"Mi ídolo es un abusador": feminismo y fanatismo en la era de la deconstrucción
Una mañana vi la secuencia en la que la cantante Lali Espósito saludaba por primera vez personalmente a Charly García y le decía "hola, soy Lali. Hago música", a lo que él le respondía al oído "La música ya está hecha", y se iba. Me pareció un gran momento entonces lo puse en Twitter festejando "la genialidad" de este tipo que, cuando se me pasó el amor por Nick Carter de los Backstreet Boys, fue uno mis ídolos de la adolescencia. Para qué. Se me armó un lindo lío en las menciones porque todas las laliliebers (fans de Lali) me saltaron a la yugular. "¿Vos te decís feminista y defendés a un abusador de poder?", "la ningunea a Lali, eso es violencia de género", "hipócrita", "machista", "mala persona", "fracasada" y un sin fin de hermosos halagos hacia mi persona y mi profesión.
Cuando me di cuenta de que eran centenares y venían por mi cabeza, borré el tweet cual cobarde pero adivinen qué, ¡fue peor! Las lalitas me querían comer cruda. El hostigamiento duró varios días y si bien me lo tomé con humor, al principio me sentí mal porque es verdad, Charly no tiene muy buena prensa dentro del feminismo, pero después de hablar mucho con un amigo feminista y fan, llegamos a la conclusión de que Charly rompió tanto que se rompió a sí mismo y que por eso es un toque inimputable. ¿O no lo es? Como no sé la respuesta, pensé en preguntarle a gente que capaz sí la sabe.
¿Qué pasa cuando un ídolo te defrauda? Cuando ya bancarlo a él es bancar las barbaridades que dice, cuando sentís que tenés que pronunciarte en contra pero lo amás tanto te da bronca. ¿Es el feminismo el culpable de todas estas circunstancias que nos ponen en la espada y la pared del amor incondicional hacia un completo desconocido? Hete aquí esta nota, para responder a todas esas preguntas porque, quien no admire a algún personaje medio polémico, que tire la primera piedra.
"Es parte de mí"
Natalia Garavano es socióloga, feminista y sostiene que nuestra generación está asistiendo a la muerte de los referentes "totémicos". "Están prácticamente todos sucios, a diferentes niveles. Algunos porque abusaron de chicas, otros porque declararon cosas terribles. Entonces se nos hace muy difícil, porque nuestra subjetividad y nuestra historia se construyó atravesada por canciones de Attaque o la Bersuit sonando en el programa de Mario Pergolini, viendo películas de Woody Allen, actuadas por Johnny Depp o Kevin Spacey, leyendo poemas de Neruda, etc. Estamos tratando de consumir nuevos y nuevas artistas, de escuchar y leer mujeres, lesbianas, trans, y de revisar la obra de los que consumimos durante años con una mirada de género, pero es difícil erradicar todo. Algunas cosas decantan solas. Hoy Pergolini queda desubicado, por ejemplo. Pero yo sigo escuchando Attaque porque forma parte de mí", cuenta.
Es que sí, todos esos personajes fueron interpelados en este tiempo y son hoy apartados- un poco más un poco menos- del consumo libre de machismo pero, ¿hay que dejar de escuchar lo que nos encanta? "Yo lo que creo es que no tenemos que castigarnos a nosotras mismas y no consumir algo que nos gusta porque la otra persona es mala persona. Me parece que identificar y ser consciente de que la persona que escuchamos o leemos es un misógino, un machista, o incluso un violador, es importante porque, además, los humaniza. No son monstruos. Son tus ídolos. Hasta hace poco el serlo funcionaba como escudo para exculparlo de sus ´excesos´. Estaba bien visto que los tuviera, incluso. ´Es rock´. Ahora no es tan así. La fama y el talento dejaron de ser garantía de impunidad. Ojalá pasara lo mismo en los estadios de fútbol. Pero ese es un camino que todavía hay que transitar y un espacio que hay que empezar a deconstruir", sostiene Natalia.
Cuando el público deja de "bancar"
Quien opina lo mismo respecto a la impunidad de los ídolos es Benito Cerati, cantante y creador de Zero Kill. "Cuando un artista abusa de su poder como ídolo para ejercer poder sobre el otro, hay ahí una diferencia. Mucho de lo que pasa con los ídolos es que se los endiosa y ese endiosamiento es terrible. A muchos artistas les gusta este jueguito del poder y de creérsela y ser inmunes. Justo ayer leía una cita de la cantante de Garbage, Shirley Manson, que decía que ´el artista muchas veces se olvida de que el poder real lo tiene el público´. Y así creo que lo es", detalla Benito.
Como momento icónico de las denuncias dentro del mundo del rock podemos citar el caso del cantante de El Otro Yo, Cristian Aldana. En abril de 2016 se hizo pública una denuncia del año anterior por pedofilia y abuso sexual. Meses después la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres la formalizó como penal y lo acusó de abuso sexual agravado y corrupción de menores porque tomó testimonio a seis chicas que manifestaron haber sido abusadas por el cantante desde muy jóvenes. Cuando todo salió a la luz, me acuerdo que fue Nicolás Zamorano, o más conocido como Zabo, quien, al frente de la conducción de un programa en Much Music, empezó a viralizar las denuncias y a darle rosca. "Cuando lo hice fue por culpa, porque toda las aberraciones que se dan en el arte y en los medios están normalizadas por la necesidad de ´llegar´, de cruzar esa línea donde toda la contaminación ya no te toca. Las ganas de quedar bien para que te sigan acreditando a festivales, no hacer enojar a un prensa y cosas por el estilo te alejan de la realidad", cuenta.
Y sí. El ídolo goza de éxito y el éxito te da la sensación de poder todo. El temita es que ahora hay cosas que ya no se dejan pasar y ese todo ya no es tan todo. "El fin de semana que salieron las denuncias a varios músicos me puse a pensar cuantas veces le sostuve el micrófono en la radio y en la tele a gente que yo sabía que eran unos tipos de mierda. A partir de ese click desde el programa lo único que hice fue darle aire a la revolución que se estaba dando en las redes gracias a las mujeres que se animaban a hablar. Mientras hicimos el especial iba chequeando mi celular y me reía con las amenazas de cartas documentos de parte de managers que un rato antes me amaban", detalla Zabo.
¿Hay que separar la obra del artista?
La verdad es que el interrogante, dicho rapidito, parece fácil de responder pero lejos está de serlo. Julian Baglietto, cantante de Huevo, considera que sí, que "claro que hay que separar al artista de su obra, una cosa es la personas que ejecuta el arte y otra el arte que se ejecuta", pero al segundo repiensa un poco y agrega reflexivo: "Igual para estar de acuerdo con el arte de alguien también hay que estar un poco de acuerdo con cómo piensa el otro, con cómo se mueve. Me parece que tampoco se puede pasar en alto la personalidad del artista, eso también hace al arte".
Después de la caída estrepitosa de El otro yo, vino La ola que quería ser chau, Salta la banca y Utopians como algunas de las bandas argentinas que se disolvieron por distintas denuncias sobre abuso o acoso sexual. "No es tan fácil y sobre todo si son amigos, pero por más que sea doloroso hay que tomar las medidas que hagan falta. No hay que ser tibios cuando se habla de estos temas y si hay alguna acusación, hay que ponerse serios y darle la bola que merece", asegura enfático Julián.
¿En qué consiste separar al artista de su obra? ¿No ir a verlo más? ¿Dejar de escuchar su música? No parece una tarea fácil. Sobre todo si este, por ejemplo, no cometió un delito penal, pero lo cierto es que en casos en los que las denuncias a personajes públicos consiguen mucha repercusión, penal o no, al acusado se lo castiga igual. "El castigo es algo que cambia constantemente en las sociedades. En nuestra sociedad tenemos el derecho penal, las garantías y la Constitución. Se castiga de determinada manera, siempre y cuando haya un delito. En ese caso, la justicia inicia una causa que supone garantías. Si no hay delito, la persona no tendría por qué dejar de trabajar. ¿Pero todo tiene que seguir así, como si nada hubiera pasado? No. Acá entra en juego otro tipo de castigo: la condena social. El repudio social existe, sea o no la acción en cuestión un delito. Cordera dijo una atrocidad y eso impactó en su carrera. No apareció más. ¿Cometió un delito? No. Pero la sociedad lo castigó fuerte igual, repudió sus dichos y no volvió a subirse a un escenario. Con Juan Darthes pasa algo similar, la mayoría de las actrices van a pensarlo dos veces antes de firmar algo donde esté él", especifica Natalia.
Por su parte Zabo sostiene que, si bien es difícil dejar de escuchar lo que amás o te marcó durante muchos años, tienen que perder por lo menos el apoyo económico de las empresas. "Creo que los que deciden emplear o financiar a una persona que hace las cosas mal avalan ese comportamiento y provocan que otras víctimas que están a punto de animarse a hablar se echen para atrás", opina.
"Una cosa es cómo es un artista en su vida personal y otra cuando ese artista realiza un abuso. Me parece que esa es la diferencia, cuando ya no se perdona. Tiene que ver con una característica que se le alaba a los hombres en esta sociedad: el macho y sus groupies y eso hace que se naturalicen cosas que no están bien. A mi me gustan los artistas que muestran sus fallas y sus errores, conocer qué hay detrás del artista, pero el límite es el abuso de poder. Si no hay respeto que no haya nada", agrega Benito.
Más despiertas que nunca
¿Pero el contexto no importa? ¿La famosa deconstrucción? Todos y todas nacimos en un mundo machista que hoy, en algunos casos, pone frenos, límites y reparos. Ahora se cuestiona lo naturalizado por años y los comportamientos que nos parecían incómodos pero simpáticos, hoy no nos causan ni un poco de gracia. "¿¡Quién no tuvo expresiones machistas en su vida!? El machismo es un sistema de poder, nuestra subjetividad se estructuró en ese sistema de poder. Hay tipos que sigue reproduciendo esos pensamientos y hoy quedan en offside, la sociedad está en otro estadio de la discusión. De hecho, esa nota a Ciro Pertusi en la que habla de sentir cosas por una nena de 7 años pasó desapercibida. Ahora bien, la violación, las relaciones sexuales con menores y el abuso son delito hoy y hace 10 y 20 años también. Ahí no hay contexto que importe", cierra Garavano.
Tal vez la clave no esté en lo que nuestros ídolos hicieron sino en lo que hacen partir de ahora. La frase "nadie nace feminista" funciona en muchos casos y la podemos aplicar acá. Habrá que rever todo lo que consumimos si nos genera ruido, habrá que cuestionarse y debatir todo lo que haya que debatir, estar atentas y atentos a lo venga y saber leerlo y frenarlo a tiempo. El mundo cambia rápido y las mujeres estamos más despiertas que nunca. Hoy ya no funciona más el ´si pasa pasa´: hoy las minitas ya no amamos tanto a los payasos y a la pasta de campeón.
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