Marcelo comenzó a sentir un desgaste físico y mental muy importante y hasta llegó a creer que su vida era un problema. La muerte de un familiar muy querido y la separación de la madre de sus hijos le posibilitaron hacer un giro de 180 grados.
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Durante 14 años Marcelo Romano (50) se desempeñó como productor de seguros atendiendo a clientes particulares y a empresas. Lo que más le gustaba de su trabajo, cuenta, era el contacto y el servicio a los clientes. En cambio, lo que menos le agradaba era el desgaste que ocasionaba la parte administrativa y cuando debía hacer los trámites de liquidación por siniestros.
En el año 2013 comenzó a sentir el desgaste mental y físico que le estaba ocasionando esta actividad. “En un momento empecé a sentir que mi vida era un problema, llevaba eso conmigo las 24 horas del día y lo empecé a padecer. Ahí empezó todo esto de el replanteo. Sentía la infelicidad propia de hacer lo que no me gustaba. Me pesaba cada vez más levantarme e ir a trabajar. Los problemas típicos del trabajo ya me pegaban mal. Cualquier cosa sea pequeña o grande me molestaba cada vez más. Mi situación económica era muy buena, pero no era feliz con eso”, rememora, a la distancia.
Las razones por las cuales decidió cambiar de rumbo
En ese momento supo que tenía que dar una vuelta de timón. Tenía claro que ese no era el rumbo. Sin embargo, el clic que le permitió barajar y dar de nuevo se iba a producir unos meses más adelante. “En enero de 2014 mi ex suegra falleció de muerte súbita. Era alguien a quien amaba en mi vida y me hacía muy bien. Cinco meses después de ese episodio decidimos tomar distancia con la mamá de mis hijos después de 20 años de convivencia. A esa altura también me pesaba cada vez más mi trabajo”.
Marcelo estaba dejando su casa, cuenta, en buenos términos, pero con el dolor que la separación significaba. En medio de ambos duelos comprendió que debía empezar de 0 en el plano laboral. “Jamás dejé de moverme, tanto física como mentalmente. El desafío de pasar todo el dolor que estaba viviendo parecía que me hacía más fuerte. Necesitaba cambiar”.
Un recuerdo de la infancia lo conectó con su pasión
En una de esas noches en soledad en las que Marcelo se sentaba a tomar un café con él mismo para analizar las diferentes alternativas laborales que podría llegar a encarar, se le apareció un recuerdo de la infancia que marcaría un antes y un después en su vida.
“Me acordé cuando tenía cinco o seis años y mi abuelo Toto (era sastre desde sus 14 años) cocía y cortaba telas en la cocina de la casa porque no tenía atelier o taller de corte. Lo recuerdo con sus anteojos, tijera en mano cortando tela para confeccionar un saco gris oscuro. Recuerdo la madera de la mesa donde cortaba. Sus manos, las agujas, la tiza. Abrir los cajones de esa mesa y encontrar dedales, hilos, reglas, tijeras y unas mantas para planchar”, se emociona.
Además, su abuela era pantalonera por lo que Marcelo creció viéndolos trabajar en la cocina de su casa haciendo trajes de forma artesanal.
Un negocio que fusiona sus dos pasiones
En un abrir y cerrar de ojos, en medio de hermosos recuerdos y movilizantes emociones que no estaba dispuesto a evadir, comprendió que lo suyo tenía mucho que ver con todas esas vivencias que por algo las tenía atesoradas en su corazón. “Creo que la sastrería siempre fue parte de mí, solo tardé tiempo en encontrar esa pasión y la manera de combinarla con mi parte más rockera. Cuando elegí y sabía lo que quería hacer o por donde ir, nunca hice un estudio de mercado para ver si era negocio o no lo que había elegido. Elegí directamente lo que quería hacer”.
De esa manera nació SAZKAT, una marca de indumentaria que se dedica al diseño y trabajo artesanal de trajes. Hoy se especializa en novios y vende sus productos a hombres de todo el país que buscan tener un traje que puedan usarlo tanto con camisa y corbata como con una remera punk y unos borcegos. Es la propuesta del encuentro entre la elegancia y la rebeldía en un mismo traje, demostrando cómo la indumentaria puede ser, sobre todo, una forma de expresión, según él mismo explica.
Marcelo dice que su negocio es la fusión perfecta entre sus dos pasiones: la sastrería y el rock, que estuvo y está presente en su vida todo el tiempo. “Escuchando rock he soñado y sigo soñando, me alegra, me hace pensar. Y el tema pilcha me fascinó siempre, un gusto natural por mirar, por los colores, por las distintas telas. Y elegir la sastrería es como la frutilla del postre a todo lo que me gusta en cuanto a prendas. Y mi pasado tiene que ver directamente con eso”.
Sorpresa y media
Además de que le está yendo muy bien en su nueva actividad, con sus trajes Marcelo logró captar la atención de Andrés Ciro, ex líder de Los Piojos. “Lo que me pasó con él fue que lo vi siempre como un referente del rock, toda la vida me gustó su manera de vestir y de manejarse en el escenario y de trascender en el tiempo”.
El sueño de Marcelo era poder vestir a Ciro y a través de la vestuarista Paula Balmayor (que le mostrٗó la ropa al cantante) logró tener una reunión cara a cara en la que el artista se probó varios de sus trajes. “A partir de ahí lo empecé a vestir con SAZKAT, tienen mucho que ver él y la marca. Ahí empezó todo. Es como irreal que una figura como él y con todo lo que representa, lleve la pilcha que diseño”.
Ahora que Ciro luce sus trajes, Marcelo tiene otro deseo, “una epopeya”: tiene ganas de vestir nada más y nada menos que a Robert de Niro quien, dice, le recuerda a su padre. “Amo sus películas y a él como actor. Fui muy feliz viendo sus interpretaciones”.
“Animarse a cruzar la línea del miedo y no parar jamás”
Marcelo define su nuevo trabajo como un enamoramiento y casi que no para porque se dio cuenta que lo hace sentirse como “en otra dimensión” desde que toca una tela para algún cliente, imaginándose a la gente con distintos looks, colores y siendo feliz con lo que se ponen.
Por último, Marcelo desea compartir un mensaje con aquellas personas que no están satisfechas con su trabajo y, tal vez, no encuentran la forma de poder dar ese giro de 180 grados para ir en busca de sus sueños. “Pueden elegir hacer lo que quieran, lo que se les antoje. Solo hay un día que empieza todo. El día que se animan a cruzar esa línea que los separa de todo lo demás, la línea es el miedo, lo que no te deja ser. Les aconsejo que se animen a cruzar esa línea y no parar jamás”.
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