Maya: la mujer con alas en los pies
Considerada una de las grandes bailarinas del siglo XX, la Plisetskaya cumple el próximo domingo 80 años y será homenajeada por el Bolshoi de Moscú, teatro en el que brilló. Enérgica, vital, recibió a la Revista en su casa de Madrid, donde reside, y recordó sus inicios, su vida en la ex Unión Soviética y su paso por la Argentina
MADRID.– Como los cisnes que interpretó tan a menudo –ha hecho cerca de mil representaciones de El lago de los cisnes e incontables de La muerte del cisne–, siempre se dijo que Maya Plisetskaya mezclaba belleza y ferocidad.
Esto queda claro cuando abrimos la puerta de su cuarto de hotel con una pequeña cámara digital colgada al cuello y nos encontramos frente a frente con sus enormes ojos verdes, brillantes de entusiasmo, pero que lanzan llamas amenazadoras.
"¡No me llegues a fotografiar con éstas!", advierte levantando sus célebres pies en las destartaladas pantuflas de peluche que usa de entrecasa.
Es su único, mínimo gesto de diva. A pesar de que toda la conversación se realiza a través de un traductor del ruso (un encantador músico que, bien de Viejo Mundo, besa en la mano al despedirse), Plisetskaya transmite una calidez y una simpatía que hacen que uno casi olvide que se está –en las palabras del jurado del Premio Príncipe de Asturias, que acaba de recibir– frente al "monstruo de la danza", la mujer que revolucionó la disciplina en el siglo XX y que alcanzó su título máximo: Prima Ballerina Absoluta.
"Ah, ¡no me digas que vienes de la Argentina! ¡El Colón, el Colón! Después del Bolshoi, que es mi casa, y de la Opera de París, que era mi sueño, es mi teatro preferido. Es el único lugar donde me aplauden como en una cancha de fútbol. Y eso para mí es lo máximo, porque con mi marido somos fanáticos del fútbol. De hecho, en el Mundial 78 me habían hablado para que diera el puntapié inicial; no sabes qué ilusión. No pude hacerlo, ¡pero queda la cuenta pendiente!", dispara.
Si bien el ballet fue llamado "el arte mudo", definitivamente esto no se aplica a Plisetskaya. Estrella del Bolshoi con fama de ser una rebelde; prima ballerina a la que la ex URSS no autorizó a viajar con su compañía durante años; antisoviética que se negó a emigrar, posiblemente sin sus opiniones fuertes y personalidad combativa nunca hubiese sobrevivido un durísimo camino al éxito.
Plisetskaya nació en Moscú el 20 de noviembre de 1925. Su madre, una estrella de las películas mudas, la incentivó a bailar de pequeña, pero a los 12 años su mundo se cayó a pedazos. Su padre, un burócrata, fue arrestado y fusilado por ser "enemigo del pueblo", y su madre fue enviada a prisión. Aun así, la pequeña Maya no se dejó intimidar y en 1943 ganó un puesto en el Bolshoi. A partir de entonces, su vida fue una lucha permanente con las autoridades. Aun como prima ballerina, por ejemplo, no se le permitió viajar a Occidente hasta 1959, y cuando finalmente obtuvo el permiso, fue sólo porque su marido, el compositor Rodin K. Shchedrin, se quedaba en su país como rehén.
En 1964, Plisetskaya se unió a otras 24 prominentes figuras públicas para advertirle al nuevo líder soviético, Leonid Breshnev, "que el pueblo nunca entendería o aceptaría" una vuelta al estalinismo, y se enfrentó a la temible KGB cuando quisieron usar políticamente su amistad con Robert Kennedy.
Pero ella nunca dejó el país, y en la gala que le hizo el Bolshoi al cumplir 75 años, Putin le concedió la medalla por "servicios al Estado ruso" de segundo grado, el más alto honor que se puede otorgar a un civil.
"Imagínate lo que era para mí el imán de mi adorado público en Moscú. Si Baryshnikov y Nureyev hubieran estado en mi misma situación, también su hubiesen quedado", dice. Si bien sabe que "algunos artistas dicen que bailan para sí", ella siempre lo hizo para la gente. "Por eso es que no me jubilo del todo. Todavía siento la magia. Cuando ya no tenga interés en el ballet voy a parar, pero mientras tanto disfruto de los aplausos."
Tanto es así que un par de meses atrás estuvo en esta ciudad dando una serie de clases magistrales en el Teatro de Madrid y ahora se está preparando para los festejos por su octogésimo cumpleaños, que está organizando el Bolshoi: un festival con ballets que ha interpretado, que serán protagonizados por bailarines estelares invitados, y que concluirá con una gran gala el próximo domingo, para después seguir celebrando en los teatros de París y Londres. Plisetskaya no aclara cuál será su papel, pero se descarta que no podrá resistirse a ponerse las zapatillas una vez más.
Por los aires
"Saltar hoy se me complica, con todo lo que tuve que luchar para poder hacerlo originariamente en el Bolshoi. No les gustaba nada. Decían que yo era una acróbata de circo, no una bailarina, pero yo seguí adelante", recuerda la llamada "la reina del aire". Todo esto lo cuenta en detalle en su autobiografía, calificada como "un éxito emocionante" por The New York Times en su edición en inglés, y traducida a casi 20 idiomas (no hay versión en castellano).
"¿Puedes creer? Y eso que entre las fotos del libro puse una abrazada a una vaca en Buenos Aires, cuando salíamos de comer bifes en una parrilla con mi querido Julio López, con quien trabajé en el Colón. Bueno, en realidad era esa vaca de mentira que ponen afuera de un restaurante, pero la foto está muy buena", dice muerta de risa.
Consultada por los bailarines actuales de la Argentina, sin embargo, se vuelve más prudente: "Los argentinos son todos buenísimos", dice solamente, y tampoco quiere explayarse mucho sobre la actual situación política de su país. "Obviamente, hay mucho para hacer, pero estamos hablando de un país donde la gente puede entrar y salir cuando quiere y sin comunismo. ¡Mi vida en una situación así hubiera sido tan distinta!", suspira.
Sin embargo, se niega a hablar de sacrificios. "Es la pregunta que siempre les hacen a las bailarinas: qué ha tenido que sacrificar para llegar y todo eso. ¡Bailar es un placer! Está el cuerpo que se lastima y duele y hacer barra que es aburridísimo, claro, pero no es muy distinto de la vida de los deportistas, y hoy todos los chicos sueñan con ser deportistas, ¿no? Sencillamente es muy lindo trabajar de lo que a uno le gusta", dice.
Puesta a elegir, hoy no sabría decir cuál ha sido su papel preferido. "El ballet es mi vida desde que tengo memoria. Sería incapaz de decir qué obra me gustó más; todo lo que bailé me gustó y siempre termino pensando que el último fue el mejor. Aunque debo reconocer, claro, que los cisnes siempre fueron especiales, y nunca me cansé de hacerlos", señala.
Al respecto, me pregunta divertida si sé que mi apellido en ruso quiere decir algo así como "de los cisnes". "Los cisnes siempre me trajeron buena suerte", dice guiñando el ojo, y me pone un precioso collar que llevaba en su cuello, en un gesto de su célebre generosidad.
"Es de ámbar; se recoge en las orillas de la casita de fin de semana que tenemos cerca del Báltico, lleno de cisnes", explica.
–Y los cisnes, sabiendo que se trata de usted, ¿le dan alguna atención especial?
–¡Sí! ¡Es increíble! Cada vez que me acerco a la orilla vienen a mí, y no lo hacen con nadie más. Yo estoy segura de que tenemos una conexión profunda, de que nos entendemos. Aunque mi marido diga que es porque soy la única que los alimenta…
Perfil
Una personalidad arrolladora
- Nació el 20 de noviembre de 1925, en Moscú, y empezó a bailar a los 3 años. En 1941 empezó a formar parte del teatro Bolshoi, donde triunfó enseguida con la interpretación de La muerte del cisne.
- Bautizada como "la reina del aire", se dice que es la personalidad más arrolladora del mundo de la danza desde la mítica Anna Pavlova. Obtuvo la nacionalidad española en 1993, y hoy reside en Madrid.