La semana pasada, en una visita corta a Alemania, adonde acompañó a su marido, el rey
Guillermo Alejandro de Holanda , Máxima volvió a demostrar que es (por lejos) la royal más atrevida y creativa a la hora de armar una valija: llevó equipos reciclados a los que supo darles nueva vida y gracia. Como es su costumbre, cada prenda que lució fue toda una declaración de principios: brillos, combinaciones cromáticas inesperadas, texturas jugadas y alhajas y complementos que no pasaron desapercibidos.
Tras llegar a primera hora del miércoles 6 a Bremer, visitaron la sede de Airbus, almorzaron en el Ayuntamiento, hicieron un alto para recorrer la conocida Marktplatz –Plaza del Mercado–, donde se ubica la estatua de los músicos de Bremen, los animales del cuento de los hermanos Grimm, y la Reina se lució como oradora en una charla sobre microemprendimientos, un tema que domina.
Por la noche, durante la comida que hicieron para agasajarlos en el Instituto Alfred Wegener, deslumbró con un vestido que cerró una jornada "brillante".
Original y audaz, la Reina sabe darle nueva identidad a cada equipo que rescata de su guardarropa.
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