En el Día Internacional del Síndrome de Down, Jacinta presentará su libro, Confiá en mí; el evento será en el Cenard, donde ella entrena
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Hay dos frases que Jacinta Martínez Ranceze (20) repite siempre que la ocasión lo amerita. “La primera es: me gusta mi vida -dice, con una sonrisa tímida, sentada en la mesa de su galería-. La segunda es: confiá en mí”.
Su madre, Raquel Ranceze, se ríe al escucharla. La segunda frase le hizo recordar un verano en Mar del Plata, cuando una iniciativa de su hija la hizo pasar una hora paralizada por el miedo. “Estábamos en la playa y Jacinta vio que había una carrera de aguas abiertas de 2000 metros. ‘Mamá, yo quiero correrla, quiero correrla’. Eran todos guardavidas los que corrían, y Jacinta me decía: ‘Mamá confiá en mí, yo sé que puedo’. Era una locura: ella hacía nado sincronizado, no natación, ¡y no había entrenado! Los organizadores me dijeron: ‘tranquila, que siempre hay botes y kayaks al costado, por si alguno se cansa’. Eran 2000 metros en el mar, con olas. En la primera rompiente, la perdí de vista y recién a la hora vi que volvía”, cuenta, entre risas.
Las dos frases de cabecera de Jacinta reflejan distintos aspectos de su personalidad: la primera -”amo mi vida”-, su alegría y la pasión con la que encara cada objetivo que se propone; la segunda -”confiá en mí”-, su espíritu temerario. Desde hace cinco años que Jacinta, nadadora artística con síndrome de down, compite representando al país. En ese lapso ha obtenido más de 10 medallas de plata y oro. Pero las más importantes son las obtenidas en el Open Europeo de Natación y Natación Artística de Cerdeña 2019, donde alcanzó el primer puesto en las categorías “solo técnico” y “solo artístico”, anteponiéndose a las número uno del mundial anterior. El próximo paso es claro para ella: los Juegos Paralímpicos de París 2024.
El lunes pasado, Día Mundial del Síndrome de Down, fue una fecha importante para ella, no solo porque ganó la medalla de oro en los Juegos Nacionales Tri ‘21 -campeonato en el que participan adolescentes y jóvenes con síndrome de down de todo el país-, sino también porque después, horas más tarde, presentó su libro, Confiá en mi, escrito por Lorena La Terza, donde cuenta su vida, su carrera profesional como atleta y sus metas.
-Como nadadora, ¿cuál es tu sueño?
-Inspirar a la gente con honor y dedicación. A mi me encanta inspirar a todos. Tengo una cuenta de Instagram en donde subo todas las cosas que hago. Quiero que otros chicos con síndrome de down se animen a nadar.
Pez, no: sirena
La carrera de Jacinta en la natación artística es corta si se la compara con la de la mayoría de los paratletas, pero su vínculo con el agua es de toda la vida. Empezó a nadar a los seis meses de edad, al principio, con su madre en clases de matronatación. “La tiré al agua y la amó, no quería salir. Ya cuando tenía un año y pico, empezó natación sola y nunca más la dejó. Ella era feliz en el agua”, dice Raquel. “Como una sirena”, acota Jacinta.
Cuando era chica, ella lloraba porque quería ser una sirena. “Hasta soñaba que era una sirena -recuerda Ranceze-. Jachu fue a un colegio común, al Jesús María. Le costaba más lo académico que a sus compañeras, tenía una maestra integradora, pero sobresalía con la natación. En los cumpleaños con pileta se lucía: tenía un montón de amigas que no nadaban, ¡y ella era un pez!”, cuenta. “Sirena”, la corrige su hija, con una sonrisa pícara.
Jacinta se lució enseguida en la natación artística. En 2017, una referente de nado sincronizado la contactó porque estaba buscando a una adolescente con síndrome de down que quisiera empezar a competir en el deporte. Su desempeño impresionó no solo a la profesora sino que también a todo su entorno. A los seis meses de haber empezado a entrenar, la joven ganó la medalla de plata en el Abierto de Cancún, donde compitió con paratletas de toda la región. “Era una competencia para chicos con discapacidades cognitivas. Había chicos, por ejemplo, con autismo, que físicamente son como cualquier chico sin discapacidad. Y, de todas formas, Jachu salió segunda”, recuerda su madre, orgullosa.
A partir de ahí, la vida de la joven cambió. Dejó atrás muchas de las actividades que hacía, como, por ejemplo, taekwondo y natación, y se abocó al nado sincronizado. Empezó a entrenar tres horas, tres veces por semana. Después del colegio viajaba en el Cenard con su nueva entrenadora.
Al año siguiente, viajó junto a la selección argentina paralímpica al mundial, en Canadá, donde compitió en cuatro disciplinas: solo libre, solo técnico dúo -con una joven de Mar del Plata- y grupo -con tres de Mar del Plata-, y ganó cuatro medallas de plata. En 2019, ganó las dos medallas de oro en los juegos panamericanos de Cerdeña. “Le ganó a las chicas que le habían ganado en el mundial de Canadá, fue increíble”, cuenta su madre, que, a la vez, destaca el gran esfuerzo que hace su hija por mejorar. Como siempre dice ella, lleva la bandera argentina con honor. Entrena aunque haga frío, calor, llueva o truene. Entrena con todas chicas que están compitiendo. Lamentablemente, ella es la única chica con síndrome de down haciendo natación artística en Capital”, dice Raquel.
En noviembre del año pasado, la editorial Párrafo Aparte contactó a Raquel para ofrecerle hacer un libro sobre la trayectoria deportiva de su hija. El libro, que se publicará el lunes, forma parte de la colección infantil Somos Deportistas. Los cuatro libros de la colección, cada uno sobre un triatleta diferente, tienen un formato inclusivo: cuentan con un QR con el audiolibro, para que quienes no puedan leer o ver puedan escuchar las historias.
-Jacinta, ¿cómo te sentís en el agua?
-Me siento feliz, contenta, con adrenalina. Por eso siempre estoy adentro de la pileta.
-Además de tus logros y medallas, ¿de qué otras cosas habla el libro?
-De que me gusta mi vida. Siempre lo digo: soy muy feliz. Me gusta mi familia, mis entrenamientos, mis amigos, los trabajos que hago, todo.
Además de entrenar nueve horas semanales, a fines del año pasado Jacinta terminó una carrera universitaria de dos años: Formación para el Empleo, en la Universidad Católica Argentina. Actualmente, está terminando el seminario de Catequista, en la Catedral de San Isidro. “Voy a enseñarle a los niños a creer en Dios”, dice. También, hace un curso de Panadería Profesional y estudia Cocina en el IAG.
“No paro”, dice entre risas. Su madre también se ríe: “Cuando yo le digo: ‘Jacinta, pará un poco’, ella me dice: ‘No quiero parar’. Con mi marido prometimos nunca decirle que no, porque los ‘no’ ya los tiene afuera, en la vida”.
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