Me enojé con mi mejor amigo: cómo reconstruir un vínculo afectivo roto
En las relaciones interpersonales, siempre se establece un ideal; si ese ideal se quiebra, uno se desilusiona
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En la mayoría de los casos, las discusiones, peleas y desilusiones en la relación de amistad, son producto del rompimiento de un contrato implícito.
Básicamente son dos los motivos generadores de peleas y discusiones entre amigos. A saber:
- La competencia. La envidia siempre nos conduce a competir, a compararnos. Y, como resultado, aparecen las discusiones. Dichas peleas son, en realidad, la expresión del poder: quién define la escena; quién tiene más fuerza; quién gana la pulseada.
Pero hay un segundo motivo que, por lo general, tiene lugar en todos los vínculos afectivos:
- El contrato implícito. Todos nosotros, cuando nos relacionamos con los demás, firmamos un contrato implícito y otro explícito. Por ejemplo, supongamos que comienzo a trabajar en la empresa fabricante de la gaseosa número uno en el mundo. Seguramente me informarán el horario a cumplir, los días de vacaciones que tendré, la remuneración que recibiré, etc. Este es el contrato explícito. Pero hay otro tipo de contrato que es implícito y son los temas no hablados, las actitudes que se esperan de mí que no han sido mencionadas.
Si un día yo asisto a mi nuevo trabajo llevando en la mano una lata de gaseosa de la competencia, muy probablemente todos me mirarán mal y me harán saber que eso no es correcto. Incluso, quizás, pueda llegar a perder mi empleo. El contrato explícito no decía: “Prohibido entrar con una lata de gaseosa de otra compañía”; pero “se supone” que, en mi horario laboral, no voy a ingerir la bebida que elabora la competencia.
En la formación de los vínculos afectivos, así como en los ambientes laborales, sucede lo mismo. Hay algo que esperamos del otro que le hemos dicho; pero también hay cuestiones de las que no hablamos: “Yo esperaba que me llamaras para mi cumpleaños y me fallaste”; o, “No estuviste cuando más te necesité”. Me desilusiono porque mi amigo no me acompañó en un momento difícil.
En las relaciones interpersonales, siempre se establece un ideal. Si ese ideal se quiebra, uno se desilusiona. Por eso, debemos tener presente que la fuente de mayor satisfacción y la de mayor frustración es el trato con la gente. Con los demás, como mencionamos, existen ideales explícitos y otros implícitos.
Todos depositamos algún ideal en los amigos. Por ejemplo, yo espero que él o ella me ayude y/o me apoye en las dificultades. O, tal vez, espero que comparta mis alegrías. Tanto en la amistad, como en el trabajo y la pareja, establecemos ideales que, cuando son rotos, nos generan desilusión. Es por ello que la cuestión nunca es el planteo verbal en sí, sino “aquello que no decimos”. Es decir, lo no verbalizado.
Cuando no hablamos y explicitamos, surge la demanda a través de lo verbal. En verdad, la mayoría de nosotros nos negamos a aceptar que los problemas de relaciones no se suscitan por lo verbal, sino por lo no lexicalizado, por lo que no decimos, sea cual fuere el vínculo que formemos. De eso, precisamente, se trata el vínculo afectivo: lo que no nos decimos el uno al otro. Y es allí donde aparece el conflicto porque lo que esperamos del otro no se cumple.
Gran parte de nuestras discusiones, peleas (a veces irreconciliables) y desilusiones vienen por el rompimiento del contrato implícito, por no decir lo que esperamos de la otra parte. Entonces, recordemos que explicitar lo más posible nuestras expectativas sobre los demás nos permitirá disfrutar de vínculos más profundos, sanos y satisfactorios.
En cuanto de nosotros dependa, procuremos comunicarnos como adultos con madurez y equilibrio, procurando siempre la paz y el bienestar de todo el mundo.
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