Norma Rodríguez es una mujer wichi que vive en Lote 8, Formosa. Hasta hace pocos años su vida transcurría alrededor de su casa, una construcción humilde, de adobe, con algunas paredes de cemento y rodeada de tierra. Ella estaba convencida de que como mujer indígena no tenía que salir de su casa, de que debía ocuparse de sus hijos solamente y de que, su horizonte más lejano era el monte, adonde iba a recolectar plantas, semillas y elementos para elaborar sus artesanías.
Hoy, en cambio, lidera una cooperativa de 2.300 artesanas del Gran Chaco, que hacen productos para exportación y trabaja para lograr la autonomía de las mujeres de su comunidad preservando sus tradiciones.
Desde que era una niña ella empezó a ir al monte acompañando a su mamá a buscar vegetales autóctona para convertirlas en fibras, luego teñirlas con tintes naturales y finalmente tejer los distintos objetos que luego venderían en alguna feria en la ciudad: bolsos, carteras, tapices artesanales hechos con sus propias manos de principio a fin.
"No teníamos permitido tener nuestro dinero"
Por entonces, la plata que cobraban iba directo al hombre de la casa para que él la administrara. "No teníamos permitido tener nuestro dinero, decían que las mujeres no sabíamos cuidarlo", recuerda Norma que, también aclara: "Yo soy solo de madre", entendiendo que fue solo ella quien la crió hasta que ella misma se volvió mujer adulta, autónoma, madre de 7 hijos y activista por los derechos de las mujeres wichi. Fue en el año 2000, cuando las mujeres del monte chaqueño empezaron a organizarse para poder vender los productos que ellas elaboraban con fibras naturales, recuerda Norma. En ese momento no imaginaba que iba a viajar por el mundo, asistir a congresos ni a reconocer y defender los derechos de su comunidad frente a los que tienen el poder de tomar las decisiones.
Norma sabe trabajar muy bien el chaguar, una bromelia que crece en el monte. Como le enseñó su madre y como saben todas las mujeres wichi ella extrae las fibras que luego transformará en hilos para sus tejidos. Al volver de su excursión al monte, con sus vecinas se juntan a pelar y raspar cada hoja para desgomarla y sacarle las fibras. Después las ponen al sol para que se sequen y se blanqueen. Tras varios días de exposición, cuando ya están secas las fibras, vuelven a manipularlas; con sus manos untadas con ceniza las va separando y retorciendo en su pierna, fabricando un hilo largo y fuerte.
Luego pasará a teñirlos con tintes naturales obtenidos de raíces, frutos, cortezas y hojas, para finalmente comenzar a elaborar sus tejidos. Hará tapices, bolsos y cestas siguiendo ancestrales códigos de expresión artística wichi: los diseños abstráctos, geométricos y simbólicos siempre aluden al paisaje del entorno.
Aunque ahora trabaja de representante por los derechos de la mujeres en la Cooperativa que preside, lo que le lleva horas de reuniones y ya no va tanto al monte, Norma recuerda de su niñez aquellas valiosas enseñanzas. "Todo lo que hacíamos era artesanías: ponchos de lana de para uso de los criollos, artesanía de chaguar; también recogíamos semillas de algarrobo, chauchas, liston, chañar y miel de abejas; yo la ayudaba a mi madre a lavar las lanas y no quiero que esos saberes se pierdan, por eso siempre que puedo se los cuento a mis hijos", evoca.
Que no se pierdan los saberes ancestrales pero que, al mismo tiempo, tengan las oportunidades de ver el mundo, de salir de un destino única en la ruralidad, en la pobreza, en un rincón del planeta. Que puedan crecer, volverse adultos libres y que puedan elegir su propio destino: eso es lo que Norma desea para sus 4 hijas mujeres y sus 3 varones.
Una amiga estupenda
El encuentro en 2002 con una antropóloga italiana resultó un punto de inflexión en el devenir que Norma tenía pensado para su vida.
Por entonces Fabiana Mena, actual presidenta de la Fundación Gran Chaco, tenía solo 24 años y había decidido radicarse en Formosa para trabajar en un proyecto de cooperación internacional financiado por las Naciones Unidas.
Fue conocerse y reconocerse en sus diferencias, con una actitud de auténtica curiosidad y ganas de aprender de parte de "una mujer blanca europea, con sus privilegios", como expresa la propia Fabiana, que ambas empezaron a forjar una amistad que lleva casi veinte años.
"Las mujeres universitarias blancas europeas tenemos los mismos problemas, hay brechas de género en todos los ámbitos", asegura Fabiana quien hoy se reconoce a sí misma no solo como una académica sino también como "una mujer rural", cuya visibilidad activa junto a organizaciones que buscan mostrar el impacto de las mujeres rurales de todo el mundo en la sociedad y en la economía.
"Luchando juntas todas logramos superar los desafíos, empezar a ocupar espacios en lugares de decisión. No es que yo las ayudo a ellas, sino que caminamos juntas", declara Fabiana.
Norma se entusiasmó desde las primeras reuniones a las que fue convocada por Fabiana junto con mujeres de otras comunidades originarias de la zona, las qom, las pilagá y las wichis unidas para por primera vez hablar de sus experiencias cotidianas, de sus luchas diarias en la crianza y la manutención de sus hijos, del cuidado de sus viviendas, siempre precarias, sin agua corriente, gas ni electricidad, en tantos casos.
Lo primero fue reconocer sus capacidades, valorar ese saber único que heredaron de generación en generación para la elaboración de productos únicos. Así, con el tiempo y la organización en cooperativas de trabajo, pasaron de una actividad individual y doméstica a una instancia de asociacionismo, con coordinación de la producción, control de calidad y comercialización.
En 2002, la Fundación Gran Chaco ayudó a profundizar este proceso. Finalmente, en 2009 se conformó la Cooperativa de Mujeres Artesanas del Gran Chaco (Comar), una red de asociaciones para consolidar el proceso organizativo. Comar es acompañado por una red de organizaciones, nucleadas en El Futuro Está en el Monte, plataforma de impacto colectivo que busca impulsar el desarrollo sustentable, competitivo e inclusivo de las comunidades más postergadas del Gran Chaco. La iniciativa es co-gestionada por la Asociación Cultural para el Desarrollo Integral (ACDI), Fundación Gran Chaco, Fundación Avina, Matriarca, COOPSOL y Potenciar Comunidades. Norma Rodríguez es una de las coordinadoras que preside esta cooperativa que nuclea a más de 2.300 mujeres (y que es la más grande de mujeres artesanas).
Mujeres rurales en pandemia
Antes de la pandemia las mujeres se juntaban para hacer las artesanías pero desde el aislamiento social obligatorio empezaron a trabajar cada una desde su casa confeccionando cartucheras, monederos, bolsos, caminos de mesa, cestas y tapices.
Parecía que la comunión y la organización que habían comenzado a lograr y afianzar durante una década corría el riesgo de debilitarse, pero paradójicamente, ocurrió todo lo contrario. La nueva normalidad de hacer reuniones a través de videoconferencias les permitió conectarse con los centros de decisión y lograr muchísimos proyectos que estaban detenidos. Por ejemplo, este año la Fundación Gran Chaco las acompañó a concretar un convenio con el Banco de Formosa para abrir 2.000 cajas de ahorro sin costo. De esta forma, las mujeres podrían cobrar por su producción.
Norma y Fabiana participan también de la Red Mujeres Rurales que el pasado 15 de octubre, fecha establecida por las Naciones Unidas como el Día Internacional de las Mujeres Rurales, de una campaña para dar a conocer la importancia de su rol para el Desarrollo Sostenible.
Según ONU Mujeres, las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial y el 43% de la mano de obra agrícola, garantizan la seguridad alimentaria de sus comunidades, generan resiliencia ante el clima y fortalecen las economías. Sin embargo, las desigualdades de género tales como leyes y normas sociales discriminatorias, junto con un panorama económico, tecnológico y ambiental que cambia rápidamente, limitan su pleno potencial, situándose muy por detrás de las mujeres urbanas y los hombres.
Datos poco conocidos
- 4 de 10 mujeres en zonas rurales trabajan en la agricultura en América Latina (CEPALSTAT, 2014).
- El 43% de la fuerza de trabajo rural son mujeres, pero pocas reciben ingresos por su labor.
- Si las mujeres pudieran acceder a los mismos recursos productivos que sus pares masculinos, la producción promedio crecería entre 20-30% y el hambre se reduciría en 12-17% (FAO 2011).
- Las mujeres rurales no son un grupo homogéneo: son productoras de alimentos, pequeñas y grandes productoras de alimentos, líderes en el sector agro, indígenas, artesanas, emprendedoras, investigadoras, científicas, profesionales y miembros de instituciones, de diferentes regiones del país.
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