Hace 50 años compuso “Para el pueblo lo que es del pueblo”, uno de los grandes éxitos de Piero; hoy, a sus 80, José Tcherkaski revive su apasionante historia
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Su nombre es desconocido para la gran mayoría de los argentinos. Pero tampoco vive en el anonimato: no es, como él mismo dice, “el escritor de las canciones de Cristian Castro, a quien realmente nadie conoce”. José Tcherkaski, que tiene 80 pero aparenta ser, al menos, 10 años menor, se mueve y se movió durante gran parte de su vida dentro de un círculo privilegiado de artistas, entre ellos, Astor Piazzola, Mercedes Sosa, Antonio Berni y Hermenegildo Sábat. Durante su exilio, se hizo amigo de Alfredo Zitarrosa en un bar madrileño de mala muerte que ambos frecuentaban. Fue amigo del dirigente conservador argentino Pablo González Bergéz, fundador del Partido Demócrata, a la vez que mantuvo “simpáticas reuniones” con Fidel Castro. Y hoy, mientras conversa con LA NACION, recibe un mensaje de su muy querido Eduardo Belliboni, quien días atrás cortó gran parte del microcentro como cabeza de la Marcha Federal Piquetera. “Tenemos discrepancias políticas, pero es un personaje interesante: toca la guitarra, tiene un grupo de rock”, dice desde su estudio, en la planta baja de un edificio ubicado a metros de la plaza Güemes, en Palermo.
Tcherkaski es el autor de algunas de las canciones más emblemáticas de la música popular argentina. “Mi Viejo”, “Para el Pueblo lo que es del Pueblo”, “Coplas de mi país”, “Que se vayan ellos” y “Pedro Nadie” son apenas una pequeña muestra. Muchas de sus letras se instalaron en el cancionero nacional a través de la guitarra y la voz de Piero, a quien gran parte del público reconoce como el autor de estos versos y de tantos otros escritos por él.
“Mi Viejo” no solo fue el mayor éxito del dúo creativo Piero-José, sino que curiosamente fue su primera composición. Una canción que hoy, 53 años después de su lanzamiento, le permite a su autor cobrar derechos por reproducciones en 35 países de todo el mundo. Sonó en por lo menos en 40 series y películas, desde un capítulo de Los Simpsons (2010) hasta la serie de la vida de Maradona (2022).
-¿No te molesta que, cuando uno busca “Mi Viejo” en Google, lo primero que aparezca sea la carátula “Canción de Piero”?
-No, yo sé que es mía. De todas formas, en Google, más abajo, también figura mi nombre. Nosotros firmábamos todo como “Piero-José”, qué se yo... A ver, si yo escribo una canción y tiene un éxito enorme, ¿qué me importa si doña Jacinta, doña Rosa o el señor Carlitos saben que la escribí yo? A mí lo que me importa es que Sadaic lo sepa para que me liquide mi derecho de autor -dice en un tono jocoso y serio a la vez.
Tcherkaski se define como periodista antes que como escritor o poeta. A sus 22 años escribía en la revista Siete Días, la competencia de Gente, cuando, casi sin darse cuenta, se inició en el mundo de las canciones.
-Fue una travesura de dos amigos. Yo era cronista, que es la última categoría. Ni banquito tenía. El jefe me llamaba con el dedo y me preguntaba: “¿En qué fila te pongo? ¿En la de los idiotas o la de los estúpidos?”. El trato era muy duro. Ahí había dos periodistas, grandes poetas, que eran amigos de Piero. Él había dejado de cantar y vendía clériman, lo que usan los curas en el cuello, para poder vivir. Un día, vino a visitarlos y ellos le dijeron, apuntándome: “Este es el que puede escribir con vos”. Habían visto poesía mía, que para mí era pésima. Yo nunca había valorizado lo que escribía y nunca había pensado en escribir una canción.
-Pero de repente hiciste una primera canción y se volvió un éxito
-Sí -se ríe-, hay muchas cosas locas en esta historia. Yo en ese momento vivía en un departamentito y Piero venía y se quedaba todo el día, mientras yo iba y venía por mi trabajo. Un día, me acordé de un texto espantoso que había escrito a los 19 años sobre mi papá, que murió cuando yo tenía 14. Y hubo una frase que rescaté: “Viejo, mi querido viejo”. A partir de ese disparador, escribí lo que hoy se conoce como ‘Mi Viejo’. Mi padre se levanta de la tumba y se muere de vuelta si se entera de que su canción es famosa en todo el mundo. Mis padres por mí no pagaban ni 5 mangos, viste. Yo no tenía ninguna expectativa. Piero la vio un poco más, pero nunca imaginó este nivel de repercusión.
-¿En seguida tuvo repercusión?
-Al principio, no. Nos echaban de todas las discográficas. Esto no es una broma, es real. Yo parecía Olmedo, iba por la calle llevando una cajita con la canción grabada y Piero iba adelante, ofreciéndola por los diferentes sellos. En un momento le dije: “No lo hagamos más, es humillante”. Hasta que llegamos a CBS, Sony, y un productor la vio, pero la vio como negocio para el Día del Padre. Cuando finalmente salió “Mi Viejo” se armó un despiole…
El despiole del que habla se traducía en no poder salir de su departamento, en recibir cartas de admiradores y ser llevado de tour por todas las disquerías de la Ciudad para firmar discos. Durante uno de esos recorridos, Piero y él terminaron consolando a una fila de fans que lloraban a sus padres, muertos o moribundos. ”Fue una experiencia tan fuerte que terminé en el diván”, recuerda. Pocos días después del lanzamiento, el dúo fue entrevistado por el periodista Horacio de Dios para Canal 13. Fue entonces que, desde su casa, en Villa Luro, la madre del autor del nuevo éxito se llevó la gran sorpresa.
“Un sábado fui a almorzar a su casa y me dijo: ‘Nene, decí la verdad porque si no vas a ir preso’. Ella pensaba no me creía que yo hacía las canciones, pensaba que trabajaba de cafetero en alguna redacción. Y yo le decía: ‘Mamá, es en serio’. Pero ella estaba convencida de que era un estafador nacional”, recuerda, entre risas, echado sobre la silla reclinable de su escritorio. Es una habitación sin ventanas, con paredes y estantes cargados de recuerdos y objetos preciados: fotografías con personalidades ilustres, cartas encuadradas -Incluso una que le envió Piazzola desde Roma hablando sobre una posible colaboración compositiva-, discos viejos y premios en forma de platillos de plata. También cuelgan fotografías de colectivos y brazos tatuados con la frase: “Yo soy tu sangre, mi viejo”. “Me las mandan mis hijos o Piero”, dice. También aclara que esta no es su casa, que su casa está en Marcos Paz. Este es su estudio. Pero en su estudio duerme casi todos los días, y más ahora que se encuentra temporalmente sin registro para conducir.
Si el estar resulta visualmente estimulante, su habitación no se queda atrás. Allí expone, como si fuera una galería de arte, cuadros y caricaturas realizados por sus amigos artistas. “Este me lo regaló Berni. Este de acá, Liliana Porter. Con Liliana fuimos noviecitos de chicos. La caricatura me la hizo Sábat”. De su estudio también cuelga un inmenso retrato suyo, pintado por Guayasamin, un artista ecuatoriano de fama internacional. Lo curioso es que sobre cada uno de los marcos de los cuadros hay una pequeña etiqueta donde, solo desde muy cerca, se llega a leer: “No vender”. La explicación de Tcherkaski es clara: “Si no lo pongo, apenas mis hijos me vean muerto, venden todo”, dice, y suelta una carcajada.
En unos de los estantes hay una foto de Juan Domingo Perón autografiada que dice: “A mi amigo, José Tcherkaski”. “En verdad no lo conocí -cuenta él-. Pero mi hermano lo entrevistó una vez y Perón le dio esta foto para mí porque le encantaba la canción ‘Mi Viejo’. Fijate que escribió ‘amigo’. Si yo hubiese sido peronista, Perón hubiese escrito ‘mi compañero’”.
-¿La canción Para el Pueblo lo que es del Pueblo tampoco es peronista?
-La tomó el peronismo, como lo tomaron muchos partidos políticos de la región. Pero yo nunca fui un militante político, a pesar de que me considero un animal político con una mirada nacional. Esta es básicamente es una canción contestataria a Lanusse, una crítica a los militares anteriores al Proceso.
Pocos años después, la llegada último gobierno militar argentino lo llevaría a exiliarse. Tanto a él como a Piero. Tomaron la decisión después de recibir varias amenazas telefónicas. Tcherkaski dejó aquí un hijo (de una pareja anterior) y una esposa, y se mudó a Madrid, al igual que Piero. Pero no se mudó con su dupla compositiva, sino que fue alojado en la casa de dos amigos, la actriz Cipe Lincovsky y su marido, el pintor Oscar Mara, también exiliados. En ese tiempo, consiguió trabajo como periodista en un diario español. Con Piero se veían poco. Y es que Piero y él, aclara sin tapujos, no eran grandes amigos.
-¿Nunca lo fueron?
-Somos muy distintos. Tampoco somos enemigos, él conoce a mis hijos, yo a los suyos. Pero no tenemos mucho en común. A él le interesa la paz, el amor y el tomémonos de las manos. Para mí son las boludeces más grandes del planeta. Yo tengo una formación más política. Piero tiene una cosa más naif, pero es muy honesto. Juntos, teníamos una alianza creadora, compositiva. Trabajábamos muy bien, nos entendíamos. Hacíamos como un rompecabezas entre la letra y la música. Por ejemplo, yo escribía “la tarde es gris”, y él me decía: “el ‘gris’ me sobra, entonces yo buscaba otra palabra que pudiera conjugar con la música. Así trabajamos toda la vida.
-Algunas de tus letras parecen muy revolucionarias, ¿vos te definís como una persona revolucionaria?
-No, yo no soy nada revolucionario. No se tirar ni con gomera. Además, no comparto. Yo tengo un pensamiento nacional y punto, creo que hay cosas que se podrían vivir de otra manera. Pero tuve una relación muy simpática con Fidel, y no por eso no soy fidelista. Lo conocí en el homenaje a Guayasamin. Fidel medía para mí como 6 metros cuarenta, yo le llegaba a la cintura, más o menos. Entonces yo, que estaba al lado suyo, por decirle cualquier cosa, le digo: “¿Piensa que la pintura de Guayasamin es revolucionaria?”. “Claro que sí, como tus canciones”, me responde. Para mí le informaron quién estaba parado al lado, no creo que me conociera. Yo le digo: “¿Y usted cómo sabe de mis canciones?”. A lo que él me responde: “¿Y tú como sabes que yo soy Fidel?”. Las canciones nuestras era muy escuchadas en Cuba. Entonces, las dos veces que estuvimos en La Habana él nos mandó a buscar. Siempre tuvimos conversaciones amables. Y no te vendía la revolución. Para mí era un tipo muy simpático, más allá de que yo no coincidía con él y él lo sabía.
De regreso en el país, tras el exilio, Tcherkaski llegó a ser jefe de redacción de la revista Siete Días. En su vida, periodismo y canciones siempre estuvieron unidas. Muchos de sus grandes éxitos, como Pedro Nadie, Juan Boliche y Valdemar el Brasilero, fueron inspirados en personajes reales que conoció gracias a su profesión en diferentes puntos del país. “La revista, aparte de mandarme por el mundo, me hacía viajar por el país. Yo creo que no me querían ver, no tengo otra conclusión. Una vez, me mandaron al Chaco. Arriba, casi frontera, había una familia campesina donde estaba Pedro. Yo empiezo a hablar con él y él me invita a quedarme unos días a vivir con ellos. Estuvimos una semana. Escribí sobre él para la revista, pero merecía algo mayor, porque era una historia riquísima la suya. Y ahí surgió la canción.
-Entre todas tus canciones, si tuvieras que destacar una, ¿Cuál sería?
-Destacaría ‘Coplas de mi País’. Para mí es una canción muy interesante, creo que es una canción bien estructurada, más allá de si te gusta o no el contenido. ‘Mi Viejo’ es un tema aparte, no me puedo meter con la canción. No es la que más me vuelve loco, pero sin dudas tocó un nervio que yo no alcanzo a entender. Es una canción que se toca en 35 países, no es broma. Yo me fijo por la liquidación de Warner, que maneja nuestros derechos internacionales. Esas cosas te hacen pensar: ¿Qué pasó acá? ¿Qué nervio toqué?
Hoy, Tcherkaski vive prácticamente de los derechos de autor de su mayor éxito compositivo. Aunque aclara que su situación no es común dentro del mundo de la música. “Mucha gente piensa que con una canción te hacés millonario. Pero hay muy pocos casos en los que una canción te permite vivir de los derechos de autor, como es mi caso. Salvo que tengas un sentido comercial, como Palito Ortega, que es un empresario. Yo vivo de mis derechos. No me falta nada, pero no tengo empresas ni muchas cosas”, dice.
-Es un buen tipo mi viejo/ Que anda solo y esperando/ Tiene la tristeza larga/ De tanto venir andando. ¿Realmente lo veías así a tu padre?
-Sí. Ese era mi papá. Él cargaba con muchas cosas de las cuales nunca le oí hablar. Creo que por eso murió tan joven, con 52. Sus padres eran terratenientes en Rusia y le habían dado una formación muy sólida, Pero se hizo la revolución, entonces él decidió irse. Viajó por distintos países hasta que llegó a la Argentina. Él era un patricio ruso, hijo de terratenientes, pero vendía sábanas acá, en Buenos Aires. Le costaba mucho entender el lugar al que pertenecía acá, estaba acostumbrado a otro estilo de vida.
De su padre, dice, heredó algunos caprichos. Por ejemplo, no va sale a comer “a boliches”, sino únicamente a buenos restaurantes, y evita las multitudes. Su último libro, “Chau, no va más” (Tercer Tiempo), donde recopila dos entrevistas que le hicieron y el archivo fotográfico de su carrera, se lo dedica a él. “Fue una persona muy importante para mí. Me abrió el camino en el mundo de la literatura, del teatro. Tenía sus arbitrariedades, como todo padre. Pero yo le estoy muy agradecido. Influyó en mí de una manera muy seria”, reflexiona.
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