Mau Mau. Hace 56 años se inauguraba la boite ícono de la noche porteña
Hace exactamente 56 años, el 10 de abril de 1964, abrió sus puertas inaugurales Mau Mau, aquella boite, como se la denominaba en la época, que fue un hito en esos años locos de la Belle Époque de la noche porteña. Se la denominó "La catedral del ruido" por sus estridentes madrugadas regadas de buen champagne. El escritor Eduardo Mallea bautizó esa curva que se sobrepone a Suipacha como "el codo aristocrático de Buenos Aires". Allí, sobre una calle Arroyo de palacetes y galerías de arte, esta creación de los mellizos Alberto y José Lata Liste, en sociedad con Federico Fernández Bobadilla, se convirtió en el lugar ineludible y exclusivo para aquellos que se consideraban pertenecientes a esa casta sostenida en el glamour, el dinero, y los contactos poderosos. Las chicas de tapa de revistas, modelos, empresarios y celebridades internacionales conformaban ese selecto grupo de asiduos concurrentes donde los Isidoro Cañones de carne y hueso eran dueños y señores del lugar, y las damas emperifolladas envueltas en lujos se convertían en las reinas agasajadas sobre aquella distinguida pista circular.
Como una infausta bendición, a cinco meses de su inauguración, un cortocircuito provocó un incendio que destruyó el lugar. En 58 días, los hermanos Lata Liste pusieron a Mau Mau de pie. Les tomó dos años recuperar lo invertido en la primera obra y en la reconstrucción. Ni las llamas pudieron contra ese mito que se estaba gestando. Al momento de desatarse el incendio se encontraban en el lugar Guillermo Divito, el creador de Rico Tipo y dueño de otro local nocturno llamado Zun Zun yPoqui Evans, propietario de las boites África y Reviens, aquella disco que mutó la orquesta en vivo por la bandeja de discos. Con humor, Divito decía que él había llevado los fósforos y Poqui el kerosene.
Traspasar la puerta de Arroyo 866 significaba ingresar en un universo de exclusividades al que muy pocos podían acceder. El lugar elegante para gente elegante. Eso era Mau Mau. Luego de su cierre definitivo, en 1994, el templo de la noche se convirtió en leyenda. Al igual que sus réplicas gemelas en Marbella y Madrid. Aquellas madrugadas murieron atesorando para siempre secretos de amaneceres más discretos y misteriosos que los actuales. Lo que pasaba en Mau Mau, quedaba en Mau Mau. Y pasaba mucho. Romances que se iniciaban, amantes que se encontraban y empresarios que tomaban prestada hasta la propia oficina de los Lata Liste para sellar nuevos acuerdos millonarios.
Chicas y chicos con ganas de trascender en el mundo del espectáculo sabían que tenían que mostrarse allí. Aunque lograr atravesar la puerta era toda una proeza tan compleja como la de triunfar. Las fiestas tematizadas y los aniversarios congregaban a lo más granado del jet set, otro arcaísmo para homenajear al santuario de feligreses refinados. Aunque sus veladas eran tan rebeldes como aquella rebelión en Kenia de idéntico nombre. Los Lata Liste estaban todas las noches al frente de ese negocio pulcro que rompía con el concepto del boliche organizado en un sótano.
Very Important Person
Hoy, en el predio donde funcionaba Mau Mau se emplaza Florería Atlántico, en cuyo subsuelo está montado uno de los bares referenciales de la ciudad, siguiendo la tradición exclusiva del lugar. Justamente, uno de los secretos del éxito de aquella discoteque, otro modismo en desuso anclado en los ´70, fue la estricta exclusividad del ingreso. Sabido es que la prohibición genera el deseo, así que esa suerte de puerta infranqueable para la mayoría se convertía en una meta aspiracional. Bajo estrictas indicaciones de los Lata Liste, quien se encargaba de franquear el acceso a unos pocos y doblegar a muchos con la negativa, era el famoso portero Julio Fraga. Los que se querían congraciar lo llamaban "Fraguita". Otros, lo calificaron como "El insobornable".
¿Cuáles eran los requisitos para ingresar a Mau Mau?
Casi siempre había una lista de reservas y otra con aquellos nombres de la elite porteña que tenían luz verde para llegar sin previo aviso. Algunas figuritas de la farándula local tampoco necesitaban avisar previamente. Quienes no conformaban esos grupos exclusivos, quedaban confinados a la evaluación empírica de Fraga que se caracterizaba por ser muy justo y no dejarse llevar por simpatías.
La primera exigencia era tener la mayoría de edad. Mau Mau no era un lugar escogido por quienes recién abandonaban la adolescencia. Contar con unos veintipico largos era casi una cucarda. La segunda cuestión a sortear para poder ingresar al paraíso del barrio de Retiro era lucir la vestimenta adecuada. Nada de rebeldías ni querer dar la nota. Ellos con saco y corbata o smoking. Ellas siempre de largo. Pasó a la historia aquella vez que Fraga no le permitió el ingreso a Guillermo Vilas porque lucía zapatillas en lugar del estricto calzado de vestir. En los ´70 la moda mutó y también las reglas de Mau Mau: para las damas aparecieron los hots pants con botas caña hasta las rodillas y para los caballeros ya no eran necesarias las corbatas. Los solos y solas no podían ingresar a no ser que pertenecieran al círculo íntimo de los propietarios. En los últimos años, el "Negro" Freddy reemplazó a Fraga, el anfitrión que conocía el nombre de todos los invitados. Una deferencia que hizo la diferencia. Y esto no es solo un juego de palabras.
A contrapelo de una Buenos Aires que dormía poco, los horarios de Mau Mau eran recatados: abría a las 23.30 y cerraba a las 4.00, aunque, casi siempre, los habitués se quedaban un poco más. Para los clientes locales que viajaban al exterior asiduamente o los visitantes extranjeros, Mau Mau integraba una suerte de círculo de boites exclusivas con las que compartía una tarjeta de ingreso VIP internacional. Jimmy’s en París, Le Bateau en Río, Annabelle’s en Londres, y La Boite en Madrid formaban parte de ese circuito.
Yendo de la calle al living
Mau Mau se apartó de los espacios mínimos para menos de 150 personas. De allí, la palabra boite que da cuenta del concepto de "cajita". Aquel flamante reducto de la calle Arroyo impuso, en su momento, un nuevo concepto de espacialidad: su salón principal podía albergar a 400 personas. La pista circular tenía siete metros de diámetro y estaba rodeada por livings con sillones, mesas bajas, cortinados y lámparas de pie. Ese fue uno de los objetivos de los Lata Liste a la hora de pensar su espacio: tenía que romperse con el concepto de una barra extensa y una pista impersonal, para acercarse a un ámbito mucho más íntimo, cálido y que genere la sensación de estar en una fiesta con amigos de confianza, a pesar de la cantidad numerosa de asistentes. "Boite living", así la denominó José Lata Liste. En los ´80, con la irrupción de Studio 54, las discos comenzaron a tener un formato mucho más espectacular y masivo. Alguna vez, José Lata Liste confesó que había invertido más de veinte millones de pesos para simular y recrear esa sensación de estar en el living de un millonario. La decoración, hoy evaluada como de dudoso gusto, se definía en paredes recubiertas con pieles de cebra de la que pendían cabezas de animales embalsamados. Esa ambientación era una suerte de nexo con aquel acontecimiento histórico sucedido en África y que le dio nombre al lugar. La frivolización poco tenía que ver con los sucesos iniciados en 1952 en la que los kenianos se levantaron contra la administración colonial inglesa.
Fraga no le permitió el ingreso a Guillermo Vilas porque lucía zapatillas en lugar del estricto calzado de vestir
Exequiel Lanús fue uno de los responsables de pasar música con mucha influencia europea. Otros Dj´s que tocaron las bandejas de Mau Mau fueron Horacio Martelli y Franz. Pero también, las bandas en vivo aportaban lo suyo. Roberto Carlos fue una de las estrellas que cantó ante una concurrencia que había reservado su lugar con mucha anticipación. El corolario de aquella noche, donde el artista interpretó su famosa Amada Amante, fue la edición de un disco del brasileño con el nombre de Mau Mau. La mayoría de los artistas que llegaban a la Argentina a ofrecer sus conciertos, también hacían una presentación íntima aquí. La casa de los Lata Liste editó más de veinte placas. Indudablemente, los hermanos sabían generar éxitos y multiplicarlos con diversas unidades de negocio.
Si se logró sortear el filtro de Fraga, en el interior de la boite el trato era dedicado. El "Tano" Fabrizzi, aún recordado por los clientes, era un maître de exquisitos modales. Los mozos se movían sobrios y muy callados. Una de las consignas era no entrar en confianza desmedida con los clientes, aunque muchos eran habitúes semanales. Hugo di Doménico fue el responsable de los tragos, inolvidables creaciones que eran un sello del lugar y que competían con las de Manolete sobre la avenida Callao.
Ricos y famosos
Uno de los grandes secretos de los hermanos Lata Liste fue el clima que supieron generar en su reducto. A diferencia de otros espacios de diversión nocturna, acá las celebridades y los empresarios se sentían cómodos, seguros y sin miradas indiscretas. La familiaridad de las caras conocidas hacía el resto. Y, desde ya, la seguridad y la rigurosidad en el ingreso eran muy valorados por los concurrentes asiduos. Para quien ostenta una fortuna millonaria no hay nada mejor que la circunspección. Tiempos sin telefonía celular, las noches dentro de Mau Mau eran divertidas y sin riesgos. A lo sumo, la incomodidad de querer escapar de un viejo amor o llegar con una nueva conquista y encontrarse con la anterior.
Sin dudas, Mau Mau era el lugar escogido por las celebridades argentinas y las grandes estrellas internacionales que visitaban el país. En los livings de la boite se podían acomodar desde miembros de la realeza europea hasta Philippe Junot, Marisa Berenson, Margaux Hemingway, Antonio Gades, Alain Delon, Linda Cristal, Fred Bongusto, Elis Regina o el torero Dominguín. Rudolf Nureyev bailó tango a su modo, Charles Aznavour desplegó su arte y Ornella Vanoni hizo lo suyo a viva voz.
El jet set local también daba el presente. Gente sin profesión conocida, pero de buena billetera, se mezclaba con Graciela Borges, Andrés Percivalle, María Aurelia Bisutti, Víctor Bo, Libertad Leblanc, y Hugo Orlando Gatti, por citar solo a algunos. Las top models de la época solían encontrarse sobre la vereda de Arroyo e ingresar juntas. Chunchuna Villafañe, Claudia Sánchez, Pata Villanueva, Lucía Miranda, Liliana Caldini, Kooka, Mora Furtado, Teresa Calandra y Evelyn Scheild eran algunas de las bellas que disfrutaban de Mau Mau. Luego del fenómeno que provocó con el aviso del jabón Cadum, y aquel grito de "Shock" que pasó a la historia, una muy joven Susana Giménez empezaba a pisar fuerte y hacerse notar, convirtiéndose en una de las nuevas caras codiciadas que se mezclaba con el jet set que hospedan las trasnoches de Mau Mau.
El 17 de marzo de 1992 la Embajada de Israel sufrió el atentado terrorista que convirtió en ruinas su sede y dejó un saldo de 22 víctimas fatales y 242 heridos. La cuadra sembrada con escombros y el cierre de la calle Arroyo durante varios meses, profundizaron la inercia descendente que ya llevaba el negocio. Lo que otrora había sido una zona festiva se había teñido de dolor. Mau Mau hacía tiempo que había comenzado a perder su cetro en la noche porteña y aquel hecho luctuoso terminó por confinarla al ostracismo. "Mau Mau fue una felicidad que duró treinta años", reconoció, alguna vez, José Lata Liste. Los hermanos Alberto y José fallecieron dejando el recuerdo valioso de haber sido generadores de un ícono de una Buenos Aires que se resistía a dormir. Con Mau Mau se puede pintar todo un estilo de noche porteña. Exclusiva y elegante. De códigos sobrios. Mau Mau fue una revolución, aunque más festiva y superficial que la que le legó el nombre.
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