“Mi abuela, la viajera”: es cordobesa, tiene 84 años y vendió todo para poder cumplir su sueño de recorrer el mundo
En 2018, Elva comenzó a viajar sola y, un año más tarde, se fue a Europa, en donde acumuló una larga lista de historias y de amigos que, más tarde, ya ayudaron a continuar sus aventuras
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Elva -conocida en las redes como @abuelitaaviajera- siempre soñó con viajar, pero limitada por su economía y por una sociedad que determinaba que las mujeres debían quedarse en la casa para atender a sus maridos y criar a sus hijos, siempre lo creyó imposible. Sin embargo, con 80 años, ya jubilada y viuda, decidió que era momento de dejar atrás los mandatos y animarse a dar el primer paso.
Vendió la casa grande en la que vio crecer a su familia y “empezó a salir”. “Y acá me tenés, saliendo”, dijo en diálogo con LA NACION, ya de nuevo en su Córdoba natal, apenas iniciada la llamada telefónica en la que -con una siempre presente pava de agua caliente para cebar mate- contó los detalles de sus andanzas, el detrás de escena de la historia que la volvió viral y el secreto que, a los 84 años, la ayuda a mantener vivo un espíritu tan enérgico como indomable.
Las mil y una aventuras de una mujer sin miedo a nada
— ¿A usted siempre le gustó viajar? ¿O es algo que le surgió ahora de grande?
— Si vos me conocieras ya sabrías la respuesta... a mí nunca me gustó mucho la casa.
Todo empezó cuando Sofía, su nieta, le preguntó si quería pasar unos días en Florencia junto a ella. Al hacer las cuentas, Elva se dio cuenta de que solo le alcanzaba para cubrir los pasajes. Pero, en donde muchos verían un obstáculo, ella encontró una oportunidad. Respaldada por un batallón de nietos mucho más hábiles en el uso de la tecnología que ella, compartió un breve texto en su recién creado perfil de Instagram en el que ofreció intercambiar sus conocimientos por estadía.
“Soy una abuela argentina que sueña con viajar a Europa para conocer gente de distintos lugares con el fin de intercambiar mi experiencia como voluntaria. Trabajé en distintas escuelas con niños, jóvenes y adultos como profesora y, además, tengo un taller de costura. Me gustaría conocer Europa y compartir lo que conozco y brindarlo a otros”, escribió en el posteo con el que inició todo.
Las propuestas no se hicieron esperar y finalmente se decidió por la de una pareja de Brighton que la invitó a vivir con ellos a cambio de clases de costura para su hija de doce años. “Ahí estuve un mes y diez días. Le enseñé a coser, le hice vestidos y la ayudé a hacer ropa para unas muñecas. Quedamos muy amigos y no me quisieron cobrar nada. También me llevaron a Londres, en donde me trataron a cuerpo de rey”, contó. Es decir, le brindaron todo lo que necesitaba y más.
De Inglaterra fue directo a Palma de Mallorca, en donde un escritor cordobés había organizado una especie de “comunidad de jóvenes” en su casa. “Yo hice los panqueques durante 15 días para el desayuno y con eso pagué la estadía”, señaló, orgullosa de que sus habilidades en la cocina le sirvieran al momento de hacer un trueque.
No obstante, ese no fue el final de sus días en la isla española, sino que antes de continuar hacia su próximo destino, se encontró con otro argentino que, además de invitarla a su casa, también le hizo de chofer personal.
“Él hacía delivery. Yo tenía que elegir, o lo acompañaba o lo esperaba en la casa hasta las seis de la tarde. Y yo no voy a ir a España a quedarme en un departamento encerrada. Entonces, lo acompañaba en la moto y me dejaba en una playa con el equipo de mate. Él trabajaba una hora, volvía, me recogía y me dejaba en otras playas”, explicó. Así estuvo tres días.
Entre mate y mate, sigue del otro lado del teléfono para esta entrevista con el relato de sus historias a flor de piel y recuerda con mucha felicidad los tres meses de recorrido de su viaje, las personas que conoció, de lo que charlaron y lo que hicieron juntas.
Porque Elva no visitó tal o cual punto turístico de Italia, España e Inglaterra, sino que tomó el té con una pareja de marroquíes durante su paso por Londres, leyó cuentos en una escuela primaria que recibe estudiantes inmigrantes en plena zona rural de Castellón, se peleó con un italiano que “la retó” por pararse en plena calle (sin darse cuenta, claro está) a sacar fotos a los edificios, recorrió toda la ciudad amurallada de Alcudia en bicicleta y ayudó a un desconcertado inglés a subirse a una barcaza que los llevaría a cruzar el Mediterráneo para ir a Valencia.
Un inesperado viaje al Fin del Mundo, un tuit viral y la lección de vida que le dio “a un grupo de hippies”
En un contexto en el que los influencers abundan, “la abuela viajera” tiene apenas 6 mil seguidores en Instagram que, aunque es una cifra notable, en términos de seguidores es bastante humilde.
Sin embargo, la fama le llegó de manera inesperada de la mano de un tuit viral de su nieto quien, con una serie de fotos, contó que su abuela había sido invitada de sorpresa a pasar unos días en Ushuaia junto a una pareja de extranjeros que “le enseñaron a sacarse selfies”.
Una vez dejado en claro que “la fama no se le subió a la cabeza”, se dispuso a repetir la secuencia de cómo, a los 84 años, escaló tres montañas en compañía de un inglés y una brasileña a quienes había visto tan solo un par de veces.
Elva conoció a “El Gringo” y a Lorena, su novia, en Palma de Mallorca. Antes de despedirse, él le prometió que, cuando visitaran la Argentina, la iba a invitar a viajar con ellos. Todavía con incredulidad, agregó: “Un día me llamó y me dijo ‘ahí te estoy mandando los pasajes’. Era un viernes y los pasajes eran para el martes. Bueno, puse dos cosas adentro de una mini valija y me fui”.
Como una integrante más de ese variopinto grupo, la protagonista de esta historia viajó en el tren del Fin del Mundo, estuvo en la caseta más austral del Correo Argentino, subió hasta la cima de tres montañas respaldada por un palo y mucha buena voluntad y paseó en barco por el Canal de Beagle hasta la medianoche.
La última noche se encontró rodeada por “un grupo de hippies” que, en medio de la charla, le pidieron su secreto para “vivir bien”. Su consejo fue la misma respuesta que dio durante esta entrevista ante la pregunta de “¿qué le dirías a las personas que no se animan a viajar?”.
“Para vivir bien hay que acordarse de que nos vamos a morir. El día que tenés disponible lo vivís bien y lo usás de la mejor manera. Mañana no sé qué va a pasar. Cuando me despierte y me vea viva, entonces ahí armo planes. Yo no hago grandes proyectos, yo tengo el sueño de volver a Europa, pero nada marcado con una fecha. Si voy, lo disfruto. Y si me tengo que quedar, por algo es y disfruto acá”, aseveró.
“Hablando con gente, se abren puertas”
Elva volvió del viaje con un par de nietos adoptivos y una legión de amigos con quienes se mantiene en contacto a pesar de la distancia y del paso del tiempo. Gracias a esto, le sobran propuestas para quedarse a vivir, pasar unos días e, incluso, trabajar en Europa.
Una pareja de marroquíes la espera en ese país, una viuda en España tiene un departamento vacío listo para que ella lo ocupe y unos jóvenes oriundos de Portugal le ofrecen estadía a cambio de que se encargue de cuidar a sus gatos mientras están de vacaciones. Porque, si hay algo para aprender de la historia de esta cordobesa, es que “hablando con gente se te abren puertas”.
“No es por criticar a nadie”, dice, con el tono confidente de alguien que, efectivamente, está por criticar a alguien, y continua: “Yo tengo muchas amigas que suben a un avión, van al hotel y después pegan la vuelta sin hablar con nadie y yo hablando aprendí mucho. A mí me importa un cuerno como alguien esté vestido, qué idioma habla o de dónde es, es un ser humano. Yo arranco de ahí y no tengo problema. Así me hice muchísimos amigos”.
En cuanto a qué le depara su futuro, Elva solo tiene claro que quiere “dejar un poco” la casa. “Tengo que ver cómo recaudar euros para ir a Europa; esperar a que alguna viejita no se anime a ir sola así yo la acompaño, o que alguna persona le sobre un pasaje y me diga ‘mire, yo se lo regalo’. No tengo ningún problema”, arriesgó, con plena confianza de que su mensaje llegará a los oídos correctos.
Y, determinada como ella sola, concluye: “Yo sé que este año voy a volver a Europa. Cómo, no me preguntes”.
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