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Le dijeron que su perra no servía para el trabajo. Y eso lo hizo tambalear. Era cierto que el animal tenía muchos aspectos por pulir y que Facundo, su guía, estaba dando los primeros pasos en la búsqueda y rescate de personas. Pero no por eso iba a darse por vencido.
Corría 2013 cuando ingresó a la Universidad de Buenos Aires para estudiar adiestramiento. Ona llegó a su vida cuando ya había comenzado a interiorizarse en la teoría y práctica de búsqueda y rescate. Por ese entonces entrenaba con una perra que un compañero le facilitaba pero Facundo soñaba con hacerlo con una perra que tuviera un lazo especial con él.
Energía y obsesión por los juguetes
“Cuando Ona vino a casa fue una felicidad enorme. Por un lado, porque sentí que finalmente había llegado un ser que yo esperaba ya hacía bastante. Y también porque ahora podía aplicar lo que venía aprendiendo en la teoría en cuanto a un perro de trabajo/utilidad, que tiene algunos manejos particulares. Un perro de búsqueda es un perro como cualquier otro: es un ser vivo y sintiente y no un robot que cumple órdenes. Los perros de búsqueda tienen ciertas características: mucha energía, obsesión por su juguete, entre las que más se destacan y esos son los aspectos que se canalizan hacia la búsqueda de personas en este caso. Cuando un perro está buscando está en sintonía con su esencia cazadora, está olfateando, localizando a la persona perdida”, explica Facundo Fernández.
Mientas cursaba las materias del colegio secundario y en su entorno ya se empezaba a hablar de vocación, Facundo tenía claro que quería ayudar y ser médico. Sin embargo, en la etapa universitaria las matemáticas le costaron y orientó sus esfuerzos hacia la psicología. “Fue rebotar de carrera en carrera porque nada me apasionaba. Hasta que cumplí 27 años y empecé a estudiar adiestramiento. Fue un poco por insistencia de mis clientes de paseos -fui paseador de perros desde los 19 hasta no hace mucho- al ver mi trato y amor por los animales y otro poco porque ya no sabía que hacer. Y ahí encontré la confluencia perfecta de mi vocación por ayudar y trabajar con perros”.
Vocación de servicio y amor por los perros
De la mano de los perros y su marcada vocación de servicio, pronto todo se encaminó. Especialmente después de la llegada de Ona a su vida. Ahora tenía una compañera con la que aprender y descubrir el mundo. En un comienzo el trabajo con ella consistió en exponerla de forma positiva a las cosas que la rodeaban. “Eso se hace porque, llegado el momento de hacer una búsqueda formal, el perro no debe tener influencia de los estímulos del ambiente como ruidos, otros animales o personas por ejemplo”.
En la siguiente etapa se trabaja con ejercicios cortos en los que el perro tiene que buscar su juguete. Ese juguete lo lleva una persona a la que el perro tendrá que localizar visualmente en un principio y, más adelante, por el olfato. Además de la búsqueda, Facundo y Ona entrenaron obediencia deportiva. Fue con el objetivo de crear un vínculo y una conexión fuerte -pero también porque las certificaciones de perros de búsqueda tienen una sección de obediencia-. “Al principio costó. Ona era muy dispersa y eléctrica, pero después nos fuimos conectando cuando empecé a aprender y entender los mensajes que ella me daba”.
“Ona me enseñó a abrir la cabeza”
Sin embargo, de la mano de la adrenalina y la diversión llegaron los momentos de frustración. “Parte de su genética (madre de raza Braco Alemán) indica que ella va a señalar una víctima. Pero a veces Ona no ladraba como hace un braco cuando señala su presa. En los ejercicios más exigentes ella localizaba a todas las víctimas, pero a las últimas no las señalaba ladrando, que es lo que se le enseña a un perro de búsqueda cuando encuentra la persona perdida. Por el contrario, se quedaba mirando en silencio. Y yo me frustraba cuando las cosas no salían como esperaba”.
Fue en ese contexto que un instructor le dijo a Facundo que su perra no servía para el trabajo. Sin embargo, él no bajó los brazos y siguió adelante. “Pienso que lo mejor que le puede pasar a un guía principiante es que su perro no lo ayude, que lo obligue a pensar, salir a descubrir. Nuestros perros son nuestros mayores maestros, siempre. Buscamos vidas y no podemos tomarnos a la ligera la elección de un can. Con Ona nos fuimos conociendo, fuimos (seguimos) aprendiendo y los resultados llegaron. Ona me enseñó que frustrarme cuando las cosas no salen no sirve, si sirve abrir la cabeza, salir de la comodidad y aprender”.
Un rescate difícil
Desde ese momento todo fue más placentero para los dos. Y lo aprendido se puso a prueba cuando Ona y Facundo fueron convocados para participar en un rescate difícil. “Un chico había dejado una carta de despedida porque ya no quería continuar con vida. La investigación apuntaba a que iba a estar en determinado lugar. Entonces el trabajo se centró en esa zona. Sin embargo, una vez en la zona, Ona no señaló ningún área de interés, cuando otros perros sí lo hicieron. La búsqueda siguió en esa zona pero nosotros nos movimos a otra porque confiaba en ella. Finalmente encontramos al chico (ya sin vida) en otro lugar”.
Hoy el binomio que conforman Ona y Facundo cuentan con un nivel B (superior) de IRO en homologaciones para Perros de Búsqueda y Rescate, un nivel uno en las certificaciones nacionales de cinotecnia y ella una perra operativa en localización de restos humanos. Los fines de semana entrenan con el equipo de Asociación ARCAR. En la semana les gusta ir temprano a un parque o similar para despejarse, correr, caminar o entrenar. Ona y sus 3 hermanos, Quirón, Miguel y Kara también me acompañan en mi trabajo como educador canino para la sociabilización de otros perros”.
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