Fue mamá por primera vez a los 40. Y rompió arquetipos de la época. Reflexiones sobre el vínculo con sus hijos y un país que no los deja crecer.
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Es una de las periodistas con más años de trayectoria en los medios audiovisuales de la Argentina. Con su mirada inquieta, su modo de preguntar, siempre firme, y su análisis crítico de la realidad nacional, ha acompañado a los argentinos por décadas. Desde Canal 5 de su Rosario natal pasando por 60 minutos, 28 millones, Noticiero Nacional, 20 mujeres, Las unas y los otros, América Noticias, Las manos en la masa, o Crónicas de la Tarde, por mencionar solo algunos de los programas de televisión que la tuvieron como protagonista.
Fue así, mientras palpitaba la noticia, que los argentinos la vimos crecer: de cronista a conductora, de joven promesa a ganadora de ocho Martín Fierro. En el medio se enamoró y se convirtió en madre a los 40, rompiendo viejos arquetipos de la época. Y sin bajar los brazos. En pleno embarazo, con el consejo médico de hacer reposo a cuestas, estuvo como todos los días cuatro horas seguidas al aire haciendo radio -desde su casa- hasta que la naturaleza la empujó a salir a las corridas para la sala de partos. Se convirtió sin quererlo en un ejemplo para las mujeres.
Rompiste moldes al decidir ser mamá a los 40…
Soy un prototipo de la postergación de la maternidad. La experiencia de ser madre fue maravillosa. Mis embarazos no fueron especialmente fáciles. Hoy los veo a la distancia y pienso qué pena si me hubiera perdido esta experiencia de vida. La maternidad para mi generación era un recorte de la libertad, de la dedicación a otra vida. Por suerte la naturaleza fue generosa conmigo. Tuve tres hijos al hilo. Vinieron en el momento que decidí. Nuestros hijos los buscamos, los elegimos.
¿Tuviste que deconstruirte del ejemplo de mujer que te transmitió tu madre?
Recibí una educación no sexista. Mi mamá era muy distinta a la mayoría de las mamás de mis amigas. No fui criada como una Susanita. Fui educada como una persona que tenía que encontrar su lugar en el mundo a través del conocimiento, del trabajo. Hoy mis hijas son parte de una generación de mujeres diferentes, que vive su propia revolución de valores. Pero personalmente, más que deconstruirme trato de seguir sus valores y aprender. No es fácil cuando entran a la adultez. Ahí es el momento donde tenés que abrir la cabeza. Son seres independientes, distintos a uno.
¿Cómo sos como mamá?
Somos la primera generación de padres que ha tenido que aprender de sus hijos, más que ellos aprender de nosotros. Siento que a partir de que entraron en los 17, 18, no paro de aprender. Tienen una perspectiva del mundo y de los valores más fina que nosotros.
¿En qué lo notás?
Tienen un absoluto respeto por la diversidad. No pueden entender miradas que no sean abarcativas. O que tengas descuidos con el medio ambiente…Tienen una mirada de mucha paridad de derechos. Le dan un alto valor a la generación de recursos para su propia subsistencia. No esperan que haya un otro que los provea. Me han enseñado otra forma de relacionarme con la alimentación, con la naturaleza. Ahora están construyendo su propia vida, disfrutando de un tiempo propio. Buscan sus propias demarcaciones. Llevan una vida sencilla, necesitan menos para vivir. Son una generación que no quiere tener objetos de más. Hoy tengo más para aprender que para enseñar.
La mamá “de la tele”
Mónica tiene dos hijas mujeres, Greta (27) y Azul (26). Y un varón, el menor, Ian (22). Está en pareja con el padre de los tres, Alejandro Gawianski, desde hace 30 años. Greta estudió comunicación social y se fue de la Argentina en medio de la pandemia junto a su pareja. Desde hace un año, trabaja y viaja por el mundo. Ese es su modelo hoy. La charla con ella y su madre tuvo lugar mientras Mónica la visitaba en Berlín.
¿Greta, un recuerdo de infancia de “mi mamá, la de la tele”?
Cuando uno nace y crece con una situación, se acostumbra a esa situación como “lo normal”. Para mi siempre fue normal que mi mamá fuera “la de la tele” o que la gente la parara por la calle para saludarla o sacarse una foto. Para mi simplemente era su trabajo, como podría haber sido cualquier otro. Un recuerdo, siempre que volvía a casa del trabajo nos preguntaba si la habíamos visto en la tele, porque, según decía, “nos mandaba besitos” durante la transmisión. Entonces cada vez que la veía, yo estaba segura de reconocer en que momento nos mandaba esos besitos (típica fantasía de niños, ja!).
¿Por qué y cómo se dio instalarse en Berlín?
Antes de la pandemia tenía planes de mudarme a Australia, pero a causa de la imposibilidad de entrada a ese país, el plan quedó postergado. Sin embargo, las ganas de tener una experiencia en el exterior siguieron presentes y por eso decidimos con mi pareja sacarle provecho a esta nueva forma de trabajo que trajo la pandemia, “el trabajo remoto”. No estoy instalada en Berlín, solo ocasionalmente. Nos gusta viajar y conocer diversas culturas al mismo tiempo que continuamos con nuestra carrera profesional.
¿Alguna vez notaste especialmente diferencias generacionales con tu madre?
Más allá de que somos de distintas generaciones (y en nuestro caso, probablemente más, ya que nací a sus casi 40 años), creo que muchos de los conceptos que mi generación propone y defiende los aprendí del ejemplo de mi mamá. Siempre fue una mujer independiente, trabajadora, que supo balancear la vida de madre con la vida laboral de una forma súper equilibrada. Algo con lo que mi madre fue muy insistente desde muy chicas fue con la importancia de no depender (ni económicamente ni en ningún sentido) de una pareja y de buscar siempre una independencia propia como mujer. En general no fuimos criadas con mandatos familiares tradicionales. Como ejemplo, si bien mis papás siguen en pareja tras 30 años, nunca se casaron. Después, hay cuestiones como la brecha tecnológica que tampoco se da. Fue ella quién me enseñó a usar Twitter (risas). La última: me mostró Google Lens, sirve para reconocer edificios históricos durante los viajes (algo que quizás jamás me hubiera enterado).
“Los chicos hoy quieren irse, lo digo con dolor, con bronca”
La decisión de muchos jóvenes de abandonar el país es un tema que preocupa hoy a los padres. La crisis económica y la pandemia llevaron a los hijos de la clase media a partir para construir con más certidumbres su futuro. Mónica mira con dolor esta situación y la experimenta en primera persona.
Mónica, ¿cómo vivís este momento de la Argentina en el que tantos jóvenes se van del país?
La Argentina está fracturada y la terrible desigualdad y brecha de acceso a los bienes, los servicios, el conocimiento, el trabajo, es dramática para los jóvenes. El 63% de ellos vive en la pobreza. Hoy no nos podemos imaginar cómo será el futuro para ellos. Pero los que sí han podido formarse para un mundo que ha cambiado, miran con desesperación un entorno que tampoco les da certezas. Mi hija Greta anda por el mundo y trabaja. Vuelve para ir y venir. Y el otro día Ian (que trabaja en una start up de tecnología) me decía que se sentía un poco solo porque muchos de sus amigos se habían ido porque sienten que si trabajan acá no podrán progresar. Que van a trabajar para pagar impuestos. Nunca van a poder comprarse su casa. Azul no quiere irse. Se graduó de arquitecta con honores en plena pandemia, desde casa, y con síntomas de Covid. Igual nada les asegura nada. Cuánta más formación, más desasosiego. Nada de lo que hagan les alcanza para hacer pie en la realidad. Los méritos personales incluso son vividos como degradantes por algunos. Los chicos hoy lo que quieren es irse, lo digo con dolor, con bronca.
Azul, con cimientos firmes en Buenos Aires, mientras tanto, construye. Acaba de tomar un proyecto de viviendas con una amiga. Dice que es “un lindo desafío¨. Y sigue formándose en la dirección de arte.
¿Te imaginás madre, Azul?
Jajaja…qué pregunta. Si, siempre tuve un impulso maternal muy fuerte. Eso sí creo que lo saqué de mi vieja. Ella siempre está dándolo todo por quién tiene alrededor. Tiene una fortaleza que me gustaría llegar a tener. Trabaja, se divierte, lee, mantiene sus vínculos y además está siempre atenta a brindarnos su apoyo y contención. Pero por ahora, me conformo con mi perrita (risas).
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