Mozart: el más popular de los clásicos
Este será su año. A dos siglos y medio de su nacimiento, el mundo entero se prepara para rendirle homenaje. Una ocasión inmejorable para redescubrir su música sin tiempo. Aquí, la vida del genio que fue un prodigio como jamás hubo y la opinión de músicos acerca de su maravillosa obra
Mozart nació en Salzburgo, el 27 de enero de 1756, es decir, hace 250 años. Para un campo de la cultura como es el de la música clásica, que vive esencialmente de la recreación de obras del pasado, esta fecha no sólo es motivo para efectuar homenajes más que merecidos para uno de los próceres más venerados de la música, sino también una excelente razón para disparar una inagotable cantidad de eventos, desde los más académicos hasta los más mercantiles, que habrán de exceder el mes de enero para atravesar el año con suma generosidad. De algún modo, será un tanto dificultoso no toparse con Mozart a cada vuelta de radio, de diario o de viaje.
En 2006, habrá desde festivales Mozart, conciertos, óperas, ediciones bibliográficas y discográficas y seminarios muy doctos hasta expediciones turísticas a los lugares de los hechos, donde se ofrecerá infinidad de objetos que portarán alguna imagen del salzburgués. Después de todo, Mozart es el más popular de todos los compositores clásicos. Y como esta frase puede ser interpretada de múltiples maneras, para que no queden dudas afirmemos que, taxativamente, Mozart fue uno de los compositores más milagrosos de todos los tiempos. Así de sencillo.
Parábola genial
Aunque su celebridad viene desde mucho antes, no puede soslayarse la importancia que tuvo el film Amadeus para ubicarlo, en la consideración general, un poco más arriba que al resto. Pero además –hay que reconocerlo–, su vida tuvo tantos condimentos agregados y su creación fue tan extraordinaria y única en todos sus aspectos que la gran parábola sobre la mediocridad (o la genialidad) y la envidia que planteó Schäfer en el drama original sólo podría haberse desarrollado alrededor de Mozart. No habrían servido para tales fines ni Bach ni Beethoven, tal vez los otros dos músicos que podrían haber compartido con él un imaginario podio olímpico y que, si de fabular se trata, también hubieran podido ser cercados y atacados por algún Salieri de ocasión.
La popularidad de Mozart se revela de múltiples maneras. Hay chocolates con su rostro, ciertamente exquisitos; en la Universidad de Madison comprobaron que la producción de leche de las vacas que escuchan Mozart aumenta en un 7,5 por ciento; un centro de recursos humanos estadounidense habla del "efecto Mozart" e insiste en que su música, y no otra, es beneficiosa para el aprendizaje, la memoria y la concentración; nada parece haber mejor que Mozart para los ejercicios de respiración que deben realizar las mujeres embarazadas antes del parto; menos útil, pero no menos sorprendente, científicos establecieron que la música para piano de Mozart estimula la actividad cerebral de ciertas ratas de laboratorio.
Con todo, reducir la música de Mozart a efectos físicos, como si fuera un electroshock o una dosis de algún medicamento, es una nimiedad de baratura mayor. En todo caso, habría que tratar de medir sus consecuencias en terrenos mucho más profundos y menos parangonables, como, por ejemplo, el de las emociones humanas, individuales o colectivas.
La vida de Mozart no es tan increíble como sí lo fueron su producción y sus modos de trabajo. Su nombre completo era Johann Chrysostomus Wolfgang Gottlieb (traducido, luego, al latín, como Amadeus) Mozart. Según »se sabe, "fue el niño prodigio más notable de la historia". A los tres años tocaba el clave y dos años más tarde componía piezas sencillas. Al no haber en la época programas televisivos a los cuales llevarlo, Leopold, el padre, compositor y violinista, decidió exponer su joya en cuanto ámbito fuera posible. En un diario alemán se publicó un aviso: "El niño Mozart, de 7 años, tocará el clavicordio, ejecutará un concierto de violín y tocará el clave con el teclado cubierto con un lienzo, como si viera las teclas. Dirá cuáles son las notas que se tocan a distancia e improvisará en el órgano y en el clave cuanto tiempo se desee".
Wolfgang fue exhibido ante nobles y plebeyos en infinidad de cortes y ciudades europeas. Pero la infancia pasó y lo que fascinaba a los ocho no atrajo mayores atenciones a los dieciséis.
Pianista, clavecinista, organista, violinista y violista, se transformó en un ducho compositor de obras instrumentales y vocales. Pero sus ideas musicales no se correspondían exactamente con el gusto elegante y sencillo de su tiempo y, en concordancia con esa búsqueda, entró en colisión con la estructura a la cual supuestamente debía servir. En 1781, a los 25 años, Mozart se lanzó a la aventura y marchó a Viena, la ciudad imperial, en la que trató de vivir como compositor y músico free-lance. Se casó con Constanze Weber y denotó una proverbial incapacidad para manejar sus propias finanzas y para elaborar alguna mínima táctica de posicionamiento laboral.
En definitiva, su vida fue bastante irregular. Cuando tenía 35 y estaba atravesando un período musical y económico venturoso, falleció repentinamente sin que, hasta hoy, se tenga certeza sobre cuáles fueron las causas.
Prolífico
Mozart fue el único compositor de toda la historia que produjo obras maestras en todos los géneros musicales de su tiempo. Así, es uno de los más grandes operistas de la historia, pero también es el autor de la gloriosa Misa en do menor y del Requiem más célebre y profundo de cuantos jamás se hayan escrito.
En sus composiciones para orquesta se encuentran sinfonías milagrosas, sus maravillosos conciertos para piano y orquesta, el primer gran concierto para clarinete y las serenatas y los divertimentos. Pero también compuso sonatas para piano y para violín, y tríos, cuartetos y quintetos que son considerados los mejores de su tiempo.
En total, su corpus incluye más de seiscientas composiciones. El cálculo de obras creadas por años vividos da un resultado realmente asombroso y cuya única posibilidad de realización se asienta en una fantasía proverbial y en una facilidad de composición deslumbrante. En una carta a su padre, le cuenta cómo era su día: »"A las seis ya estoy peinado. A las siete, completamente vestido. Escribo hasta las nueve. Luego doy clases hasta la una. Como y acudo a citas y reuniones. No puedo trabajar hasta las cinco o las seis, y a veces me lo impide un concierto. Si no, escribo hasta las nueve. Después de cenar, compongo algo antes de ir a acostarme. Me duermo a la medianoche y, al día siguiente, de nuevo comienzo a las seis". Los que creen que creatividad y rutina nunca pueden ir juntas, aquí tienen una demostración en sentido contrario.
La obra de Mozart es única. Resumió los mejores logros del clasicismo y abrió las puertas para nuevos senderos. La imagen de su entierro en soledad, en el medio de un vendaval invernal, no debe hacer creer que, en su tiempo, nadie lo haya valorado. En 1785, Wolfgang le dedicó seis cuartetos a Haydn. Después de haberlos visto, el compositor le dijo a Leopold: "Ante Dios, puedo decirle que Wolfgang Amadeus es el más grande compositor que haya conocido, en persona o de nombre".
Simplemente, por juicios tan certeros como éste es que, a partir del viernes próximo, Mozart estará omnipresente, sonando y viviendo como se lo merece, como nos lo merecemos.
Para agendar
El Teatro Colón en el año de Mozart
Durante 2006, el Teatro Colón adhiere a los festejos por el 250° aniversario de Mozart con una atractiva programación. Entre otras obras, están previstas las siguientes: con régie de Michael Hampe, se pondrá la ópera Così Fan Tutte los días 30 de mayo y 2, 3, 4, 7 y 9 de junio; el 9 de marzo será para el concierto para clarinete y orquesta (K.622), con Mariano Rey como solista y Arturo Diemecke en la batuta; la sinfonía N°25 en Sol menor tendrá su día el 27 de abril, dirigida por Pedro Ignacio Calderón; el 28 de septiembre, el concierto N°2 para corno y orquesta (K.417), con Fernando Chiappero como solista y Lihua Tan en la dirección.