Maximiliano Corach, hijo del exministro Carlos Vladimiro Corach, se alejó del peronismo con la llegada de los Kirchner al poder: “Hoy Menem no sería oficialista”, dice
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Es, de alguna manera, hijo del menemismo. Su padre es Carlos Vladimiro Corach, exministro del Interior de Carlos Menem. Pese a ser fanático de River Plate, eligió jugar con Mauricio Macri cuando el expresidente de Boca Juniors se metió de lleno en la política. En 2005 comenzó a trabajar en el equipo de Horacio Rodríguez Larreta, con quien construyó un vínculo de mucha cercanía y confianza. Hoy tiene un rol clave en su campaña, como encargado de acercar aliados del interior del país y coordinar las recorridas del actual jefe de Gobierno porteño por la Argentina.
Maximiliano Corach (50) es del barrio de Palermo, aunque desde que se separó vive en Pilar. Su otra casa es un local partidario en Guatemala y Thames. Pero antes, cuando militaba dentro del peronismo, lo tenía a pocas cuadras y era una Unidad Básica. Es padre de dos hijas: Micaela (22) y Victoria (19). Estudió Derecho pero no llegó a recibirse. Está en la política “desde siempre”. Es el menor de tres hermanos, aunque es el único que al día de hoy sigue los pasos de Corach padre. Actualmente es subsecretario de Relaciones Interjurisdiccionales del Ministerio de Gobierno porteño.
-¿Cuándo arrancaste con la política?
-Desde que tengo uso de razón acompañé a mi viejo en la política. En los asados del domingo no se hablaba de otra cosa. Mi hermano mayor, Hernán, fue presidente de la Juventud Peronista Nacional, en la que militábamos todos a fines de los 90. Andrés es el otro y también hizo política. Pero después de que Menem se bajó de la segunda vuelta en 2003, ellos no militaron más. Y yo ahí me metí en lo que en ese momento era Compromiso para el Cambio.
-¿Primer recuerdo de la política?
-El famoso acto del cajón de Herminio (Iglesias). Me acuerdo que mi viejo en ese momento era muy cercano a (Deolindo) Bittel, aparte de ser apoderado general del Partido Justicialista. La fórmula presidencial era Luder-Bittel, y estando ahí lo vi pasar a mi viejo en el auto con Bittel por la Avenida 9 de julio rumbo al palco. Yo estaba con Juan Carlos “El loco” Castro, amigo de muchos años de mi viejo, tal vez quién más me llevó a militar, a pintar...
-¿Tu padre te tenía “encargado” para que te cuidaran?
-No, ni ahí. Al Loco lo quería mucho. Falleció hace unos años. Era una persona muy cercana. Pero no, ni ahí se metía mi viejo. Nunca nos empujó a la militancia política. La verdad es que nunca nos empujó a nada. Ni a determinada carrera... Siempre estuvo muy presente, no es que le daba lo mismo todo, pero siempre nos educó con mucha libertad para que nosotros decidamos para donde disparar.
-Fuiste peronista de cuna, pero decidiste seguir en política por afuera del peronismo ¿por qué?
-Después de Menem fue no encontrar un espacio donde sentirse representado. El kirchnerismo no lo era, ya que unos de sus ejes principales era criticar todo aquello que nosotros habíamos defendido y por lo cual habíamos peleado muchos años. Siempre sostengo que en algún momento la coherencia tiene que garpar en política. Mis hermanos no encontraron un lugar. Y a mí me gustaba la idea de un espacio nuevo, diferente, donde se diera la oxigenación con gente que viniera de afuera de la política. Y bueno, fue lo de Mauricio, con quien ingresó mucha gente. Yo venía de ser secretario general del PJ en la circunscripción 18, que era Palermo, la que hoy sigue siendo mi comuna. Era una manera distinta de hacer política. Soy muy hincha de River y la verdad es que lo sufrí a Mauricio, porque presidió la mejor época de Boca...
-¿Macri se ganó tu respeto desde el fútbol?
-Boca no ganaba nada hacía 20 años y de repente apareció Mauricio y lo llevó a lo más alto. Y a nivel país, veníamos de una crisis muy profunda como la del 2001, no solo económica sino política. La semana de los cinco presidentes, la pérdida de gobernabilidad, la pérdida de respeto a la investidura presidencial, a las instituciones. Era todo muy confuso. Y me parece que la política necesitaba de un outsider como Mauricio, que creo que marcó un camino.
-¿Qué recuerdo tenés de tu papá como ministro?
-Tenía 22 ó 23 años cuando mi viejo asume. Era enero del 95 y yo estaba en de vacaciones en Brasil con unos amigos, en un pueblito muy al norte que se llama Canoa Quebrada. Totalmente desconectado del mundo. Lo llamo a mi abuelo y le digo si no me pueden cambiar el pasaje, que quería quedarme unos días más. Y él me responde “¿Pero vos dónde vivís? ¡Mañana asume tu viejo como ministro del Interior!”. Me quedé totalmente descolocado. Estaba en el medio de la nada, en un pueblito de pescadores... No llegué a la asunción pero me tuve que volver (ríe). Creo que asumió un 12 de enero. Llegué a Aeroparque con el pelo por la cintura y una camiseta de la selección de Brasil, quemado por el sol. Me subí a un taxi y fui derecho para mi casa. Al estacionar veo policías en la puerta. Me llama la atención. No tenía ni llaves. Voy a tocar el timbre y se acerca un policía, y me dice “disculpe, señor, ¿usted es el hijo del ministro?”. Le digo, “claro, sí”. No lo podía creer, con esa facha. Entonces le dije a mi viejo que me quería ir a laburar con él, gratis, a Gobierno. Y bueno, me voy a la privada, imaginate lo que era para un pibe de mi edad que le gustaba la política, meterse en el Ministerio del Interior. Pero todo tiene su precio. “Ta’ bien, venite a Gobierno, pero te cortás el pelo”, me tiró. El venía con eso hacía meses, años. Y me la ganó.
-Tu padre marcó época con sus recordadas conferencias de prensa en la puerta de tu casa, cada mañana, tempranito.
-Cuando salía de casa antes que mi viejo, abría la puerta del ascensor y automáticamente se prendían las luces de las cámaras de televisión que lo estaba esperando. Me acuerdo la última conferencia de prensa en la puerta de casa, el 10 de diciembre del ´99. Yo salí antes y, como siempre, estaba repleto de periodistas. Pero los muchachos de CQC habían armado un show, mariachis, bailarinas, payasos... Muy divertido. Para mí fue un aprendizaje ver cómo mi viejo marcaba la agenda, llevaba la vocería del gobierno...
-¿Sufrías de alguna manera el poder que tenía en sus manos tu padre?
-Te mentiría si te dijera que sí. A mi viejo nunca lo vi en una situación que me hiciera creer que sufría el poder. Tampoco se volvía loco, lo tomaba como algo natural. Una gran virtud que admiro de mi viejo es la conciencia de que uno está de paso. De que el poder no es tuyo, que es del lugar que ocupás momentáneamente. Y lo tenés que usar para lo que lo tenés que usar. Ni abusarte del poder, ni creerte que sos el dueño del poder. Nunca tuve custodia, siempre salí de noche, la verdad que fui bastante bravo, de ir a la cancha... Nunca sentí una diferencia porque mi viejo fuera ministro ni nada de eso.
-¿Qué pasó con ese viejo estilo de hacer política?
-Con el Colo (Santilli), con Cristian (Ritondo) militábamos en la misma juventud peronista y pegamos el salto... Lo hicimos con la idea de que veíamos un peronismo que se iba pareciendo a lo que nosotros criticábamos de otros partidos. Comités con tres personas tomando mate. No había discusión política, generación de nada... Y arrancamos con la idea de renovar al peronismo de la Ciudad de Buenos Aires. Cuando Menem se bajó de la segunda vuelta lo que vi fue un peronismo que iba a ser conducido por un kirchnerismo que no me representaba, ni desde el discurso, ni desde la realidad. Nosotros, por haber militado en la juventud peronista nacional, conocíamos lo que era Néstor y lo que era la política de Santa Cruz. Que no era otra cosa que lo que después fue a nivel nacional. No hubo sorpresas. Néstor hizo en la Nación lo que ya había hecho en la provincia.
-¿Desde qué lugar te fuiste acercando a Macri?
-Me acerqué a través de Rodrigo Herrera Bravo, uno de los operadores políticos de Compromiso para el Cambio. Ingresé haciendo fiscalización en la elección del 2003. Palpitando esa campaña. Era gracioso porque para pegarle a Macri, nos ponían carteles que decían “Macri=Menem”. Y a mi me ponía orgulloso que fuera así. Elegí bien, decía (ríe). Después de la elección quedé medio de costado, mirando. En 2005 me contactó gente de Horacio Rodríguez Larreta, que ya estaba armándose territorialmente en la ciudad. Y empecé a trabajar con él. Estuve del 2007 al 2011 con Guillermo Montenegro en Seguridad, participé en la creación de la Policía Metropolitana. En el 2011 fui presidente de mi comuna, mi primera vez en una boleta del PRO con el apellido Corach. Y conste que no estaba ahí por ser “hijo de”, estaba ahí por mi propia historia. Gané y después obtuve la reelección, en el 2015, con el 58%. Después me convocó Guadalupe Tagliaferro para ir con ella al Ministerio de Desarrollo Social, donde fui subsecretario de Fortalecimiento Familiar. Tal vez uno de los espacios desde el que se trabaja con la gente más necesitada. Me encantaba el trabajo social. Estuve 6 años. Me encargué en ese tiempo de la relocalización de las familias del Elefante Blanco. Llevamos el ministerio a esa zona. Luego vino la pandemia. Había que encontrar lugar para toda la gente que estaba en la calle, y había que hacerles entender que iban a estar más cuidados en centros de inclusión que en la calle. Con toda lógica te decían “pero en un lugar con otras cincuenta personas voy a estar peor”. Terminamos en el Parque Roca, buscando espacios al aire libre, y usando los galpones de las Olimpiadas de la Juventud. Fue un golazo. Aprovechamos la crisis para hacer un trabajo más profundo: documentamos un montón de gente. Desde el Estado se puede hacer tanto por el otro.
-¿Y hoy estás en campaña con Horacio Rodríguez Larreta?
-Sí, ando por el país. Acercándolo a gente interesada en que sea presidente. A Patricia le tengo mucho respeto y cariño, fue la jefa de campaña de mi viejo en el 94 cuando él fue candidato a convencional constituyente. La conozco hace muchos años. No creo en la grieta, la política es todo lo contrario. La política es el diálogo, es la búsqueda de consensos, de soluciones para la gente. Cuando nos peleamos entre los políticos nos olvidamos que nuestro deber es buscar soluciones para los problemas de la gente. Horacio es un gran gestor. El ritmo y el método que le imprime a la gestión llama la atención. También lo admiro desde la templanza, del no engancharse con las agresiones. De no criticar para adentro, no dar golpes abajo del cinturón.
-Hace unas semanas, sin embargo, decidió jugar fuerte contra Macri.
-Horacio no huye de los conflictos, no los busca. Y tiene templanza para no engancharse en discusiones que no llevan a ningún lado. Pero cuando tiene que resolver un conflicto que le viene, siempre lo encara y lo resuelve con firmeza. Pasó con el tema de las escuelas abiertas en pandemia, con la coparticipación. Con lo de las elecciones concurrentes es distinto, porque acá solo se trató de respetar la ley.
-¿Querés volver a las urnas?
-Depende para qué. Ni quiero ni dejo de querer. Si veo que se da la oportunidad para algo que me gusta, lo veré. Pero no me veo hoy para un trabajo legislativo. Me gusta más lo operativo. Esto que estoy haciendo de recorrer, hacer política...
-¿Y le pedís algún consejo a tu padre?
-Hablaría muy mal de mí si no lo hiciera. Claramente sí. Más allá de que es mi viejo, caminando por el país, veo que mi viejo, que salió de la política activa en el 2001 cuando terminó su mandato en el Senado, todavía es un tipo respetado. Cualquier actor político de cualquier color político tiene un respeto y una admiración increíble por él. Estén o no de acuerdo políticamente, lo respetan.
-¿Hoy Menem sería oficialista o estaría con Juntos por el Cambio?
-Siempre fue un tipo de buscar consensos. De diálogo y consenso. De hecho, el consenso más importante que se hizo en la Argentina en la historia contemporánea fue el Pacto de Olivos. Y el espacio que hoy busca diálogo y consenso es Juntos por el Cambio. Sin duda hoy Menem no sería oficialista, estaría de este lado.
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