Medía cuatro metros y pesaba cinco toneladas: el cráneo del perezoso prehistórico sorprende al mundo
El hallazgo hecho por un equipo de arqueólogos uruguayos podrá verse a partir del viernes en el Museo Nacional de Historia Natural de Uruguay
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Andrés Rinderknecht, curador de Paleontología en el Museo Nacional de Historia Natural (MNHN), adelantó que la historia “tuvo final feliz” pero el camino estuvo plagado de obstáculos. Para empezar, tenía que responder al llamado de un posible hallazgo de un objeto de grandes proporciones sin tener un vehículo disponible —la institución no tiene este recurso—; además, tenía que viajar unos 60 kilómetros en dirección hacia Canelones, realizar una excavación y extraer la pieza antes de que se desatara la tormenta que la iba a sepultar nuevamente bajo varias capas de lodo. Pero lo logró.
Su padre puso la camioneta, él se metió en el arroyo mientras iba subiendo el nivel del agua y, a pesar de que ocurrieron unas fracturas, en unas horas pudo sacar lo que no había imaginado: el cráneo completo de un megaterio (Megatherium americanum) o perezoso gigante. “Fue en el anca de un piojo”, bromeó en diálogo con El País.
El material es único: no solo se encontró un cráneo completo (aunque le faltan unos pedacitos del lado de una mejilla), sino que es el primero de su tipo en aparecer en Uruguay. “Ya teníamos huesos de piernas, algunas vértebras, huesos de las manos y pedazos de dientes y de la mandíbula, pero tuvimos que esperar hasta el siglo XXI para encontrar un cráneo entero y en buen estado de conservación”, dijo. Pero, además, tiene otra particularidad. “Pertenece al megaterio más raro y más grande de todos”, contó.
El objeto que encontró
El cráneo hallado casi que de casualidad en un predio rural sobre la ruta Interbalnearia un día de tormenta un poco antes de la pandemia mide entre 80 y 90 centímetros, lo que da una pista del tamaño que tuvo este animal en vida.
El Megatherium americanum era “un bicho monstruoso”, según lo describió Rinderknecht: medía entre cuatro y cinco metros de alto y pesaba unas cinco toneladas (además, caminaba en dos patas porque no podía estar colgado de las ramas como los perezosos actuales).
Normalmente se lo compara con el tamaño de un elefante. Otros miembros de la familia eran más pequeños (el Megatherium Glossotherium eran del tamaño de un toro) y, por tal motivo, Rinderknecht consideró que este hallazgo es como si fuese el de “la joya de la corona”.
¿Y cuál es la antigüedad de esta pieza? No pudo ser fijada con precisión, pero se estima que tiene un máximo de 20.000 años y un mínimo de 10.000 (en un periodo conocido como Pleistoceno y que se destacó por su megafauna: mastodontes, ungulados, felinos dientes de sable, entre otros).
Es decir, el megaterio que estaba disperso por todo el territorio de Uruguay (así como por toda la mitad sur del continente) convivió con los primeros indígenas (en la región se encontraron fósiles con marcas de corte, lo que sugiere que estaban en el menú).
Luego de ser rescatado del arroyo antes del desborde, Rinderknecht dejó el cráneo secándose en el auto de su padre. Más tarde, Jorge Gallas, colaborador del MNHN, se dedicó a su reconstrucción. Hace poco más de un año entró oficialmente al acervo de la institución que, en total, tiene unos 4.000 fósiles de vertebrados.
A partir del viernes 9 de septiembre, será exhibido por primera vez por aproximadamente un mes. A las 18 horas habrá una charla para todos los interesados. El museo está abierto de miércoles a sábados de 13 a 19 horas y los domingos de 11 a 17 horas.
Cuál es su historia
El megaterio causó “conmoción” en los últimos 300 años. El primer esqueleto casi completo fue descubierto por el fraile dominico Manuel de Torres por el año 1785 a orillas del río Luján (actual provincia de Buenos Aires). Fue embalado y embarcado hacia España, donde captó la atención hasta del rey Carlos IV.
Todos se preguntaban qué era eso: ¿un herbívoro con garras de carnívoro?, ¿un felino del tamaño de un paquidermo?, ¿era terrestre, anfibio o acuático? “Un monstruo”, dijo el propio Torres. Los fósiles arribaron al Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, donde fue montado e ilustrado en una supuesta posición de vida (hoy considerada errónea). Era la primera vez que un esqueleto fósil era tratado de esa manera. El francés George Cuvier fue quien describió y dio nombre a esta especie.
Años más tarde, Charles Darwin, que devendría en un gran científico, partió de Inglaterra como naturalista durante el viaje de la H.M.S. Beagle alrededor del mundo. En Bahía Blanca (Argentina), observó otro ejemplar de megaterio y abonó su idea de que las semejanzas entre las formas fósiles y actuales de una misma región debían explicarse recurriendo a un antepasado en común.
Así escribió: “En América del Sur, el padre de los armadillos podría ser hermano del tío del megaterio, ya fallecido”.
Darwin recogió los huesos y los envío a Inglaterra, donde hoy todavía puede verse un esqueleto completo en el Museo de Historia Natural de la ciudad de Londres. Aunque se diga que es el antepasado de los perezosos (hoy limitados a América Central y a América del Sur), en realidad, el Megatherium americanum tiene tantas características singulares que no tiene un análogo moderno.
Por ejemplo, sus brazos y piernas son diferentes a los de cualquier otro animal viviente, por lo que todavía no se comprende totalmente cómo lograban caminar. Por otra parte, los perezosos actuales son mamíferos relativamente pequeños: miden menos de un metro, pesan unos cinco kilos y pasan la mayor parte del tiempo suspendidos de las ramas de los árboles.
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