera rock Tommy creada a fines de los 60 por los británicos The Who.
El look setentoso del dúo confirma cuáles son sus preferencias ("El mejor rock se hizo en los 70, quizá también en los 60", aseguró hace poco Brian), también patentes en la elección de las técnicas de grabación de sus discos, completamente analógicas. "No nos gustan mucho las computadoras", reafirma Michael, multiinstrumentista tan superdotado como su hermano Brian. El talento de los hermanitos fue oportunamente realzado por el mismísimo Elton John, fan declarado de The Lemon Twigs.
En su propio planeta, los D’Addario sostienen a rajatabla que Shane, el chimpancé que protagoniza su nueva aventura musical, "es un personaje incorruptible y singular". Así lo han expresado en redes sociales para que tracemos solitos el paralelismo: The Lemon Twigs se piensa a sí mismo como un proyecto con esas características, construido además con materiales nobles que, no por conocidos, dejan de sorprender, emocionar y gratificar.
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