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¿Debería terminarse la era del tatuaje romántico, el más efímero de todos? Con lo frágil de las relaciones sentimentales contemporáneas, que terminan antes de empezar, escribirse en el cuerpo el nombre de la persona “amada” implica todo un desafío epidérmico, pese a que los láseres para borrarlos prometen ser inocuos y cada vez más indoloros.
Para algunos individuos siempre será un misterio esa costumbre tribal de grabarse frases, dedicatorias, dibujos y adornos en la piel que perderán sentido, invariablemente, con el devenir del tiempo o, peor, que con la madurez acabarán deformados. Sin embargo, en la última década se ha impuesto entre los mayores de 50 como un “ahora o nunca”, una rebeldía tardía que hace catarsis en un pirsin o en un dibujo simbólico para reivindicar libertades postergadas. Según una encuesta realizada entre 9000 personas por la agencia alemana de investigación Dalia Research en 18 países, más del 38% de la población decía tener un tatuaje. España ocupaba el sexto puesto en cantidad por habitante, atrás le seguían Italia, Suecia, EEUU, Australia…. y Argentina. El informe destacaba que solo 32 % de los jóvenes tenía uno, y que pasados los 30 – y en especial las mujeres (el 45%)- somos más propensos a querer uno, aunque sea discreto. Sin embargo se cree que más del 60 % de las personas en algún momento se arrepiente de haberlo hecho. Ejemplo reciente es el de la actriz Melanie Griffit, que en un arrebato lejano se hizo en el brazo un corazón bien grande con el nombre de Antonio Banderas.
Griffith y Banderas se enamoraron filmando una comedia (Two Much) en 1995. En ese momento ambos estaban casados con otras personas, así que el romance fue el escándalo de la época: “Fue muy, muy rápido y muy compulsivo, pero al mismo tiempo, estábamos casados con otras personas en ese momento” recordaba el actor en una entrevista. Banderas estaba casado con la actriz Ana Leza y Griffith con Don Johnson, padre de su hija Dakota, aunque -según confesaron tiempo después- esos vínculos estaban en su fase terminal. “Intentamos tanto como pudimos ser respetuosos. Pensamos que este puede ser uno de esos momentos de enamoramiento que tenemos cuando filmamos películas porque teníamos que actuar como una pareja” agregaba el ahora diseñador de ropa. Aquello que parecía solo calentura derivó en matrimonio, pero como ya sabemos lo difícil que es mantener la llama encendida, la pasión se consumió enseguida y el vínculo fue transformándose, en este caso, en sana amistad. Ella, que se ha sometido a numerosas intervenciones quirúrgicas - subió a sus redes sociales una imagen junto a su ex en la alfombra roja: “Feliz cumpleaños a mi fuerte y guapo exmarido @antoniobanderasoficial. Siempre te querré”, escribía. Banderas, que siguiendo el ejemplo de otros veteranos de Hollywood se casó con una mujer mucho más joven, declaraba hace un tiempo a la revista People: “Melanie ya no es mi esposa, pero creo que es mi mejor amiga. La amo y la amaré hasta el día de mi muerte. Ella es mi familia”.
Hace pocos días apareció Melanie, espléndida en su madurez, paseando por las calles de Miami exhibiendo un dibujo nuevo sobre las huellas de aquel gran corazón que, pese a haber sido removido varias veces por los esteticistas, seguía (sigue) siendo visible. Y es que los lazos románticos (y los otros también) son el tatuaje interior: no se borran nunca, son a prueba de cualquier tipo de láser, y pese a que intentemos borrarlos una y mil veces, ahí están.
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