Perro de pelea cordobés: la especie argentina que se extinguió a comienzos del siglo XX
Esta raza se originó por las riñas caninas, donde se destacaba por su agresividad; esta característica estuvo detrás de la merma en su población, y hoy solo permanece en los genes del dogo argentino
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Todavía quedan quienes recuerdan al perro de pelea cordobés, la raza extinta a principios del siglo XX a partir de la cual se realizaron las cruzas que dieron origen al dogo argentino.
Para entender la existencia de este animal, que lleva la agresividad en su nombre, es necesario entender el contexto en el que se desarrolló: durante buena parte del siglo XIX y XX, las peleas de perros eran un entretenimiento masivo, de un perfil similar al que hoy tienen las riñas de gallos.
Había personas que se dedicaban a criar los perros más agresivos posibles para que se impusieran en el ring, en combates donde el perdedor podía encontrar la muerte. Del otro lado había un público ávido por la demostración animal de violencia, y dispuesto a gastar mucho dinero en apuestas por los resultados de las peleas.
En este sentido, el perro de pelea cordobés destacaba por su agresividad y arrojo, “ya que los rudos combates a los que eran sometidos de generación en generación, fueron acrecentando cada vez más su valentía original”, como recuerdan desde la organización Mascotarios.
Solían ser de color blanco, aunque algunos ejemplares tenían manchas barcinas. Haciendo honor a su nombre, “morían peleando, no rehuían al encuentro jamás. Pero carecían de olfato y velocidad, además de que su ferocidad hacia sus congéneres los hacía inútiles para la caza”.
La misma naturaleza del perro de pelea cordobés guardaba la clave de su extinción, ya que los ejemplares de esta raza perdida en su versión pura vivían vidas intensas y breves, terminadas de manera abrupta por lo general en el resultado desfavorable de las peleas caninas.
Pero en 1927 las cualidades y debilidades del perro de pelea cordobés fueron observados por Antonio y Agustín Nores Martínez, dos hermanos que quisieron, a pedido de su padre, crear una raza que combinara la valentía del perro de pelea cordobés, añadiéndole una sociabilidad que lo convirtiera en un perro de caza.
El paso del viejo perro de pelea cordobés al dogo argentino
La formación en genética de Antonio, recibido como médico cirujano en la Universidad de Rosario y profesor universitario, le dieron la posibilidad de proyectar los distintos componentes que podrían formar al nuevo animal. Además del viejo perro de pelea cordobés, sumó al Bulldog, el Bull Terrier y otras, que eligió por su capacidad de trabajo, como el Mastín de los Pirineos, el Boxer, el Gran Danés, el Irish Worurld Haund y el Pointer.
Nores realizó los cruzamientos con tres familias separadas, para de esta forma evitar la consanguinidad y lograr un mayor control sobre los caracteres de los animales. Veinte años después de comenzados los cruces, en 1947, logra presentar esta nueva raza en la provincia de San Luis, poniendo en combate a uno de sus dogos “aña” contra el chancho y el puma.
Antonio fue asesinado trágicamente en 1956 por un chico que le sostenía las armas en un viaje de caza, y que disparó sobre él y su compañero de caza para robar sus pertenencias. Su hermano Agustín, liberado en 1959 de las fuerzas de la autodenominada Revolución Libertadora que lo habían detenido en 1955 por ser peronista, continuó con la difusión de este tipo de perro.
En 1972 logró el reconocimiento de la Fundación Cinológica Internacional para el llamado Dogo Argentino como la única raza verdaderamente nacional, que guarda en su código genético el rastro del extinto perro de pelea cordobés.
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