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Cuando esa tarde lo vio en el jardín de la casa de su padre, no supo entender qué era lo que estaba pasando. La realidad era que no habían tenido una buena relación. Su padre nunca había querido convivir con un perro. Pero en 2011 finalmente las cosas cambiaron y un animal llegó a sus vidas para transformarlas y propiciar una reconciliación. “Fue la mejor decisión que pudo haber tomado”, asegura Charlie Shaw.
Kafu era entonces un cachorro. Pero supo mostrar su personalidad desde los primeros días de convivencia con Charlie. “De chiquito siempre fue muy revoltoso y muy seguro. No le daba miedo nada. En la escuela de perros donde yo trabajaba en ese momento le decían Dominator, por lo dominante que era. Con cuatro meses quería montar a los perros más agresivos que había en el lugar”.
“Con los perros me comunico de forma natural”
Desde temprana edad, Charlie había tenido una conexión especial con los perros. Supo escuchar su instinto y seguir el camino que le dictaba su corazón. “De chico quería ser bombero o policía. Tenía un particular interés por las investigaciones. Y siempre amé a los perros: con ellos me comunicaba de una forma muy natural. Lograr unir mis dos pasiones fue algo que mi yo interno quería hacer. En ese sentido, lo mejor que hice fue escucharme”.
Mientras, el vínculo con Kafu se había hecho cada vez más fuerte. Iban juntos a todos lados. El perro disfrutaba de viajar en auto y mirar por la ventana. Incluso caminar unas cuadras para hacer las compras en el mercado más cercano era un buen plan para el joven animal.
Cuando Charlie finalizó su formación como adiestrador (Sabuesos Adiestramiento Canino), se dedicó a las agresiones y el comportamiento canino. Pero siempre buscaba acercarse y conocer más sobre el entrenamiento para búsqueda. Hasta que en 2017 un amigo lo invitó a participar de un seminario de búsqueda. Desde ese día cambió todo.
En 2017 tuvo la oportunidad de empezar a entrenar con un grupo en la localidad de Campana. A los meses se sumó al trabajo que hacían otros entrenadores en el predio de un municipio dentro de la escuadra canina, que se dedica a la búsqueda de personas. “Ahí nos hicieron resolver varios ejercicios y se quedaron sorprendidos por cómo trabajaba Kafu. Es un perro muy seguro y fácil de leer en su comportamiento por lo que me es fácil saber si estamos en el rastro o si detecta que hay olor -en ese caso no sigue caminando-”. La destreza que demostraron juntos les valió una invitación para formar parte del equipo y en las búsquedas que tenía el municipio. “Habremos participado en unas 22 búsquedas con Kafu. Estuvimos casi dos años entrenando todos los días en ese predio”.
Charlie y Kafu participaron en una gran cantidad de búsquedas. De todas ellas, la más resonante fue la de la niña que se llevó un cartonero en bicicleta. Estuvo en todos los medios el caso. El problema más grande que tenemos hoy los que trabajamos con los perros de búsqueda es que somos los últimos a los que llaman. Y deberíamos ser los primeros. El olfato del animal se vuelve más preciso cuando no hay contaminación del lugar ni de las muestras”.
En lo personal, Charlie asegura que hubo un caso en especial que le generó una adrenalina que jamás había experimentado. Ocurrió en el municipio de Quilmes. “Nos convocaron por la desaparición de una nena. El lugar donde teníamos que trabajar era peligroso. Mientras hacía el rastro con Kafu, nos escoltaban tres policías del Grupo de Apoyo Departamental. Estaban armados y revisaban a cada persona que se cruzaba en el camino”.
Kafu disfrutó cada minuto de su entrenamiento y trabajo de campo de la mano de su humano Charlie. Hasta que el año pasado, un evento desafortunado, cambió los planes para los dos. “Esa tarde, los perros comieron como siempre. Al rato veo que a Kafu le costaba caminar. Estaba dolorido, no se podía acostar. Lo llevé volando a la veterinaria. Había tenido una torsión de estómago”. El perro fue sometido a dos intervenciones. La primera para salvarle la vida y que lo dejó con una manguera de drenaje por varios días. Cuando llegó el momento de la segunda operación, todo salió bien y hoy Kafu se encuentra jubilado de sus actividades.
Kafu logró lo que el tiempo no había sanado y acercó a Charlie a su padre. “Nos unió como padre e hijo. Llevarlo ese día a su casa y que yo lo adoptara fue la mejor decisión que pudo haber tomado”. Además, gracias a Kafu, Charlie dio forma al refugio y Asociación Civil Juntos Somos Más Fuertes a través del que rescata y rehabilita a perros maltratados, abandonados o en situación de calle con un condimento extra. Charlie trabaja en el comportamiento de esos perros para que puedan ser adoptados o, eventualmente, formar parte de equipos de rastreo y búsqueda de personas.
“Gracias a él llegué donde estoy hoy. La evolución que tuvo fue increíble. Es como si hubiera nacido para hacer este trabajo. Le encanta salir a rastrear y divertirse. Ahora volvió a ser un cachorro. No para de jugar y dormir. Tiene sus salidas diarias de paseos y tranquilos ya que está viejito y se cansa rápido. Por Kafu soy la persona que soy. Me hizo mejor persona”.
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