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Esa tarde, mientras se ocupaba de las tareas diarias de la casa y de los animales que viven con ella, recibió un mensaje que le partió el corazón. Aunque a lo largo de los últimos años había atendido miles de llamadas de pedidos de ayuda relacionadas con perros en situación de calle en Los Ángeles, California, este caso era diferente.
En lugar de vagar por las calles en busca de comida, una perra abandonada iba de puerta en puerta, mirando fijamente los jardines de las casas hasta que lograba, en el mejor de los casos, que alguien se apiadara de ella y le ofreciera algo de alimento.
“Salió corriendo presa del pánico”
Ese fue el comportamiento que la pequeña perrita de pelaje gris oscuro mantuvo durante casi un mes. Por eso, esa tarde, cuando Suzette Hall recibió el mensaje de alerta y vio la imagen de la perra esperando desesperadamente a través de la reja de una residencia, supo que tenía que ayudar. Llamó a su buena amiga y voluntaria, Mary Nakiso, y condujo directamente hasta la última ubicación que le habían indicado.
Hall y Nakiso localizaron rápidamente a la cachorra, que más tarde se llamó Makena, y se pusieron a trabajar para atraparla. Pasaron más de cinco horas intentando atraer a Makena hacia su trampa y casi tuvieron éxito hasta que un vecino frustró su plan. “Estuvimos allí durante cinco horas y casi estaba en mi trampa cuando un vecino descorazonado y con malas intenciones llegó y pateó la jaula trampa con tanta fuerza que Makena corrió presa del pánico”, escribió Hall.
La perrita escapó a la oscuridad, lejos de Hall, Nakiso y el vecindario que había estado recorriendo durante semanas y que le había sido indiferente. Derrotadas, los rescatistas no tuvieron más opción que dar por terminada la noche y reanudar su misión al día siguiente.
“Estaba decidida a llevarla conmigo”
Por suerte, Makena no tardó mucho en reaparecer en el vecindario. A la mañana siguiente, visitó a una vecina cariñosa llamada Janet, que -al tanto de la situación-había preparado un plato con agua y otro con comida para la perra. No pasaron muchos días hasta que Makena comprendió que podía regresar a aquel lugar una y otra vez para beber agua, alimentarse y descansar.
Finalmente, luego de una semana Hall recibió el llamado que tanto había esperado. Y comprendió que la comodidad que mostraba Makena ante la presencia de Janet era una buena oportunidad para intentar atraparla luego de tantos intentos fallidos. “Normalmente, si alguien la miraba, corría tan rápido como podía y se escondía pero esa noche yo estaba decidida a llevarla conmigo”.
Hall corrió a la casa de Janet y solicitó la ayuda de un vecino, que permitió que los rescatistas usaran su patio. Minutos después, Makena siguió a Janet hasta el patio de su vecino. Le habían tendido una trampa, pero se sorprendieron al saber que, después de todo, no la necesitaba. “La acorralamos y el amable hombre literalmente pudo levantarla. Me la dio envuelta en una manta y Makena simplemente se acurrucó en mis brazos y suspiró. Lloré de alegría durante todo el camino de regreso”.
Así, después de varios intentos minuciosos de captura, Makena estaba a salvo en el auto de Hall y en camino al veterinario. Hall inicialmente colocó a Makena en una jaula para que se descomprimiera en el auto, pero finalmente se detuvo y movió a la perrita de la jaula al asiento delantero. “Y se acurrucó fuertemente en las mantas de mi asiento. Miré hacia allí y vi su nariz asomando por debajo de la manta. El mes que había pasado sin hogar había terminado y ella lo sabía”.
Hall se emocionó al ver la pequeña nariz de Makena asomando por debajo de la manta, una señal inequívoca de que estaba a salvo y feliz. Pronto llegaron al Camino Pet Hospital, donde Makena recibió un chequeo completo y un baño relajante. Afortunadamente, Makena estaba en buen estado de salud y al instante fue admitida en un hogar de tránsito donde recibe atención, cuidados y cariño. Desde entonces, y mientras se recupera de su triste pasado, espera que una familia le abra las puertas de su corazón para siempre.
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