Lionel Messi y sus Salieri jugarán su tercer partido en Brasil 2014 el miércoles 25 de junio. Será en Porto Alegre contra Nigeria, justo a dos décadas del partido contra el mismo rival que abrió la fábrica de fracasos que acompañan a la selección desde entonces. Como Argentina no llegó a las semifinales de un Mundial ni ganó una Copa América en los últimos veinte años, no hay que descartar al 25 de junio de 1994 como el kilómetro cero de lo que ya es un paisaje moderno: la incapacidad de nuestra selección para cumplir los objetivos planteados.
Ese sábado de hace veinte años, Argentina le ganó a Nigeria en el Mundial de Estados Unidos y Diego Maradona se despidió, sin saberlo, del seleccionado. Esa imagen de Maradona yendo al control antidoping de la mano de una enfermera rubia nos acompaña desde entonces. Es curioso: la escena connota fatalidad, pero solo vemos gente feliz. Diego festeja más que el 2 a 1: también su recuperación personal. Pocos meses atrás arrastraba el físico de un ex deportista. Llegó al Mundial sin pertenecer a ningún equipo, y la chica vestida de enfermera y el futuro no le preocupaban. La inminencia del control, tampoco.
Ya sabemos cómo terminó el cuadro siguiente a esa imagen triunfal: con un positivo por efedrina. Lo que no sabemos –o sabemos mucho menos– es que, en las horas siguientes, le siguió una fortísima presión del presidente de la FIFA, João Havelange, al de la AFA, Julio Grondona, para que la dirigencia argentina, y no la FIFA, retirara a Maradona del Mundial. Esa pulseada política no trascendió, como tampoco se difundió el error de procedimiento que cometió el laboratorio en la contraprueba de Los Ángeles: Maradona, que efectivamente se había dopado, debió haberse salvado. No se puede sancionar a un futbolista si el control tuvo errores técnicos.
Más allá del fútbol que no nos muestra la televisión, en la memoria colectiva quedaron las teorías conspirativas. La Argentina era hace veinte años un país que repetía que la FIFA había enviado a esa enfermera para asegurarse de que Diego no evadiera el doping. Sin embargo, esa chica no era enfermera –en realidad trabajaba en la organización– ni tenía un encono particular contra Maradona. La razón de su presencia –Susan Carpenter, de Los Ángeles, 33 años, recién divorciada de un argentino– fue una casualidad en vez de una cacería.
Pero, en ese entonces, juramos que nunca habíamos visto –ni volveríamos a ver– una enfermera para acompañar a un jugador hacia el control de orina, aunque no fue así: al lado de Carpenter, tras ese Argentina 2-Nigeria 1, estaba una de sus compañeras, también rubia y también con guardapolvo blanco y cruz verde, en búsqueda del otro argentino sorteado, Sergio Vázquez. Si no la registramos es porque solo teníamos ojos para Maradona.
La tarde del 25 de junio de 1994, el primer argentino con el que habló Carpenter –la supuesta enfermera– no fue Maradona en la cancha, sino uno de los médicos de la selección, Roberto Peidró. El diálogo comenzó mientras se jugaban los últimos minutos del partido y Diego, que eludía a nigerianos como si fueran torres de petróleo, todavía no sabía el dato que Peidró y Carpenter acababan de conocer: que el capitán de la Argentina debía someterse al antidoping. El sorteo había sido una pésima jugada del azar: en cumplimento del protocolo –un representante de cada federación debe extraer dos números correspondientes a los jugadores de su selección–, el mismo Peidró seleccionó el 10 de Maradona.
En ese Mundial se había implementado que cuatro "enfermeras", una por cada futbolista, guiarían a los deportistas y al médico hacia el control. Las mujeres podían elegir al atleta que quisieran, de manera arbitraria. Mientras se jugaban los últimos minutos, una de esas enfermeras se puso a hablar con Peidró. Era Carpenter.
–Yo estuve casada con un argentino –le dijo.
–¿Ah sí? ¿De dónde? –le preguntó el médico.
–De Congreso. Nunca pude ir y me quedé con las ganas de conocer.
–¿Congreso? Yo vivo en Congreso –le correspondió Peidró.
–No lo puedo creer. ¿Qué significa Congreso?
Peidró le explicó que el barrio le debía el nombre al palacio legislativo. Ya estaba por terminar el partido.
Y le dijo:
–Andá a buscar a Maradona. Así salís en la tapa de todos los diarios. Vení que le digo que le tocó el doping.
Así, hace veinte años, empezó el malentendido de la enfermera, pero, sobre todo, el final de Maradona y la maldición de la Selección Argentina. Cuando nos cortaron las piernas.
Luis Islas
Arquero | 48 años | Integró el plantel de México 86 y fue titular en Estados Unidos 94.
"A pesar de que era muy chiquito, guardo imágenes del Mundial de 1974. Me acuerdo de las voladas del Gato Carnevali, el arquero de la selección. Y me acuerdo del Loco Houseman, porque yo era hincha de Huracán. Una época de gloria".
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