Mucha ciencia en el año del perro
Hablemos de cosas científicamente importantes. 2018 es el año del perro en el horóscopo chino. Bueno…, no tendrá mucho de ciencia, ¡pero los perros, sí!
Todo dueño dirá que su mascota es inteligentísima, le alcanza el diario (un poco mordido) y entiende sus emociones. Puede ser, pero el caso es que la domesticación de estos parientes de los libros puede haber reducido algunas capacidades cognitivas de Bobby o Sultán, al menos en relación con sus parientes lobos. Claro que los perros son especiales en cuanto a sus relaciones sociales con su pandilla y con sus humanos. Y esto debe de haber ocurrido hace ya mucho tiempo: los perros del período neolítico parece que eran iguales a los actuales, al menos en lo que respecta a su genoma obtenido a partir de restos europeos. De paso, el estudio genómico de una especie con unas 400 razas ha ayudado mucho a entender su evolución y su historia, y su domesticación, que ocurrió hace entre 20.000 y 40.000 años en Europa.
Algo está claro: los perros miran mucho más a los humanos que lo que nos observan los lobos. Y más allá de su cognición, está claro que en algunos campos son imbatibles. En su libro Ser un perro en el mundo del olfato, Alexandra Horowitz explica la tremenda ingeniería olfativa de los canes: frente a nuestros 6 millones de receptores, ellos tienen unos 300 millones, que usan de 5 a 10 veces por segundo para reconocer un mundo de olores. Así los analizan como verdaderas computadoras olfativas.
Y tanto los queremos que queremos más de ellos, en lo posible igualitos. Sí: desde el primer perro clonado (llamado Snuppy) ha habido varios otros, creados a partir de células madre… de Snuppy. Estos experimentos, además de juegos y lengüetazos, nos han enseñado bastante más sobre la reproducción ladradora: en el camino, se descubrió que Snuppy y su progenitor vivieron aproximadamente la misma cantidad de años, por lo que la clonación no parece afectar la longevidad.
Los dueños juran y perjuran que los perros no solo reconocen nuestros gestos a la perfección, sino que además ponen caras… de alegría, tristeza, entusiasmo. Y hay experimentos que les dan la razón: parecen tener expresiones faciales que, además, dependen de la atención que les prestemos. Esta empatía los hace especialmente preparados para asistir a personas en problemas; es más, el análisis de sus cerebros permite predecir cuáles serán mejores acompañantes terapéuticos, basado sobre la actividad en ciertas áreas nerviosas. De paso, ese mismo análisis de actividad cerebral nos puede ayudar a saber qué está pensando Fido, como cuenta el neurocientífico Gregory Berns en el libro Cómo es ser un perro: se las ingenió para poner a los cachorros en un resonador magnético (no es nada fácil) y descubrió, para su beneplácito, que los cerebros perrunos responden con el mismo amor a la comida que a sus dueños (y a veces, ¡más a la imagen de sus dueños que a la de un buen hueso!).
Sacarlos a pasear, usarlos de estufa, mejorar nuestras perspectivas de seducción (¡probado científicamente!)…, enfermarnos menos. Sí: entre las ventajas de tener un perro está la de un riesgo menor de mortalidad debida a trastornos cardiovasculares (sobre todo en los dueños solitarios). Seguramente, esto se deba a mayores interacciones sociales y a la necesidad de realizar actividad física y, de acuerdo con un estudio que se realizó en Suecia, hasta funciona mejor con razas cazadoras.
En fin, este mejor amigo del humano ha ayudado mucho a la ciencia. Y les gana por lejos a sus rivales felinos: una búsqueda muy simple en una base de datos científica arroja unos 330.000 trabajos de investigación publicados sobre perros, y bastante menos de la mitad para los gatos (unos 140.000). Aquí la eterna lucha tiene un claro ganador.
Mucha ciencia para el perro, entonces. Y prepárense, que 2019… es el año del cerdo. n