:: De sombrero Panamá, lentes oscuros que rodean un rostro alargado, la camisa estampada y, por debajo, una remera gris sellada por un colgante hindú marcan pasos alargados. Así, la silueta agazapada del gran Skay Beilinson anuncia su presencia sobre el escenario de algún pueblo o ciudad de la provincia de Buenos Aires en un rito mensual al que nos había acostumbrado antes de que la pandemia del coronavirus cambiara los hábitos de todo el mundo. Skay inició su carrera solista en 2002, tras más de dos décadas con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, el fenómeno popular que lo coronó como el corazón de esa mística espectacular. Sin artificios, entre solos y una voz particular, el guitarrista alimentó un estilo hacia una misma dirección con señas que lo distinguen.
La esencia del hippismo
Bucles cortos enmarañados ayudan a delinear los rasgos filosos de Skay. El look de los 70 moldea la esencia libertaria propia del movimiento hippie, curtida por el artista en comunidad en La Plata, y se entrelaza con la psicodelia absorbida en París y Londres a fines de los 60. El guardarropa de época sugiere remeras y jeans, a los que Skay condimentó con chalecos, para shows en lugares platenses y algunos lunes por la noche en el Instituto Di Tella con Diplodocum Red & Brown, la banda que tenía con su hermano Guillermo y los músicos Isa Portugheis, Bernardo Rubaja y Topo D’Aloisio. El inicio de una autoinvención que incluyó la ropa y aterrizó más tarde en los encuentros experimentales de Patricio Rey, donde monologuistas, bailarinas y números de varieté construyeron la mística ricotera.
Vincha y saco para la era de estadios
Cuando el fenómeno entra en una inevitable masividad, Skay se pone un traje gris. Es holgado y está acompañado por un pañuelo que hace de vincha. La formalidad del atuendo no correspondía a la moda del momento: no se trató del glam dado por el diseñador Antony Price a través de las portadas de Roxy Music que tanto influyó en los 80 y tampoco refería al atractivo sexual dictaminado por Armani a partir del vestuario de American Gigolo en la silueta de Richard Gere que impactó hasta los 90: lo de Skay se emparentó con el zoot suit de los años 30 y 40 que les aseguraba libertad de movimiento a los músicos de jazz. Beilinson cubrió los días de estadio con gafas negras y una expresión corporal que parecía endemoniada.
Sombrero Panamá, amuleto hindú
Los primeros días como solista encontraron a Skay de remera, jean entallado y zapatillas. La vincha comenzó a compartir escenario con el sombrero Panamá. No solo continúa fiel a su Gibson SG roja, sino que la repetición de prendas recorre la década de 2010 con Los Fakires, su grupo. En cada recital, vuelve a las mismas camisas de estampados multicolores o a cuadros desprendidas, usa pantalones chinos y cuelga un amuleto hindú que refleja creencias de este hombre que hace tiempo habla de recuperar la belleza en el rock. El maestro lo demuestra en un cancionero nutrido de viajes, símbolos y misticismo que hacen a la química que impacta solo con su presencia y escapa a la obsesión del tamaño de la multitud que lo escucha. Esa postal es una declaración en sí misma.