Miles Davis v. John Coltrane: la batalla de dos colosos
La historia suele entregar ironías que, a la distancia, resultan indescifrables. Cuesta creer, por ejemplo, que en 1960 el quinteto de Miles Davis y John Coltrane haya sido silbado en el Teatro Olympia de París. Como también sorprende a los ojos de hoy que la actuación de ese grupo inigualable en el recorrido del jazz haya recibido una mirada destemplada en la prensa especializada europea.
El quinteto, hay que recordarlo, estaba en su apogeo en los Estados Unidos. La sociedad entre Miles y Coltrane ya había producido en 1959 el icónico disco Kind of Blue –el más vendido en la historia del jazz– y el sello Prestige había editado cuatro grabaciones excepcionales con ambos en la front line. Coltrane, incluso, había publicado varios álbumes como líder, entre ellos el aclamado Giant Steps.
Todos querían escuchar a Miles y a Coltrane. En el invierno de 1960, especialmente crudo en la costa este, las nevadas obligaron al grupo de Miles a trasladarse en tren desde Nueva York hasta Chicago, donde los esperaba un show en el Sutherland Lounge. Cuando llegaron al lugar había una fila interminable de personas de todas las edades y procedencias que desafiaban la nieve y las temperaturas bajo cero. Y ni siquiera un incendio en un local contiguo espantó a la gente: nadie se movió, no importaba el riesgo. Tocaban Miles y Coltrane.
En esos meses de adrenalina llegó una tentadora propuesta del exterior: en la primavera de ese año el grupo encaró una agotadora gira en la que ofrecieron, entre marzo y abril, más de 20 conciertos en varias ciudades europeas, entre ellas Estocolmo, Oslo, Copenhague, Berlín, Milán y Zurich, además de París. Aunque para Coltrane era la primera salida a Europa, lo hizo a desgano; estaba convencido de que su momento junto a Miles Davis se había agotado. Ya había comenzado a desarrollar una sonoridad alejada del formato que llevó a Miles a una popularidad inédita en los Estados Unidos. Su manera de tocar, desplegando “capas de sonido” –precisa definición del crítico Ira Gitler– había alcanzado en aquel entonces una madurez expresiva que anticipaba la arriesgada exploración estética que ensayaría poco después. Y justamente fueron sus solos en esa gira histórica de 1960 los que aguijonearon los oídos europeos y desataron desaprensivas insinuaciones de reprobación.
Los solos de Coltrane –especialmente su extensión– fueron también motivo de trifulca en la banda durante la gira. Miles tenía que obligarlo a parar porque Trane a menudo se encaminaba a tocar un solo de media hora cuando el set completo no debía superar los cuarenta y cinco minutos. “Me meto en esto y no sé cómo frenar”, se angustiaba. “Muy simple: probá con apartar el saxo de la boca”, lo sacudía Miles.
Pero no lo hacía. Y no solo en escena. Taciturno y ensimismado en su introspección musical, Coltrane se arrinconó en su mundo mientras la gira sumaba funciones, viajes y cansancio. No paraba de tocar el saxo. Jimmy Cobb, el baterista del grupo, lo recordó en la biografía de Miles que escribió Ian Carr: “Tocaba toda la noche, salía en el intervalo y seguía tocando en otro sitio”. Jimmy Cobb tiene 89 años y continúa agitando escenarios en los clubes de jazz neoyorquinos. “En el autobús, Coltrane se sentaba a mi lado y teníamos la impresión de que iba a largarse en cualquier momento”.
El encierro en sí mismo se potenció cuando casi por azar Miles le regaló un saxo soprano en aquellas horas parisinas. Lo cuenta el trompetista en Talking Jazz, un muy recomendable libro de entrevistas que lanzó recientemente la editorial marplatense Letra Sudaca; son diálogos que el músico y escritor Ben Sidran mantuvo con grandes figuras del jazz a fines de los 80. Allí cuenta Miles que su novia lo convenció de atender a “unos chicos” que querían mostrarle instrumentos. A regañadientes los recibió y se quedó con un saxo soprano que le trasladó a Trane. “Nunca lo dejó. Tocó el soprano en el colectivo, en el hotel. Todos los días, las veinticuatro horas. Así logró ese sonido”, presumió Miles. El soprano saltaría a la fama con la exitosa versión de My Favorite Things que Coltrane grabó a fin de 1960, cuando ya había abandonado a Miles.
Por cierto, había algo más que la duración de los solos. Coltrane ya tenía en su cabeza el siguiente paso de su búsqueda y sobrevolaba los acordes con una amplia libertad expresiva y una energía arrolladora, que solía descolocar a la base rítmica. Después de las intervenciones de Coltrane, los solos llenos de swing del pianista Wynton Kelly parecían salidos de un arcón de anticuarios.
Toda esa explosión musical y hasta la reacción divergente de la audiencia se podrán escuchar como pocas veces antes con la edición que anunció el sello Legacy/Columbia de cinco conciertos de aquella fantástica gira. Se trata de una caja de cuatro CD bautizada The Final Tour: Bootleg Series, Vol. 6, que rescata los conciertos de París, Copenhague y Estocolmo de la primavera de 1960. También un vinilo doble con los dos shows en París. Wynton Kelly (piano), Paul Chambers (contrabajo) y Jimmy Cobb (batería) acompañaron a Miles y a Coltrane como parte de una travesía organizada por el productor Norman Granz en el marco del ciclo Jazz at the Philarmonic.
Sería la última vez que los dos colosos del jazz tocarían juntos en vivo. Apenas regresaron de la expedición, Coltrane dejó la banda.
La nueva edición con los mejores shows de aquella gira será seguramente uno de los acontecimientos del año en el mundo del jazz. Este box set, que contó con el visto bueno de los responsables de administrar el legado musical de ambos artistas, aspira a darles un cierre a las numerosas ediciones que se conocieron de esa veintena de conciertos y que circularon con mayor o menor asiduidad y dispares estándares de calidad.
Es que buena parte de los registros que se lanzan ahora fueron recogidos años atrás en álbumes que los iniciados se apuraron a atesorar. Algunas ediciones fueron especialmente trabajadas pero otras, directamente piratas. Los conciertos de Estocolmo fueron editados por el sello Dragon, primero en vinilo y luego en CD. Y los del Olympia de París tuvieron en 2012 una extraordinaria edición argentina, con la restauración sonora a cargo de Roberto Sarfati y una nota introductoria del escritor y periodista Diego Fischerman. Este disco doble, lanzado por Lantower Argentina, incluyó también una presentación posterior del quinteto en el Olympia el 11 de octubre de 1960, cuando Coltrane ya había quedado fuera del grupo, reemplazado por Sonny Stitt.
Buena parte del repertorio estándar de Miles Davis se puede escuchar en la edición oficial que ahora presenta Legacy, desde So What hasta All Blues, pasando por 'Round Midnight, Autumn in New York y Walkin'. Pero acaso lo más atractivo sea la irrupción de los contrastes: el afán superador que se había apoderado de Coltrane en esa época quedó registrado en un choque de estilos que derivó en un quiebre en el rumbo del jazz.
El estallido acaso comenzó a incubarse desde que Miles reclutó a Coltrane y tuvo la astucia de darle alas. Miles adivinó su potencial desde el primer momento y le toleró varios tropiezos personales. Pero el hartazgo no tardaría en llegar: lo echó del grupo una y otra vez por las derivaciones de su adicción a la heroína y el alcohol. Uno de los despidos incluyó golpes en el Café Bohemia de Nueva York tras un show, hasta que apareció Thelonious Monk para contener a Miles y, de paso, llevarse a Trane para su propia banda. Para muchos, esos meses con Monk fueron decisivos para la madurez sonora de Coltrane. Aprendió con avidez de ese compositor y pianista misterioso y endiablado, que también daría un giro a la historia del jazz. Monk le enseñó a tocar simultáneamente dos o tres notas en el saxo tenor y lo estimuló a improvisar de manera vertiginosa en todos los registros.
Pero una vez más volvería a Miles.
Coltrane entendió que tocar junto a Miles debía ser una aspiración necesaria para trascender cuando casi por azar lo tuvo por primera vez a su lado en un escenario. Fue en 1950, cinco años antes de que comenzara la etapa más fructífera de esta sociedad musical y ocurrió en el salón de baile Audubon de Nueva York. Miles se presentó allí con su banda para animar uno de los eventos habituales de esa época, donde la mayoría de los asistentes bailaba mientras un pequeño grupo de fanáticos se derretía al borde del estrado escuchando a sus ídolos. Esa noche empuñaron el saxo Coltrane y Sonny Rollins. Este último, y no Trane, deslumbró entonces a Miles.
Pero fue en 1955 cuando Miles y Coltrane se entrelazaron deliberadamente para dejar una huella imborrable en el sonido de la música popular. El trompetista había decidido relanzar su carrera limpio de adicciones y armar un quinteto, para el cual ya contaba con su amigo Philly Joe Jones en batería, Red Garland en piano y Paul Chambers en bajo. Faltaba el saxo tenor. Miles pensó en Sonny Rollins, que entonces aventajaba a Coltrane en experiencia y proyección, pero no estaba disponible. Luego de sondear a Cannonball Adderley y a John Gilmore, Philly Joe Jones lo convenció de sumar a Coltrane, a quien conocía de la adolescencia compartida en Filadelfia.
Miles quedó eufórico con el sonido que rápidamente desplegó este grupo. “Antes de lo que podía haber imaginado, la música que hacíamos juntos era increíble y me producía escalofríos cada noche”, reconoció en sus memorias. Al público le pasaba lo mismo.
Ya en las maratónicas sesiones de grabación para el sello Prestige, Miles advirtió que en Coltrane no solo había encontrado un sideman de alto nivel sino algo más relevante: la perfecta contraparte para realzar el deslizamiento asordinado de su trompeta. En pocos meses de 1956 el grupo grabó el material que abastecería luego a cuatro grandes discos: Cookin', Relaxin', Workin' y Steamin'.
Pero la revolución llegó con el jazz modal, una creación del compositor George Russell que Miles ensayó en el disco Milestones y cristalizó luego en el célebre Kind of Blue. Miles tenía el instinto de los elegidos: sabía cuándo debía decidirse a tocar a contracorriente de las modas. Así, sus composiciones comenzaron a descansar en escalas o series de escalas antes que en patrones o secuencias de acordes, lo que obligaba a los solistas a confiar en su sentido innato de la melodía para lanzarse a improvisar. Para Coltrane fue el puntapié inicial de una búsqueda que no cesaría hasta su muerte, en 1967.
Kind of Blue, grabado en 1959, marcó la consagración definitiva de Miles Davis, cuyo quinteto pasó a ser sexteto al incorporarse Cannonball Adderley en saxo alto, Bill Evans en piano en lugar de Red Garland y Jimmy Cobb en batería en reemplazo de Philly Joe Jones. No solo la prensa especializada hablaba de ellos, las revistas Time y Life les dedicaron artículos elogiosos y se multiplicaron las propuestas de giras y shows. A pesar de un contexto social esencialmente hostil con los artistas negros, se abrían paso en una industria dominada por los blancos.
Por ese entonces Coltrane ya palpitaba la ruptura que llegaría al año siguiente. Apenas dos meses después de las sesiones de Kind of Blue, grabó como líder Giant Steps, casi una declaración de independencia. Para ese álbum del sello Atlantic Trane convocó a Tommy Flanagan (piano), Paul Chambers (contrabajo) y Art Taylor (batería). Toda la música fue compuesta por Trane.
Tras la gira europea de 1960, los caminos de Miles y Coltrane solo se cruzarían ocasionalmente. Alguna jam session y como último registro en estudio la participación de Coltrane en dos cortes del disco Someday My Prince Will Come, que el quinteto de Miles –con Hank Mobley en saxo– editó en 1961. El divorcio, sin embargo, no se tradujo en encono mutuo. Alice Coltrane, la última mujer del saxofonista, reveló que él nunca dejó de referirse a Miles como “The Teacher”. Y Miles, cuando poco antes de la separación un periodista le preguntó si no creía que Coltrane iba demasiado lejos, respondió, en uno de sus contados atisbos de humildad: “No, debe ser que yo no soy capaz de llegar tan lejos como él”.
Liberado de Miles, Coltrane desplegó en lo que le quedaría de vida una contundencia sonora casi desgarradora, llevando al límite su exploración musical y espiritual, como refleja el documental Chasing Trane, disponible en Netflix. Esa presión sobre las fronteras del jazz condicionó a todos los saxofonistas que llegaron después. Aún hoy su vanguardismo resiste firme. Murió joven, a los 40, hace ya medio siglo. Miles lo sobrevivió casi 25 años. Los aprovechó, como todos saben, para cambiar varias veces la dirección del jazz.