Murió el príncipe Felipe: la extraordinaria vida de su madre, quien fue paciente de Sigmund Freud
La princesa Alicia de Battenberg debió esconder a su hijo en una caja para huir de Grecia; estuvo en un psiquiátrico, recibió electroshock y pasó gran parte de su vida en la orden religiosa que ella misma fundó
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La infancia y la juventud de Felipe, el marido de la reina Isabel, fueron períodos de soledad e incertidumbre debido a la familia desmembrada en la que nació. Si bien estaba repleto de primos y tíos de la realeza europea, este duque que -murió poco antes de cumplir 100 años- creció en un entorno para nada privilegiado.
La historia fallida de la infancia de Felipe comienza con la de su madre, Alicia de Battenberg, princesa de Grecia y Dinamarca, entre otros títulos. La serie de Netflix The Crown recuperó su existencia dedicándole un capítulo de la tercera temporada que, además, permite comprender mejor el carácter del duque de Edimburgo.
Nacida en 1885 frente a la reina Victoria en el castillo de Windsor, su madre descubrió que su lentitud en el aprendizaje se debía a una sordera de nacimiento. Gracias a su apoyo, Alicia aprendió a leer y a hablar en varios idiomas: inglés, alemán, francés y luego también griego.
En 1902, a los 17 años, se enamoró del príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca, a quien conoció en la coronación del rey Eduardo VII de Inglaterra. Se casaron un año después e instalaron su hogar en Grecia, aunque viajaban con frecuencia debido a las funciones militares del padre de familia. La pareja tuvo cinco hijos: cuatro mujeres y Felipe, el menor de todas ellas.
Debido a los conflictos entre naciones desatados a partir de la Primera Guerra Mundial, la nobleza fue derrocada en Grecia y la familia tuvo que exiliarse de aquel país. Cuentan que Felipe, que era tan solo un bebé, fue trasladado en una caja de frutas como una cuna improvisada.
A partir del exilio, la familia se fue desmembrando. El matrimonio se separó de hecho y el príncipe Andrés se instaló en Montecarlo donde murió décadas más tarde. Felipe fue trasladado lejos de su familia para ser educado en internados en Escocia e Inglaterra. Sus hermanas se casaron con nobles alemanes que en su mayoría abrazaban al emergente movimiento nacionalsocialista alemán.
Durante este período, la princesa Alicia deambuló por distintas ciudades europeas, se convirtió a la fe ortodoxa griega y se compenetró tanto con la religión que llegó a decir que recibía mensajes de Dios y que tenía poderes para curar a los enfermos. En 1930, a causa del delirio místico, sufrió un colapso nervioso y se le diagnosticó esquizofrenia paranoide por lo que fue internada, en contra de su voluntad, en un psiquiátrico suizo donde fue atendida por Sigmund Freud.
Allí Freud concluyó que su deterioro mental se debía a una frustración sexual por lo que recomendó que le apliquen terapia de electroshock y rayos X en los ovarios para apagarle la libido. A pesar de que la princesa se opuso y defendió sus facultades mentales debió pasar dos años en la institución.
Junto con esta desgracia, Alicia sufrió también en 1937 la muerte de una de sus hijas, la princesa Cecilia, en un accidente de avión junto a su marido y dos de sus hijos. Tenía solo 26 años. En su funeral, la princesa volvió a ver a sus hijos y a su marido.
Con el panorama de sus otras hijas casadas con militares nazis y con Felipe en la carrera para convertirse en oficial de la Marina británica, Alicia decidió instalarse en Atenas sola. Allí atravesó la Segunda Guerra Mundial gracias al dinero y a los alimentos que le enviaban sus hermanos desde el Reino Unido. Con esta ayuda, la princesa se dedicó a auxiliar a los más necesitados de la ciudad e incluso llegó a esconder a una familia judía en su propia casa.
Atenas fue liberada de la ocupación alemana en 1944, el mismo año en que murió su esposo con su amante en Montecarlo. Con la premisa de fundar su propia orden religiosa –la ortodoxa Hermandad de Marta y María-, Alicia vendió casi todas sus joyas menos unos diamantes que le regaló a Felipe para fabricar el anillo con el que le pidió matrimonio a Isabel, la futura reina. En 1947, asistió a la boda de su hijo y volvió a Grecia para ocuparse de la institución que había creado.
Su compromiso era tal que en 1952 sorprendió al mundo entero durante la coronación de su nuera: iba vestida con un hábito religioso que no se quitó hasta su muerte.
La orden funcionó durante unos años aunque con el tiempo terminó quedándose sin fondos y sin candidatas a ser parte de su espiritualidad. Cuando la salud de la princesa empeoró, la situación política en Grecia también. En 1967, el país sufrió un golpe de Estado. El hecho logró que Felipe e Isabel convencieran a Alicia de mudarse con ellos a Londres. En ese momento tenía 82 años y estaba muy débil de salud.
Pasó sus últimos dos años de vida en un departamento del Palacio de Buckingham hasta su muerte en 1969. Sus restos descansan hoy en Jerusalén. En 1993, la comunidad judía le otorgó pos mortem el reconocimiento de “Justa de las Naciones” por haber protegido a judíos del Holocausto.
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