Por Alejandro Maglione | @MaglioneSibaris | Especial para ConexiónBrando
La fiesta
El concurso A.S.I. de la Sommellerie Internacional- Mejor Sommelier del Mundo 2016 realizó su décima quinta edición en nuestra querida provincia de Mendoza. Tercera vez que el evento cruza el Atlántico, ya que anteriormente se realizó en Chile en el 2010 y en el Brasil en 1992. Un esfuerzo que no hay que dejar de repetirlo, resultó del trabajo profesional monumental que significó presentar la propuesta de la Argentina como sede, y que tuvo como protagonista al presidente de la Asociación Argentina de Sommeliers, Andrés Rosberg. En esa puja la gran perdedora fue Francia, que se desquitó poniendo a su representante en la terna finalista, dejando en cuarto lugar a nuestra candidata Paz Levinson…
La candidata
Paz es un capítulo aparte. Barilochense, que se desenvuelve en el mundo del vino con una solvencia que es para sentirse muy orgullosos como argentinos, y que terminó 4ª en el Mundo. A ver si me entienden bien: se presentaron 60 concursantes y Paz terminó en cuarto lugar. Siempre tuvo tiempo durante las horas nerviosas del Concurso para intercambiar unas palabras sin importar quién se lo pidiera. Discreta, humilde, sin soberbia de ningún tipo. Ella misma. En todo el sentido de la palabra. La misma que hace un par de años me la encontré sentada en una mesita tambaleante de un bar de un club próximo a la av. Estado de Israel, con características propias de un club de barrio. Yo había ido a participar de un programa de radio barrial que me habían invitado la muchachada del grupo Antigourmet, y ella a una charla en el salón literario del sencillísimo lugar. Hoy, les puedo asegurar, era esa misma chica que encontré en la mesita tambaleante.
Pero cuando llegó una y otra vez a enfrentar los jurados, quienes la íbamos siguiendo, como una de sus entrenadoras, María Barrutia, la directiva de CAVE, del otro lado del cordón en que nos ubicábamos los fisgones, no parábamos de transpirar. Paz imperturbable. Segura. Profesional. Hablando en inglés, porque el reglamento establece que los participantes se deben expresar en un idioma que no era el suyo propio. Un equipo de la televisión japonesa la siguió en una suerte de reality durante todo el Concurso. Fuera donde fuera. Caminaban delante de ella, siguiéndola a sol y a sombra. Solo hicieron ese trabajo con otros tres participantes.
El día en que se daban a conocer los 3 finalistas, escribí un post en Facebook exhortando a los más patrioteros a llamarse a recato. TODOS los argentinos y muchos extranjeros presentes, querían a Paz en la final. Puse: "tengamos la prudencia vaticana para los cónclaves, que suele decir: el que entra como Papa suele salir como cardenal…". Pero, como dije: muchachos, Paz no perdió: ¡es la cuarta en el mundo!
La trastienda
A pesar que los periodistas de los grandes medios nacionales, y ni hablar de la Televisión Pública o la que fuera, llegaron todos avanzado el Concurso, porque realmente no habían caído en la cuenta de lo que significaba lo que estaba pasando en Mendoza a nivel mundial, con docenas de periodistas venidos de Estonia, Francia, Dinamarca, Japón, Nueva Zelanda, etcétera. Para que nos demos una idea, llegaron participantes de 58 países diferentes. Con sus delegaciones acompañantes. Con periodistas acreditados. Una verdadera multitud a la que hubo que alojar, acreditar, transportar por media provincia de Mendoza visitando las bodegas auspiciantes, que, dicho sea de paso, en cada visita pusieron en las copas los mejores caldos que tienen en el mercado. No escatimaron vinos de calidad en esta oportunidad (digo esto, porque en las variadas exposiciones de vinos que realizan en nuestro país, suelen servirse los vinos que están sobre la mesa del stand, y hay un debajo de la mesa, de donde salen vinos para los amigos y conocedores…). Aquí pusieron todo en la parrilla. Entendieron bien como era la cosa.
La otra trastienda fue el staff que colaboró en todo momento. Imaginen lo que fue fajinar y servir 45.000 copas de vino. En esta tarea silenciosa, colaboraron los alumnos de las escuelas de sommeliers de nuestro país, pero también renombrados sommeliers profesionales a quienes "no se les cayeron los anillos" por fajinar copas y servir una y otra vez los vinos por catar por parte del gran público que acompañó todo este evento. Un ejemplo me lo dio Roberto Colmenarejo, este cordobés enamorado del vino, que tiene en su maleta el título de "Certified Sommelier Level II de la Court of Master Sommeliers", que me contó que se perdió buena parte de las pruebas porque se quedaban toda la noche fajinando copas, y luego durante el día tenían que estar escanciando las copas durante las catas. Como él, muchos dejaron sus trabajos habituales para poder estar y asegurar lo que fue: una fiesta demostrativa de lo que significa la calidad de servicio. Nadie cobró un peso por su tarea.
Todos siempre de buen humor y una mejor actitud. Hasta hubo un joven estudiante de CAVE –Matías, que se me escapó el apellido- que me envió un mensaje al día siguiente de una estupenda cena en la bodega Trapiche, diciéndome que había sido un honor servir nuestra mesa donde habían estado, entre otros: Oscar Pinco –corresponsal de Télam en Mendoza-, Mariano Braga, Daniel Pérez Delgado, Charlie Arturaola –el afamado sommelier uruguayo afincado en Miami y trabajando para el mundo-.
Las pruebas finales
Realmente fueron crueles, en buena parte las detalló el enviado de La Nación Sebastián Ríos, y me resta añadir los comentarios que compartió conmigo Mariano Braga, donde se podrá apreciar que la subjetividad juega en todo esto un papel fundamental, de donde es clave la credibilidad del jurado. Para cualquiera de ellos es difícil precisar los motivos que los inclinaron por tal o cual candidato. Se llega a juzgar no solo el profesionalismo del concursante, sino, lo que es más complicado: la actitud a la hora de servir la bebida que le indicaron hacerlo. Un terreno sumamente resbaloso y en donde la confianza en el actuar ecuánime es una piedra fundamental.
Esto me comentó Mariano sobre algunos de los pormenores de esta final vibrante, que se desarrolló en el escenario de un teatro, donde se simuló un restaurante en el que los clientes a ser atendidos eran los temibles jurados:
En una mesa, un grupo de amantes del vino había elegido 6 vinos que llevaron al restaurante. 6 grandes vinos icono del mundo. El participante tenía 1 minuto para mirar las etiquetas (se las presentaban en una pantalla) y 6 minutos más para sugerir el orden y maridaje de servicio. Acá evaluaban si ofrecían o no un aperitivo, cuánto conocían esas etiquetas, cómo hacían el servicio (si describían las copas o si iban o no a decantar cada botella) y, claro, lo específico que eran en cada plato (siempre evalúan diversidad en las preparaciones, que no se repitan técnicas ni ingredientes, que se describa el plato pero también el acompañamiento y se justifique el porqué de cada cosa… el concursante francés, David Biroud, acá la rompió).
En otra mesa, tenían 9 minutos para servir una botella de 1,5 litros de Tomero Gran Reserva Malbec, decantándolo. Evaluaban la ceremonia de decantado y servicio. Cuando le sirven a esa mesa, de 4 personas, uno de los comensales aclara que una de las personas no bebe vino blanco pero que le encantaría beber una botella de blanco de Franconia… acá el sommelier tenía que hacer la explicación y servicio del nuevo vino también, que estaba sobre la mesa.
Fue la prueba más larga, que consistió en varias etapas: 2 minutos y medio para identificar 3 vinos blancos a ciegas. Identificarlos, sin descripción organoléptica, lo más cercano a su realidad (estilo, productor, región, añada). Y tenían que encontrar algo en común entre 2 de ellos. El primero era un Torrontés y los otros dos eran Riesling, de dos regiones distintas… ése era el punto en común.
Les ponían un nuevo vino blanco y tenían que describirlo (organolépticamente, sugerencias de servicio y maridaje) en 3 minutos.
3 minutos y medio para identificar 3 vinos tintos a ciegas. Acá no había que decir si existía algún punto en común.
Les ponían un nuevo vino tinto y tenían que describirlo. Un supuesto cliente quería comprar una caja de ese último vino. La consigna era "convencerlo" de por qué era una buena idea comprarlo.
Les ponían 8 destilados a ciegas y un listado de 8 etiquetas de destilados. Tenían que decir cuál era cual, identificándolos.
Les ponían un nuevo licor y tenían que describirlo. La consigna era "hacerlo soñar al cliente".
La "carta con errores", un clásico de estas competiciones. En la pantalla les mostraban 8 filminas que pasaban cada 30’’. La consigna era identificar un único error en cada una de ellas. En cada filmina se describían tres vinos, y el error puede estar en la añada, región, o bien en la ortografía.
Una vez que terminaron estas pruebas individuales, los llamaron a los tres al escenario y les propusieron más pruebas. Les pasaron en la pantalla imágenes. Personas, insectos, bodegas. A cada uno de los tres finalistas les dieron un block de hojas y un fibrón, y debían escribir una palabra o dos que describiera la imagen.
En otra tenían una botella de espumoso rosé de 1,5 litros y tenían que llenar 15 copas. Todas al mismo nivel y que no quedase nada de vino en la botella. Puro cálculo. Solo el participante francés lo hizo perfecto.
Redondeando
Si llegara a decir "fue una experiencia inexplicable" sonaría a incoherencia, así que mejor digo: fue una experiencia difícil de describir. Hubo tanta emoción; tanto stress; hubo llantos; hubo gritos propios de las canchas de fútbol –de buena parte de las delegaciones, atenti-; hubo sorpresa de los participantes porque la policía local le dio custodia a los ómnibus durante sus traslados. Realmente, ese equipo de caras visibles: Andrés Rosberg, Alejandro Iglesias, Alejandro Martínez y María Laura Ortiz, la mendocina que tuvo a cargo la Coordinación General, trabajó impecablemente.
Me gustó ver la actitud del otro concursante argentino, Martín Bruno, que aún perdiendo en la primera ronda y quedar entre los mejores 30, acompañó a Paz en todo lo que restaba del Concurso. Seguramente los "contras" que nunca faltan, listaran lo que faltó, lo que se puede mejorar, la reiteración de una propuesta en varias de las comidas, las ausencias, las presencias inexplicables. No sé si Mendoza o la Argentina lograrán convocar a una fiesta para el vino a nivel mundial como la que acaba de terminar en el próximo medio siglo. ¿Lo demás? Lo demás es cartón pintado, una tarea que nunca me interesó.
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