Máximas del minimalismo para vivir felices
¿Todos los que ganan la lotería son infelices? Si un viejo refrán repite que el dinero no hace la felicidad, un nuevo mantra traslada la máxima del minimalismo a la vida cotidiana: menos es más. La corriente artística nacida a principios de los 60 en los Estados Unidos se propaga como un virus de la época: todo tipo de artefactos culturales (películas, libros, sitios) nos conducen al despojo de los objetos de la vida real. Se sugiere que ahí donde había un living atestado de trastos pronto haya un ambiente casi vacío y la promesa va mucho más allá de la decoración: mientras midamos nuestros éxitos por lo que tengamos sólo conseguiremos ser infelices, pero el movimiento minimalista no sólo transformará el hábitat sino que traerá una felicidad que no se pesa ni se mide ni se compra.
El caos de neones de Times Square y el frenesí de un Black Friday cuando se abren las puertas de una tienda el viernes de descuentos: son las primeras imágenes de Minimalism: A Documentary About the Important Things, una película que circula en Internet donde se discute una obsesión contemporánea: llenar el vacío con consumo. Un hombre se propone vivir con 53 pertenencias, ni una más ni una menos, y otro conserva sólo aquello que entre en dos bolsos. “El secreto es que, en realidad, no extrañaremos mucho las otras cosas”, dice aquel que ya pasó por la experiencia de tirar o regalar (casi) todo lo que tenía. En las casas minimalistas se aprecian cocinas sin más utensilios que un tenedor, un cuchillo y una cuchara o bibliotecas vacías de libros y paredes sin adornos ni cuadros. Antes de comprar cualquier objeto hay que hacerse una pregunta existencial (“¿esto agrega valor a mi vida?”) y, en la parábola del hombre rico que tiene tristeza, los expertos en neurociencias confirman el viejo refrán: después de ganar la lotería se registra un éxtasis de alegría pero al poco tiempo la novedad pasa y se sufren las mismas cuitas de antes.
“Tener menos nos hace más felices; por eso llegó el momento de decir adiós a lo que nos sobra”: en pocas palabras, Fumio Sasaki transmite su sabiduría. Autor del libro Goodbye, Things, traducido a diecisiete idiomas y ya publicado en la Argentina, es un editor japonés que vive en un departamento de 30 metros cuadrados en el centro de Tokio, ambientado con una pequeña caja de madera, un escritorio y una colchoneta plegable. Y poco más. Con el tono dulzón de la autoayuda, Sasaki reparte consejos en forma de máximas: “Deshazte de algo ahora mismo; reduce todo lo que tengas repetido; organizar no es minimizar; las cosas a las que les decimos adiós son las que recordaremos siempre”.
En el sitio The Minimalists, los amigos Joshua y Ryan narran con el didactismo de una charla TED cómo soltar sus posesiones dio sentido a sus vidas: “El minimalismo es una herramienta que te ayuda a encontrar libertad. Libertad del miedo, de las preocupaciones, de la culpa”. Lo importante es amar a las personas y usar las cosas porque al revés nunca funciona. Acaso sea una lección vital para alguien que tiene 36 cafeteras: ahora mismo me deshago de alguna.
LISTAMANÍA
CINCO CONSEJOS PARA DESPRENDERSE DE LAS COSAS
- Cambiar la mentalidad. Según el danshari, el arte japonés de ordenar, descartar y renunciar a las posesiones, lo primero es discutir la idea de que es imposible, o muy difícil, tirar cosas.
- Desechar es una habilidad. El danshari es una destreza que se domina con el tiempo aunque una semana es el plazo promedio para reducir lo que se posee.
- Ganar más de lo que se pierde. Al eliminar el exceso de objetos se ganan cosas más valiosas: tiempo, espacio, libertad y energía. Los beneficios son perdurables.
- Entender la resistencia. El danshari invita a pensar por qué no podemos tirar algo. ¿Por qué salió muy caro? ¿Por qué da culpa desprenderse de un regalo? ¿Porque es más fácil dejarlo donde está?
- Minimizar es difícil. Pero no imposible: tirar algo requiere un esfuerzo mientras que lo fácil sería dejarlo donde está. Si nos rendimos, terminaremos agobiados por demasiadas cosas.