Minilenguaje
Muchos son los códigos para la comunicación (o la falta de ella), y pocos los códigos éticos en el ejercicio de la vida cotidiana
Hola Lu, cómo va…
–Bien. Estaba con la compu… estudiando para la facu.
–Yo estaba viendo tele. Quería saber si vamos a ver una peli este finde… Hay una promo.
–Podemos ir con Fede, que tiene buena vibra…
–¿Tenés su celu?
Usted se preguntará: Lu ¿era Lucía, Lucrecia, Ludovica, Lucas, Luisa, Luis, Lourdes, Luz, Ludmila, Luisiana, Lucho?
No, en ese caso Lu era Lucila. Y Fede, por supuesto, era Federico, otro no podía ser. Y vibra no es otra cosa que vibración, que vendría a significar, en el contexto de la conversación, buena onda. Lo demás es entendible. Clarito como el agua, ¿verdad?
Así hablamos hoy. Así escribimos hoy. Así vivimos hoy. Todo en un mini-lenguaje. Todo abreviado. Y no sólo los jóvenes. Hay mucha sigla por doquier, muchas mayúsculas: HIV, INDEC, ADN, C5N, TN, HSBC, iPOD, ACV, ONG, PC (que no es el Partido Comunista, sino la compu), etcétera.
Muchos son los códigos para la comunicación (o la falta de ella), y pocos los códigos éticos en el ejercicio de la vida cotidiana. Aunque todos hablen de códigos hoy día, sobre todo en los programas televisivos de chimentos o en las charlas mediáticas de los políticos.
Los hechos, en la vida actual, suceden con gran rapidez. No se puede tardar tanto en pronunciar o escribir palabras que son largas. Nos lleva tiempo y energía, y nos falta paciencia para ello. Nos gusta el ritmo vertiginoso, los flashes, el videoclip, la velocidad de la luz, la instantaneidad de los mensajes de texto, la espontaneidad del chateo.
El castellano es un idioma lleno de palabras agotadoras para la mentalidad de este siglo XXI. No tanto como el alemán, pero incómodas al fin. Nos producen fastidio, que vendría a ser fasti, o algo así, en el lenguaje que está de moda.
Dicen que la palabra más extensa de las aceptadas por la Real Academia Española es electroencefalografista. ¡Tiene 23 letras! ¿Quién la va a pronunciar en la actualidad?
Nuestro vocabulario se va reduciendo día a día, y las palabras que nos quedan se van achicando, minimizando o pulverizando en abreviaturas que a veces parecen verdaderos galimatías.
Mchs bsss, te qro… vendría a ser muchos besos, te quiero (declaración de los enamorados de hoy). Bye… hla… wenas… xoxo… ntp… serían los equivalentes de adiós, hola, buenas, abrazos y besos, no te preocupes). Estos serían tan sólo algunos ejemplos de los productos de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), el nuevo lenguaje del chat o SMS, una verdadera codificación del idioma donde se ven sacrificadas tanto la ortografía como la gramática, en pos de la simplificación y de la velocidad requeridas por la telefonía celular. Es sabido que los mensajes cortos no pueden tener más de 160 caracteres, lo cual habla a las claras de la pauperización que le significan ese tipo de mensajes a la lengua.
Aberraciones prácticas llamó Berta Nogueira Sixto a estas abreviaturas, mezcla de castellano, inglés, spanglish, con supresión de vocales y multiplicación de siglas. Lo califica como "un pseudolenguaje críptico, jeroglífico e indescifrable para algunos, funcional y ágil para la mayoría de la gente, consonántico, casi onomatopéyico". Si bien hace a una comunicación más rápida y directa, es innegable que aumenta la tendencia a escribir con muy pocos trazos, conspirando así contra la riqueza y la corrección de la lengua.
Se me hace, además, que al transformar una palabra en un apócope, le estamos sacando contenido, esencia, vida. Como si la despojáramos de su real significación. Como si abreviáramos su intensidad, su palpitación y, cuando no, su misterio.
Y pensar que las palabras castellanas que más me gustaron, toda la vida, siempre, fueron melancolía y esperanza. Ojalá no se las destroce con alguna abreviatura, porque quedarían exterminadas, sin remedio, no sólo su bella sonoridad, sino también su poesía.
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