Con espíritu renacentista, un médico platense incursiona en la cervecería artesanal y se posiciona como una revelación en el arte de los retratos con tiza.
Por Josefina Marcuzzi / Foto de @luckifabianoph
En 2014, el doctor Matías Re, especialista en endocrinología, viajó a Europa para asistir a un congreso sobre diabetes en Bélgica y volvió a La Plata con una nueva obsesión: la cerveza. De espíritu inquieto y emprendedor, decidió juntar un par de amigos y darle forma a la ilusión de tener una cervecería propia. Así nació Lemmens. Y, como ambientación, colgaron una pizarra. Matías decidió ilustrar en tiza un paisaje de Leuven, una ciudad que le voló la cabeza por su cultura, su espíritu universitario y su variedad de birras. Después de esa primera obra, se entusiasmó con los materiales. Pensó que el instrumento era bastante noble. Empezó, sin conocer demasiado las herramientas, a investigar la técnica, a entender cómo mover sus dedos. Algunos conocimientos que tenía sobre pintura fueron claves para poder hacerlo cada vez mejor.
Empezó a firmar sus obras como “El Crayón” y en apenas dos años se transformó en un experto. Verlo en directo, impacta. Sobre un trazo blanco arrastra el dedo índice. Sus movimientos son lentos, cortos y cuidadosos. Con la yema levanta los granos de tiza y los desliza en varios sentidos, hasta lograr el tono de gris que busca para cada lugar de la pizarra. Se aleja de ella, se detiene, observa y vuelve. Puede hacer dos, tres o cuatro veces la misma rutina con una pizarra.
Matías heredó la pasión por la pintura de Jorge, su abuelo materno. Cuando tenía 7 años, se juntaban a desplegar cada uno su arte: a Matías le gustaba hacer “puntillismo”, una técnica de témpera sobre bastidor de tela que requiere tiempo y paciencia. Sin embargo, nunca pensó en estudiar arte. Desde chico, ya tenía clara su vocación por la Medicina.
Mientras remarca un detalle del rectorado de La Plata, una obra que está haciendo para la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP, recuerda sus primeros pasos. “En la adolescencia dejé de pintar, después retomé a pedido de mi abuela. Cuando estudié en Medicina era imposible por la demanda de tiempo de la carrera, y así fui y vine varias veces. Hasta enero de 2015, que pinté mi primera pizarra”.
Cuando se embarcó con los retratos, entendió que el nivel de complejidad es mucho mayor y se volvió superobsesivo. Su porfolio incluye, entre otros, a Walter White (el personaje principal de Breaking Bad), Madonna, el Potro Rodrigo y Keith Richards. “Si voy a hacer un retrato de Al Pacino, tenés que reconocerlo rápidamente. Tiene que ser Al Pacino, no Sandro. No puede haber dudas de quién es el personaje”, comenta entre risas. El tamaño de las pizarras es variable, y habitualmente tarda entre cinco y seis horas en completar una obra, aunque en murales más grandes puede llegar a invertir unas 10 horas hasta llegar al resultado final. Sin embargo, para cada pizarra no usa más de dos tizas. La parte crucial de los retratos son los ojos: puede borrar y hacer el mismo trazo tantas veces como sea necesario hasta capturar la mirada adecuada. “El resto se puede moldear, todo lo demás tiene, en cierto modo, más margen de error. Un vez que veo los ojos me quedo tranquilo, porque sé que el personaje, tarde o temprano, aparece”.
Sus días de anonimato quedaron atrás luego de que Fox lo contactara para participar de un casting en el que debía elegir a tres artistas que retrataran a Logan, el protagonista de la última película de la saga de X-Men. Matías llegó en ambo y ojeroso, directo desde el hospital. Cuando lo vieron, no podían creer que un artista de la tiza llegara vestido de médico. Sin embargo, Matías no se plantea dejar la Medicina por el arte. Son actividades complementarias, donde la expresión artística funciona como un modo de manejar el estrés y la ansiedad.
LA NACION