La ilustradora Lía Copello está en pareja con un tatuador y piensa terminar con el cuerpo todo dibujado. Por eso, cuando se lo hace otra persona, lo siente como un engaño.
El diseño de tatuajes no debería ser algo menor para una ilustradora; sin embargo, ella prefiere no ser quien cree los dibujos que luce en su propia piel y delega esa misión en el tatuador de turno. Y no parece haberle ido mal con esta tesitura a Lía Copello, que luce 13 tatuajes sin arrepentirse de ninguno. La creadora de la tira cómica La Cope ya hizo stand-up, hoy disfruta de conducir el programa de radio online Wachas con sus amigas y ya está preparando, crowdfunding mediante, el lanzamiento de la agenda 2018. Pero cada vez que tiene un rato libre trata de terminar con un dibujo nuevo en la piel y especula que “en algún momento voy a estar toda escrachada”.
¿Cuál fue tu primer tatuaje?
A los 18 me hice un faro estilo tradi, con un corazón y una flor, en la pierna. Es bastante grandecito para ser el primero, pero siempre tuve ganas de hacerme uno y no me animaba, era medio cagona. Me encanta la playa y la figura del faro me transmitía cierta tranquilidad. Y me lo hice en la pierna para que no se viera tanto. Tenía miedo: cuando tenés pocos, te fijás más dónde los ponés. Después ya se vuelve un descontrol y los ponés por todos lados.
¿Tenés pensado el próximo?
Tengo 13 ya y hace un tiempo me estoy tatuando nada más que el brazo porque me lo quiero llenar. Me gustaría también en las costillas y en la espalda, pero pienso que no se van a ver nunca y ya estoy tan acostumbrada al brazo que me da pena tatuarme en lugares donde no se vean. Me va a costar mucho decir basta. Tengo un montón de espacio libre en el cuerpo. Hace mucho que quiero tatuarme la mano, pero elijo una cosa y me arrepiento. En la panza también quiero hacerme algo; pero como sé que duele un montón, lo estoy posponiendo. Creo que no hay ninguna parte del cuerpo que dejaría libre. Asumí que en algún momento de la vida voy a estar toda dibujada.
¿Cuál es tu favorito?
Tengo dos. Una geisha en el antebrazo, con una ropita medio geométrica, que la amo. Y, en el brazo, un dinosaurio con unos nenes que dice en japonés “grande”. Me lo hizo una chica de la que, cuando vi sus diseños, me hice fanática y no me podía decidir por uno solo. No soy de tatuarme cosas con significados ni de hacer mis propios diseños, prefiero elegir siempre entre lo que hace el artista. Ella me trajo un cuadernito con dibujos tan lindos que me daba pena proponerle otro. Me gustan los tatuadores con estilo propio.
¿Tenés algún tatuador de cabecera?
Mi novio es tatuador. Ahora le está yendo muy bien, así que nunca tiene tiempo de tatuarme. Su primer tatuaje, que es un triangulito que parece una percha, me lo hizo a mí. Tatúa muchas mujeres y flores y, como estaba probando, tengo varios de él. Tampoco me tatúa siempre, me hizo un par, pero “lo engañé” con otras personas... Está todo bien igual, porque no está bueno tener todo el brazo hecho por la misma persona. Como arrancó conmigo, tengo un par de escrachos medio de aprendiz. Quizás algún día me los tape, pero les tengo mucho cariño por la historia y porque veo cómo fue evolucionando. Imaginate que cada vez que él quería practicar, yo estaba ahí y me ofrecía, pero ahora tiene un montón de trabajo y, cuando le pido turno, me lo da para dentro de dos meses. Hemos tenido nuestras pequeñas discusiones porque no me tatuaba.
¿Tuviste alguna experiencia extraña con un tatuaje?
Descubrí que soy alérgica a la tinta roja. Por ejemplo en el faro, las partes que son rojas están inflamadas. Y, como mi piel no reaccionaba bien a los colores, me empecé a tatuar nada más que en negro. Seguro vuelva al color, pero es difícil hacerme tradi o japonés sin rojo y la verdad es que me quedan mal.
¿Te arrepentís de alguno?
No. Por ejemplo, nunca me haría un nombre de una pareja porque me parece un grave error siempre. Por la alergia a la tinta roja, hay uno que capaz no me lo hubiera hecho porque se me marca muchísimo. Mi novio me tatuó: “Fire Walk With Me”, la frase de Twin Peaks. Es un escracho enorme en la pierna con unas letras que se elevan cada vez que me agarra la alergia. Encima es intapable y cada vez que lo miro me doy cuenta de cómo se hizo mierda con la tinta. Con ese, aprendí que no me voy a tatuar nunca más de rojo. Me arrepiento nada más que porque ya sabía que la tinta me daba un poco de alergia y me lo hice igual. No hay que arrepentirse tanto de los tatuajes. Uno piensa que se hizo algo horrible y se lo quiere tapar, pero para mí representan un momento. Es como ir contando una historia, son un recordatorio de lo que vas viviendo.
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