Tras una primera parte del año muy intensa, en la que le pusieron cuerpo y alma a la crisis sanitaria provocada por el Covid-19, los reyes Guillermo Alejandro y Máxima de Holanda están disfrutando de sus vacaciones en Grecia, donde construyeron un pequeño paraíso privado, con puerto propio. La semana pasada, mientras estrenaban Alma, su crucero de lujo, frente a la costa de Mykonos, un paparazzi los descubrió en su faceta marinera más descontracturada. Solos, sin tripulación ni custodia, se los puede ver a bordo del barco (algunos dicen que el nombre es la suma de las dos primeras letras de Alex y Max, como se llaman entre ellos), un Wajer 55 que Guillermo Alejandro compró por dos millones de euros. El rey de los holandeses está al timón y Máxima, en bikini, es una ágil y activa tripulante.
El crucero en cuestión, de lujo y con tecnología de punta, fue construido por el astillero holandés Wajer, y es conocido en el agua como "el superyacht más pequeño del mundo", con 16 metros de eslora. Cuenta con una suite principal, otro camarote con dos cuchetas, cocina equipada y un garaje (así se dice en la jerga naútica) en el que guardan un gomón.
Durante la romántica travesía "para dos", el matrimonio real ancló en Milos, una isla cercana a Doroufi, la localidad 160 kilómetros al sur de Atenas donde tienen su espectacular villa de verano. Tras unas maniobras que hicieron solos, consiguieron sacar el gomón del garaje y desembarcaron en la playa para hacer una caminata. Mientras disfrutaban del paisaje como dos turistas más, se mostraron muy cálidos con quienes se acercaron a saludarlos y pedirles una selfie. Sin embargo, ser tan accesibles les jugó una mala pasada. Al mediodía, mientras almorzaban en un restaurante de la isla, se dejaron tomar una fotografía con quien se presume es el dueño del local. Pocas horas más tarde, la imagen se filtró y desató una fuerte polémica porque Sus Majestades no guardaban la distancia social recomendada en tiempos de coronavirus ni llevaban puestos sus barbijos (el Rey lo tenía en su mano).
Enseguida, Máxima y Guillermo pidieron disculpas públicamente a través de un comunicado. "Apareció una foto en los medios en la que mantenemos muy poca distancia. En la espontaneidad del momento, no le hicimos caso a la medida. Por supuesto que deberíamos haberlo hecho. Porque el cumplimiento de las reglas de la Corona también es esencial en vacaciones para derrotar el virus", escribieron en la cuenta oficial de Twitter de la Casa Real.
AMOR A PRIMERA VISTA
En 2011, cuando asistieron a la boda de Tatiana Blatnik y Nicolás de Grecia en la isla de Spetse, Máxima y Guillermo Alejandro se enamoraron profundamente del destino en el que también veranean el presidente ruso Vladimir Putin y el actor escocés Sean Conner y. Un año después, compraron la villa de Doroufi, que anteriormente perteneció al fotógrafo y publicista alemán Manfred Rieker y por la que pagaron 4.700.000 dólares.
El "paraíso griego" de Máxima y Guillermo Alejandro está compuesto por tres casas emplazadas en cuatro mil metros de terreno sobre la costa del mar Egeo. En la planta principal se encuentra la mastersuite, equipada con jacuzzi y una sala de estar de 100 metros cuadrados; mientras que en la planta superior hay otros dos cuartos, cada uno con su baño, y una importante sala de juegos.
Amantes de los deportes, junto a sus hijas, las princesas Amalia (16), Alexia (15) y Ariane (13) disfrutan mucho de la pileta, la cancha de tenis, el muelle y el embarcadero privado.
CELOSOS DE SU INTIMIDAD
La privacidad de los Reyes y de sus hijas está muy bien delineada en los Países Bajos. Este año, por ejemplo, la revista holandesa Story publicó que el 25 de junio la princesa heredera fue vista trabajando de moza en un bar ubicado en las playas de la costa sur del país. A pesar de que sirvió café a cientos de personas y que hay fuentes que indican que respondió de manera afirmativa cuando le preguntaron si era Amalia, no se publicó ni una sola fotografía por el estricto protocolo que regula la información sobre la familia real. Los medios holandeses pudieron contarlo a partir de testimonios que lo acreditaban, pero no mostrarlo porque como no estaba cumpliendo con ningún compromiso real, se trataba de un hecho del ámbito privado.
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