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Fue una jornada atípica, de calor agobiante en el condado de Anne Arundel, en Maryland, Estados Unidos. Esa mañana, había decidido ir a dar un paseo en su kayak por el South River cuando de pronto se encontró con un par de ojos que lo miraban desde los juncos que bordeaban el agua. Resultó que acababa de encontrar a alguien que los rescatistas se morían por ver.
El águila calva (Haliaeetus leucocephalus) es un ave rapaz que habita en América del Norte. El macho adulto puede llegar a medir unos 90 centímetros y la hembra 108. La envergadura del primero es de 2 metros; la de la segunda es de 2.5. Aunque se la llama comúnmente águila calva, en realidad el ave no padece esa condición. Es la apreciación del cambio de color en la cabeza, con respecto a la mayoría del plumaje, es lo que hace que reciba ese popular nombre.
Al águila calva se la puede ver planeando sobre los lagos de Norteamérica. Los peces son sus principales presas. De todos modos, en ausencia de este alimento, el animal no pierde la oportunidad de completar su dieta con otras opciones. En este caso, va detrás de roedores, tortugas, serpientes, cangrejos y carroña. Incluso, llega a robar el pescado capturado por otras aves.
“Era imposible atraparla”
Más temprano ese día, la rescatista de aves local Donna Cole había recibido una llamada que la alertaba sobre un águila calva que había sido atropellada por un automóvil en una carretera cercana. Un oficial de policía llegó primero al lugar, vio al ave y ayudó a desviar el tráfico para poder ayudar al animal herido.
Sin embargo, el pájaro -asustado- había logrado refugiarse en un área de difícil acceso para los humanos. “Era una zona profundamente boscosa con muchas zarzas, arbustos pegajosos que hacían imposible atrapar al águila y luego traerla de vuelta”.
Cole sabía que un rescate en tierra no iba a funcionar, así que se dirigió hacia el agua. Decidió además que sería una buena estrategia ponerse en contacto con el miembro de la junta de la Federación de Arundel Rivers, John Flood, quien tenía un bote y se mostraba dispuesto a colaborar en el rescate.
Pusieron manos a la obra, prepararon los elementos necesarios y partieron en el bote. Navegando río abajo, Cole y Flood dieron con el águila, pero no pudieron atraparla. Todavía preocupado por las espesas zarzas y el sol cada vez más fuerte, el equipo necesitaba reagruparse. Regresaron a casa y Cole se preparaba para otra expedición de búsqueda cuando recibió una llamada del personal del Centro Owl Moon Raptor: un kayakista había visto el águila al otro lado del río.
Esta vez, Cole y Flood estaban decididos a terminar lo que habían comenzado. Una hora más tarde, la pareja de rescatistas encontró al kayakista esperando junto al águila. Caminaron por aguas poco profundas. Flood se detuvo cerca del pájaro. Cole saltó al lodo y agarró al águila. Perdió uno de sus zapatos en el proceso. Pero eso ya no importaba; el águila finalmente estaba a salvo. “Este fue el rescate más largo e imposible que he hecho. Fue un gran alivio finalmente poder ayudar a este pájaro”.
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