"Mujercitas" vuelve a estar en boca de todos
Como tantas chicas creciendo en Buenos Aires en los años 70, recibí Mujercitas, de la colección Robin Hood, para algún cumpleaños durante la primaria. Y como tantas chicas en todo el mundo en los últimos 150 años, que solo quieren escaparse a leer y escribir (idealmente, con una fuente de manzanas en un altillo, aunque esta idea vino después del libro; no había demasiados altillos en un mundo de departamentos porteños), quedé obsesionada con el personaje de Jo March. Pero también, con la idea de un grupo de hermanas que se apoyan ante todo, de una madre que es fuente de sabiduría práctica, de un padre dispuesto a cualquier sacrificio por sus ideales progresistas…. bueno, y de un vecino espléndido.
Resultó que estaba en gran compañía. Simone de Beauvoir, J. K. Rowling, Ursula Le Guin, Elena Ferrante, Nora y Delia Ephron, Anne Tyler, Jhumpa Lahiri, Stephenie Meyer, Doris Lessing, Margaret Atwood, A. S. Byatt y Erica Jong, entre muchas otras figuras emblemáticas de la cultura alta, media y popular, han declarado abiertamente (o, en casos como el de Ferrante, a través de sus personajes), su fanatismo por la primera novela de Louisa May Alcott.
Mujercitas fue publicada el 30 de septiembre de 1868. Con el aniversario, la obra, que fue traducida a 50 idiomas y nunca estuvo fuera de catálogo, atraviesa hoy nuevos picos de popularidad, sobre todo a través de adaptaciones. La BBC, en la línea de su famosa producción de Orgullo y prejuicio, realizó una miniserie que sigue la novela al pie de la letra. Protagonizada por Angela Lansbury y Maya Hawke (la hija de Ethan Hawke y Uma Thurman, que con esto se convirtió en la actriz joven del momento), tuvo críticas extraordinarias y va camino a convertirse en un clásico de la literatura juvenil llevada a la pantalla. Hace unos días se estrenó una producción de Hollywood (Little Women, dirigida por Clare Niederpruem) con Lea Thompson (la mamá de Volver al futuro), que traslada la narrativa a la actualidad. Y la chica oficialmente más cool del cine, Greta Gerwig, está en Boston en este momento dirigiendo una versión con Meryl Streep, Emma Watson, Laura Dern, Timothée Chalamet, Saoirse Ronan y James Norton. Todo esto, sin empezar a contar las innumerables obras de teatro, operas, raps, libros de historietas, análisis académicos, ballets, conferencias, libros de divulgación, y, por supuesto, fiestas temáticas de Halloween con las que arranca este otoño boreal.
¿Qué es lo que lo hace a Mujercitas –un libro que Ernest Hemingway calificó, aunque no necesariamente de manera ponderativa, como "lleno de dulzura y luz"– tan relevante a las sucesivas generaciones y, en particular a la actual? Esa fue la pregunta que Anne Boyd Rioux, profesora de literatura de la Universidad de Nueva Orleans, investigó para su flamante libro Meg, Jo, Beth, Amy: The Story of Little Women and Why It Still Matters, que está marcando la discusión del momento en los medios estadounidenses, de The New Yorker al Boston Globe y la NPR (la radio nacional pública). Y que acaba de lanzarse en español: "El Legado de Mujercitas", por editorial Ampersand.
"Tiene mucho que ver con el realismo de la novela –explica Boyd Rioux a la nacion revista–. Las cuatro hermanas March se sienten como niñas y mujeres jóvenes de verdad. No hay tantos personajes como ellas. No son metáforas ni sirven para dar un alerta o mensaje a los lectores, como típicamente ocurre con los personajes femeninos. Son, simplemente, Meg, Jo, Beth y Amy, y su familia les permite explorar quiénes son y qué quieren hacer de sus vidas".
Aun dentro de ese contexto, ciertamente es posible leer Mujercitas a lo Hemingway, como una novela sentimental literal sobre los vínculos familiares y el desarrollo personal de las protagonistas. Pero, en ese caso, posiblemente uno se perdería del placer que da como disparador de preguntas que, al día de hoy, son relevantes. Desde si hay que elegir entre familia y carrera, o si hay que casarse por amor o por conveniencia (o, en una visión más benévola, por amor o compañerismo) hasta cómo se definen los géneros, y qué pasa cuando alguien no conforma al otro de la manera tradicional.
No es de sorprender que de Sex and the City hasta Girls o Desperate Housewives se haya tomado el formato de Alcott con cuatro protagonistas disímiles, pero fuertemente unidas, y cómo intentan resolver esas cuestiones.
Mujercitas fue escrita por Alcott a pedido de un editor, que quería ficción por y para mujeres. "No me gustan las chicas, o no conocí muchas, salvo mis propias hermanas", declaró, y por eso la basó en su propia familia. Pero Boyd Rioux explica cómo Alcott lo usó también para resignificar su vida. Por ejemplo, el padre era, en la vida real, un fanático trascendentalista del círculo de Emerson y Thoreau, que se dedicaba a proyectos utópicos mientras la familia pasaba hambre y frío. En el libro, Alcott lo atemperó. Aunque sigue como una figura ausente y que no puede proveer económicamente, eso es porque se va a la guerra, y las hijas lo respetan y adoran. La madre, como ocurrió con la madre de Alcott, es la que debe afrontar los problemas diarios de pobreza y enfermedad, y si bien logra construir un matriarcado en muchas formas maravilloso, en un momento la señora March, en la ficción, no puede contenerse y confiesa: "Tengo furia cada día de mi vida".
–¿Hasta dónde ve a Mujercitas como un libro feminista?
–Alcott no vivió el movimiento feminista, pero era muy consciente de la necesidad de las mujeres de tener el derecho a votar y a determinar sus propias vidas. Su retrato de Jo y sus hermanas, no solo como parangones de virtud, sino como chicas reales, con fallas, que crecen y cambian, fue una contribución mayor a la literatura por y sobre mujeres. Mujercitas inspiró a generaciones de chicas a ser ellas mismas, a aspirar a ser escritoras, y determinar su futuro. No es exagerado, fue parte de la inspiración para el movimiento feminista. Gloria Steinem, Germaine Greer y Hillary Clinton, todas fueron profundamente afectadas por esta obra. Sin embargo, muchas feministas tempranas también sintieron que el libro no iba lo suficientemente lejos. Despertó muchos debates que ayudaron a darle forma al movimiento.
–En el libro, Jo, el álter ego de Alcott, quien había declarado en la boda de su hermana "prefiero ser una soltera libre y remar mi propia canoa", se casa. ¿Fue eso una traición?
–Eso fue lo que sintieron muchas de las feministas tempranas, que el libro promovía el matrimonio por encima del desarrollo profesional de la mujer. Yo argumento que Mujercitas es más complicado que eso. La boda de Jo fue, sin duda, el intento de Alcott de acomodar los deseos de los lectores de verla en pareja, pero lo hace sin sacrificar su integridad y con una elección de compañero muy interesante. A su prometido, Friedrich Baher, un profesor de filosofía que inmigró de Alemania, le aclara que van a ganarse la vida entre los dos. Y si bien juntos fundan y manejan una escuela muy progresista, ella no abandona su sueño de escribir una gran novela. Esto ocurre cuando sus hijos ya son más grandes, en el libro final de la trilogía, Los hombrecitos de Jo, publicado en 1886. Así que quizá esta era la forma que Alcott tenía de decirnos a las mujeres que sí, podemos tenerlo todo, solo que tal vez no todo al mismo tiempo.
Cuestión de género
Además del debate feminista, hay otra discusión alrededor del personaje de Jo que tomó, sobre todo en el último tiempo, mucha tracción. Cuando conocemos a Jo en el libro, ella es lo que los estadounidenses llaman un tomboy; varonera, se enoja fácil, ama estar en actividad y querría acompañar a su padre al frente en la Guerra Civil, donde él está de voluntario como capellán. Pero Jo tiene que quedarse en casa y tratar de reconciliarse con el lugar de una mujer del siglo XIX, en la esfera doméstica, lo cual le resulta muy difícil. Se llama Josephine, pero todos la conocen como Jo, que obviamente suena mucho más masculino. Odia la idea de romance y boda porque la separaría de sus hermanas adoradas. Es tan varonil que el señor March se ha referido a ella como "mi hijo Jo" en el pasado, y su mejor amigo Laurie a veces la llama "my dear fellow", algo así como mi querido compañero. "¡Me gustan los juegos de varones, y sus modales y su trabajo! No puedo superar mi desazón por no haber sido hombre", sostiene temprano en la obra.
Algunos, especialmente en los últimos años, han sostenido que Jo es por eso un personaje que toca muy de cerca a los grupos LGBTQ. En la reseña del libro de Boyd del periódico especializado Washington Blade, la poeta Kathi Wolfe escribió que, al conocer a Jo, "por primera vez no me sentí sola", y que ese sentimiento es muy compartido entre los lectores del medio.
Dentro de esta línea, Kate Hamill, la directora de culto que ha llevado las novelas de W. M. Thackeray y Jane Austen a las tablas con producciones muy alternativas –que fueron nota de tapa del suplemento de Arte de The New York Times–, está estrenando una versión de Mujercitas con personajes de género fluido. En febrero próximo, además, se conocerá una novela gráfica donde la familia March es integrada, multirracial y con uno de los protagonistas (es fácil adivinar cuál) se identifica como LGBTQ. Y hay estudios de género que describen a Jo como el primer personaje trans de la literatura juvenil. "Jo es todavía Jo –sostiene Boyd Rioux al respecto–, pero los lectores tienden a ver cosas distintas en ella a medida que pasa el tiempo. Casi nadie notaba cuán anticonformista era hasta el movimiento feminista de finales de los 60. Entonces, de pronto, Jo se volvió un personaje radical en sus deseos de no casarse nunca, ser escritora, ir a la guerra y hacer las cosas que hacen los muchachos. Ahora, a medida que nuestra visión sobre el género continúa evolucionando, notamos cuánto de sus actitudes varoniles reflejan actitudes contemporáneas respecto del género como algo fluido y performativo (en vez de algo innato). No podemos ir atrás en el tiempo y poner etiquetas en personajes ficticios de 1860, o en la mente que los creó. Pero podemos interpretar a Jo bajo una nueva luz, y los jóvenes lectores pueden obtener inspiración y fuerza en la obra si se ven reflejados en ella. Creo que eso es maravilloso.
–¿Los hombres se ven reflejados por igual?
–La historia de crecer es universal. Las hermanas March y su vecino varón, Laurie, todos tienen que encontrar su camino en la vida y acomodar sus sueños a lo que es posible en un momento y un lugar determinados. Es lo que todos hacemos al volvernos adultos. Tomamos compromisos, cambiamos un poco la dirección y encontramos nuestro lugar en el mundo. Muchos niños y hombres han disfrutado de leer un libro que les permite ver el mundo desde un punto de vista predominantemente femenino. Para eso sirve la literatura: darnos nuevas perspectivas y experiencias sobre la vida. Y, en última instancia, darnos cuenta de que no somos muy diferentes. Las chicas lo hacen todo el tiempo con los muchos, muchísimos libros con personajes masculinos que leen en la escuela. ¿Por qué no pueden los chicos leer sobre chicas con el mismo efecto?
–Los tributos más conocidos son sus adapataciones a la pantalla, con Elizabeth Taylor, Katherine Hepburn, Winona Ryder o Emma Watson en papeles protagónicos. ¿Cómo se comparan con la novela?
–Nada puede reemplazar la experiencia de leer el libro, que es tanto más complejo y multifacético. Pero las adaptaciones han logrado mantener la historia viva e incentivar a que la gente vuelva a la novela, así que mi posición es que cuanto más, mejor. El problema es que muchas veces Jo es interpretada por actrices muy capaces y de gran belleza, pero que no capturan su naturaleza incómoda y casi salvaje, y a la madre la olvidan o la pintan como una santa. La BBC hizo un gran trabajo en revitalizar la historia y darle matices complejos más cercanos a la novela que lo habitual.
–¿Pero va a sobrevivir en papel 150 años más?
Si logramos que los jóvenes dejen sus teléfonos y lean, sí. Es un libro increíble que, si no hubiera estado escrito por una mujer y para chicas, estaría en el canon americano tan alto como un Tom Sawyer.