Meghan como madre. Qué nos dice hasta ahora su experiencia en la realeza
"Las princesas se comen la libertad de tus hijas...silenciosamente", es un grafitti que puede verse en algunas paredes de la ciudad. Representa el pensamiento feminista que lucha por conseguir la igualdad de derechos entre los sexos, igualdad de oportunidades, de libertades, de condiciones en la vida en general, cuestionando el modelo femenino que la cultura transmite, entre otros modos, con los cuentos de princesas desde los primeros años de vida. Mujeres cumpliendo el rol femenino propio de la cultura machista y patriarcal que impera en la sociedad.
Ya en 1600 encontramos escritos sobre este tema, con distintas líneas de pensamiento pero que comparten la búsqueda del respeto hacia los derechos de la mujer en contra de la subordinación hacia la figura del hombre en los distintos ámbitos de la vida.
Dentro de este movimiento y desafiando el modelo clásico de "las princesas", Meghan , Duquesa de Sussex, esposa del príncipe Harry, es principalmente, según sus palabras, mujer y feminista. Reciente madre, con un pasado activista en la ONU en defensa de los derechos de la mujer, cuestiona el protocolo real británico. Si somos generosos con el pensamiento podríamos enlistar estas actitudes de la princesa dentro de la lucha de la mujer por alcanzar la igualdad de género como un modo de superar las características machistas de la sociedad. Meghan, se parece más a la imagen de Vanélope la princesa de la película Ralph El Demoledor, de pelo oscuro y vestida de zapatillas, joggings y buzo canguro, que pelea por su lugar en una carrera de autos, que a la la clásica princesa del Reino Unido o de los cuentos clásicos.
Actriz, americana, mestiza y feminista, flexibiliza las formas de la corona británica desde su llegada misma y no ha hecho una excepción con su maternidad . El protocolo indica que las princesas deben, entre otras cosas, presentar a sus hijos a las pocas horas de nacer, luciendo como madres impecables que no han pasado hace tan solo horas por la experiencia de dar a luz. Pero ella elige priorizar sus ideas frente a las imposiciones protocolares reales.
Desde chica
Cuenta una historia de su vida de niña que teniendo tan sólo once años algo sucedió que la orientó hacia la búsqueda de la igualdad de géneros. Frente a una publicidad de detergente que se refería directamente a la mujer, decidió hacer algo. Envió distintas cartas, entre ellas a la primera dama de ese momento, Hillary Clinton, quien le respondió.
La vida la llevó a ser parte de la Realeza Británica y los protocolos reales claramente no coinciden con la visión del feminismo. Sin embargo, Meghan, desde su inclusión en la familia ha dado muestras de cómo mantiene ciertas actitudes que respetan sus ideales. Haber entrado sola a la iglesia en un tramo del recorrido hacia el príncipe fue una de las más comentadas. Otros ejemplos son las actitudes que ha tenido en torno al embarazo y a la llegada de su primer hijo. Eligió, junto a Harry, y de modo contrario a sus cuñados, el príncipe William y su mujer Kate, preservar la intimidad de la llegada de su primogénito compartiendo la información sobre la misma en el momento en que ellos lo creyeron oportuno, junto a posar para las fotos de presentación del bebé de un modo más natural, sin esconder los todavía cambios físicos notorios posparto y respetando el tiempo que ellos creyeron adecuado y no los que esperaba la Casa Real.
Culturalmente la maternidad ha sido interpretada de un modo machista y patriarcal que asume el rol materno desde la idea de que la naturaleza, la biología, determina como realización de la mujer ser madre y esposa. Para la sociedad que una mujer no sea madre tiene un costo altísimo. Culpa y dudas sobre su función es lo mínimo que podemos esperar para aquellas mujeres que elijan un camino distinto al esperado socialmente.
El feminismo no está en contra de la maternidad, sino que plantea pensarla desde el deseo de la mujer y no como imposición. Ser madre implica una serie de postergaciones en la vida de la mujer que no siempre son tenidas en cuenta y es contra eso que el feminismo se proclama. Plantea una crianza compartida, es decir, que el hombre también relegue actividades personales en pos de la crianza del hijo, y muestra a la maternidad lejos del la idealización de la misma. Es decir, toma en cuenta lo negativo que puede tener incluyendo la implicancia del cuerpo de la mujer; la violencia institucional que se ejerce sobre la madre (que muchas veces se convierte en maltrato por el modo en que se institucionaliza el seguimiento del embarazo, el parto y el posparto, la lactancia y otras atenciones médicas); las licencias laborales que no contemplan el tiempo necesario entre otras. Esto sin dejar de lado todo lo maravilloso que la llegada de un hijo tiene para dar. Llegada que puede ser de modo tradicional o contemplando los distintos métodos que hoy existen para convertirse en madre.
El feminismo busca hacer valer los derechos de la mujer planteando una maternidad donde se considere el derecho a un parto respetado, a poder amamantar libremente, a tener licencias que tengan en cuenta los tiempos de la lactancia y a recibir subsidios dignos para ayudar a la mujer que cumple con esta tarea. Esto último también es pensado sobre las tareas domésticas que significan un gran trabajo que no es respetado ni social ni política ni económicamente.
La cultura patriarcal utiliza la maternidad como método de control del rol femenino. Tanto el papel de madres como de esposas responden a ese control machista que la sociedad viene haciendo sobre la mujer. En la actualidad observamos cada vez más el distanciamiento sobre estas ideas machistas, nos dirigimos hacia un modo más igualitario aunque todavía queda mucho camino por recorrer.
La autora es Licenciada en Psicología
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