Elemental, estudio de arquitectura que lidera Alejandro Aravena, fue elegido para construir un gigantesco centro cultural en Doha
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Con su Chile natal al margen, el galardonado arquitecto Alejandro Aravena dice tener poco interés en la gran fiesta global del fútbol que transcurre en estos días. Pero en cierto modo, él ya ganó un mundial en Qatar.
El estudio de arquitectura que lidera, Elemental, fue elegido en 2017 para diseñar un gigantesco centro cultural en Doha: el museo Art Mill de arte moderno y contemporáneo.
“Clasificamos antes de que siquiera partieran las eliminatorias”, le dice entre risas Aravena a BBC Mundo, en alusión al concurso internacional para ese proyecto que tuvo 26 semifinalistas y ocho finalistas antes que él lo obtuviera.
Este chileno de 55 años que en 2016 recibió el Premio Pritzker, el Nobel de la arquitectura, admite que hasta ese concurso no conocía casi nada de Qatar. Es además su primer proyecto de museo, en el que vuelca desde su experiencia en Chile hasta referencias a la arquitectura antigua del desierto, y cuando se concrete compartirá vecindario con obras de colegas suyos consagrados como el chinoestadounidense I.M. Pei y el francés Jean Nouvel.
Fuera del universo del fútbol, Aravena es quizás el latinoamericano más notorio llamado a trabajar en Qatar. Pero no es el único. Mientras el país del golfo Pérsico se preparaba entre polémicas para acoger el Mundial de fútbol 2022 -el más caro de la historia-, profesionales de América Latina buscaban en silencio dejar su huella en ese rincón del planeta, más allá del deporte.
“Por ser mexicano”
Latinoamérica y Qatar mantuvieron relaciones distantes, con un intercambio comercial limitado que en buena medida consiste en productos agropecuarios por el gas natural licuado que ha enriquecido a este país árabe.
No obstante, en la década pasada el emir qatarí Tamim bin Hamad al Thani visitó tres veces la región, la última de ellas en 2018 para tejer alianzas fuera de Medio Oriente ante el embargo que le imponían sus vecinos.
También buscaba impulsar su plan de desarrollo “Visión Nacional 2030″, que busca diversificar la economía de Qatar y contempla entre otras cosas ambiciosas obras o proyectos de infraestructura, que han convertido al país en un singular polo de arquitectura internacional y abrieron oportunidades para expertos de distintas regiones, incluida América Latina.
Uno de ellos es el mexicano Daniel Rodríguez, quien desde 2015 dirigió el diseño del lujoso tren del metro de Doha, que en estos días transporta a cientos de miles de espectadores del mundial.
Señalado como el tren automático más rápido del mundo, con 110 convoyes de tres vagones que pueden conectarse entre sí y ampliar la capacidad de transporte en sus tres líneas, el metro de Doha trazado por Rodríguez busca reflejar la cultura qatarí a pedido de las autoridades locales.
Las innovadoras ventanas de los trenes, con formas curvas en vez de rectangulares, evocan las ventanas de la arquitectura local. Y la silueta de los vagones, con un frente suave y ensanchamiento inferior, es una alegoría del caballo árabe Al Faras, le dice a BBC Mundo este mexicano diseñador industrial de la firma japonesa Kinkisharyo.
Un desafío fue darle al tren “el acabado de un Rolls-Royce, porque es lo que ellos conocen”, con material resistente, explica. Los vagones están divididos por clases: estándar, familia y oro (aunque las dos últimas fueron suspendidas durante el Mundial).
Rodríguez emigró a Japón con 27 años para estudiar y ampliar sus oportunidades profesionales. Hoy con 54 sigue radicado en Osaka y ha participado en el diseño de trenes de ciudades como Los Angeles, Hiroshima, Dubai y El Cairo.
Para lograr el de Doha, viajó a la ciudad en 2013: caminó por sus calles, escuchó la música local, probó la comida y hasta estudió piezas del Museo de Arte Islámico. Rodríguez cree que su origen le facilitó la comprensión de la cultura qatarí, clave para que su proyecto fuera elegido antes que los de otros pesos pesados de la industria de trenes.
“Tengo la certeza absoluta de que fue por ser mexicano, porque México fue conquistado por los españoles después de la dominación árabe de la Península Ibérica y los españoles trajeron toda esa cultura con ellos”, señala.
Cita como ejemplos el convento de Huejotzingo en Puebla, con características que para él evocan la arquitectura islámica, y también clásicos de la gastronomía mexicana.
“Nuestro taco al pastor es muy parecido al shawarma y el pan árabe tiene forma de tortilla”, compara. “Entonces, cuando veo la cultura de Qatar se me hace bastante familiar, con elementos que puedo identificar y manejar como mexicano. Es lo que más le interesaba a la gente de Qatar”.
“Que las cosas se muevan”
En el área de las estructuras temporarias y los estadios del Mundial de Qatar trabajaron desde arquitectos uruguayos hasta mexicanos como Roberto Muñoz, quien realizó la cubierta del Ahmad bin Ali, y Edgar Payán, quien codirigió para la firma Zaha Hadid Architects la etapa conceptual de Al Janoub, el estadio inspirado en las velas de las embarcaciones árabes “dhow”.
El arquitecto colombiano Darío Cadavid se encargó de la instalación de los innovadores sistemas de enfriamiento de los estadios de Qatar, cruciales para poder jugar al fútbol pese al calor y difíciles de imaginar algún tiempo atrás.
La realización del mundial en Qatar ha sido una de las más controvertidas de la historia. Su elección provocó numerosas críticas, en especial por el hecho de que la homosexualidad es ilegal, los grupos LGBTIQ+ no son aceptados y las limitaciones a las que están sometidas las mujeres.
Pero organizaciones laborales y de derechos humanos también denunciaron el trato y los abusos sufridos por muchos de los 30.000 trabajadores extranjeros, en su mayoría de Bangladesh, India, Nepal y Sri Lanka, que fueron contratados para construir siete estadios.
La prensa occidental llegó a hablar de 6.500 obreros muertos en Qatar en la década trascurrida desde que el país fue designado sede del mundial.
El gobierno qatarí refuta esa cifra y sostiene que desde 2014 a 2020 hubo 37 muertes en las zonas de construcción de los estadios y solamente tres por razones laborales, y en 2017 anunció medidas para resguardar a obreros extranjeros del calor excesivo y limitar sus horarios laborales, que instituciones piden continúen después del mundial.
Rodríguez asegura que al menos en las faenas donde él estuvo en Qatar había resguardos para evitar la deshidratación de trabajadores, como pausas para beber agua, letreros en los baños recordando atender el color de la orina y supervisiones de seguridad.
Aravena también reconoce que es una situación preocupante, pero señala que en los últimos años observó “una transición muy rápida” hacia la homologación de estándares internacionales en las normas laborales de Qatar y espera contribuir al proceso.
“Por trabajar en un proyecto es que uno puede hacer que las cosas se muevan en la dirección que a uno le interesa, lejos de una especie de superioridad moral o de purismo ético”, afirma.
“Una narrativa común”
Aún faltan años para las obras del museo Art Mill, cuyo diseño conceptual fue terminado recientemente y su inauguración está prevista para 2030.
Aravena explica que también es pronto para hablar de costos del proyecto, pero rechaza la noción de que hay un sueño de presupuesto ilimitado para un arquitecto que se vuelve realidad en Qatar.
“Cuando tienes presupuestos infinitos puedes hacer las cosas solo porque las puedes hacer, y que no tengan ningún sentido. Para nosotros es muy importante ir velando de no perder nunca de vista la abundancia de sentido”, sostiene. “Es porque hay restricciones que tienes que ser creativo”.
El sitio de Doha elegido para el museo es un viejo complejo de molinos de harina. Aravena prevé preservar las columnas de los silos para formar con ellas una suerte de bosque, inspirado en la arquitectura antigua del desierto que proyectaba sombra sin techos.
“Si bien es una cultura distinta (a la chilena), había una cierta familiaridad en la condición del desierto”, dice. “En lugares como Chile o Qatar (…) no se puede construir con vidrio porque generas un efecto invernadero que obliga a un consumo energético que hoy es impresentable”.
A casi un kilómetro de distancia del Museo de Arte Islámico concebido por Pei y del Museo Nacional de Qatar ideado por Nouvel, el Art Mill marcará con ellos un triángulo virtual donde Aravena prevé el parque más importante de Doha.
El proyecto, que incluye un espacio para artistas locales, es seguido de cerca por la hermana del emir y presidenta de Museos de Qatar, Sheika al Mayassa, considerada una de las mujeres más poderosas en el mundo del arte.
“Ella explícitamente todo el rato pide: cuando vengan a Qatar, júntense con gente joven, nos interesa tener otra experiencia de conocimiento con jóvenes arquitectos y diseñadores”, relata Aravena.
Este arquitecto con experiencia en proyectos de vivienda social y reconstrucción en sitios de terremoto y tsunami en Chile, dice que proyectar su primer museo en Qatar le permitió reflexionar sobre el valor del arte y la cultura en una sociedad, incluso la suya.
“La gran crisis que hubo en Chile (con el estallido social de 2019) además de social y política, fue una crisis de sentido… no tuvimos más un sentido común”, razona.
“Si alguna cosa creo que nos va a salvar como sociedad, va a ser volver a encontrar una narrativa común”, agrega. “Y la narrativa común de una sociedad solamente la puede dar el arte y la cultura”.
*Por Gerardo Lissardy
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