"Moño Azul le puso nombre a la manzana", dice Nicolás Sánchez, actual presidente de la célebre marca oriunda del Alto Valle del Río Negro, zona frutícola por excelencia de la Argentina. Si bien hoy día es bastante común asociar algunos productos con determinadas marcas, esto no es tan habitual en el caso de frutas o verduras. Y Moño Azul lo logró, especialmente a partir de un claro liderazgo en el mercado en la década del 80.
Sin embargo, desde aquella época dorada hasta este 2020 signado por la pandemia pasó de todo en la historia de esta empresa familiar fundada allá por 1961. Tanto que la famosa manzana Moño Azul estuvo a punto de desaparecer. Con varios cambios de dueño, muchas deudas y una pérdida notable del protagonismo que había sabido conquistar, la compañía estuvo al borde de la quiebra. Hasta que el Grupo Prima, dueño de Patagonian Fruits y ExpoFrut, se hizo cargo de la marca en 2018.
Hoy, Moño Azul (
El artífice del milagro es justamente Nicolás Sánchez, hijo de Hugo, el creador del Grupo Prima. Fue él quien convenció a la empresa familiar de adquirir a la desventurada Moño Azul y quien, una vez concretada la operación, se propuso llegar con la marca al público más joven, ese que en los 80 todavía no había nacido.
De la chacra al hogar
"Cuando tomamos el control, la compañía estaba en una situación económica muy mala y con la producción afectada. Trabajamos muy fuerte para volver a tener la manzana Moño Azul que todos conocían, invirtiendo en chacras y tecnología", recuerda hoy Nicolás. Parte de esas primeras tareas fue encarar un rebranding que además de resaltar los atributos históricos de la marca, transmitiera también valores relacionados con la salud, la frescura y la espontaneidad.
La otra estrategia de Moño Azul para terminar de seducir al público que por su juventud no asociaba la marca con las mejores manzanas fue lanzar una plataforma de e-commerce, convirtiéndose en el primer productor frutícola nacional que comercializa de forma directa al público.
La tienda virtual (
Los consumidores pueden comprar manzanas, peras y kiwis, ya sean convencionales u orgánicos, en robustas cajas de cartón reciclado que aseguran la máxima frescura y calidad de las frutas. Hay packs de 2,5 y de 4 kilos, para ajustarse al consumo de cada hogar. Completan la paleta de productos Moño Azul jugos de fruta y sidras.
Una de las grandes ventajas de que la fruta viaje directamente de la chacra al hogar tiene que ver con aprovechar al máximo el delicado proceso que garantiza la frescura del alimento, que incluye una rigurosa selección de las variedades y la conservación en cámaras de atmósfera controlada, que controlan la emisión de etileno de la fruta y detienen de algún modo la maduración.
Nosotros la producimos, nosotros la lavamos, nosotros la empacamos y de ahí va a las casas. Nadie más toca la fruta. Del otro modo, perdemos una parte enorme de la trazabilidad.
El resultado son frutas de primerísima calidad. La manzana, cuenta Sánchez, no tiene por qué ser "arenosa". "Si está arenosa es porque perdió los almidones, está pasando el proceso de maduración", detalla. Quienes compran las Moño Azul desde sus casas, en cambio, enseguida notan el frío de la fruta cuando llega.
Moño Azul, un emblema de los 80 caído en desgracia en el nuevo milenio, hoy vuelve a cobrar vida gracias a la visión de un millennial que se animó a vender manzanas directamente desde las chacras. "Más que manzanas, peras y kiwis, parece que estuviésemos entregando bombones", concluye Nicolás Sánchez.
- Además de poder conseguirlas en su tienda virtual, las frutas de Moño Azul están disponibles en fruterías y supermercados de la Argentina.
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