Más de cien días en tierra para los pilotos y auxiliares que dejaron de volar les provoca sensaciones inéditas. Al menos es lo que le ocurre a Patricia Rolón, una tripulante de cabina, que trabaja desde hace 11 en LAN Argentina.
De pernoctar en hoteles con una frecuencia de entre dos y seis veces al mes a lo largo de casi un tercio de su vida - tiene 35 años- de pronto Patricia se descubre con una rutina nueva, totalmente diferente al ritmo acelerado que llevó hasta el comienzo del aislamiento obligatorio por Covid-19. Antes su día era imprevisible, con horarios muy estrictos, pero también con un montón de situaciones imprevisibles. Tenía una agenda sin espacios libres y estaba en contacto con cientos de personas, entre pasajeros y compañeros de tripulació. Se despertaba muy temprano a la madrugada para volar a distintas ciudades del país, volver por la tarde o por la noche, tal vez quedar varada en una escala en Salta y en lugar de ir a una clase en la facultad o llegar justo a tiempo a una fiesta de cumpleaños, terminaba cenando empanadas, porque una fuerte tormenta había cerrado el aeropuerto y los vuelos se cancelaron.
Desde el comienzo del aislamiento obligatorio, pasa la cuarentena encerrada en un pequeño departamento en una ciudad del conurbano, por suerte desde hace dos semanas, junto con su novio que logró repatriarse después de varios meses en el exterior. Ahora está menos sola, pero con la misma incertidumbre que sus colegas de la aeronavegación, sin poder volar, sin saber si "cuando todo vuelva a la normalidad", seguirá teniendo el mismo trabajo.
LAN Argentina, una de las empresas del holding chileno Latam, afectada por la suspensión de vuelos presentó un pedido de procedimiento de crisis y anunció que decidió dejar de operar en Argentina.
"Hay que estar preparada para cualquier imprevisto"
Con menos movimiento geográfico Patricia se concentra en el movimiento de las ideas, está abocada al trabajo intelectual. En 2016 se recibió de licenciada en trabajo social y es docente de la carrera en la Universidad de Lomas de Zamora. Fue complicado estudiar mientras trabajaba. "A veces tenía que llegar a la noche a un parcial y por algún problema meteorólogico el vuelo de regreso se cancelaba y yo estaba en Salta comiendo empanadas cuando tenía que estar rindiendo un parcial", recuerda. "Al principio me frustraba, pero después aprendí a ser más flexible. Hay que estar preparada emocionalmente para cualquier imprevisto", evalúa. "El cambio es parte de nuestro trabajo y si lo tomamos con este tipo de actitud ,aprovechando la parte positiva, es un lindo estilo de vida. Es sacrificado pero como contraparte tiene mucho de aventura y de momentos disfrute", agrega.
Trabajar en un avión le genera a Patricia el mismo entusiasmo que su carrera universitaria. Ambas pasiones tienen en común la vocación de servicio, de cuidar al otro, de ocuparse de su bienestar.
En este sentido, aclara, el rol de la "azafata", un término que ya perdió vigencia, cambió mucho desde los comienzos de la aeronavegación y también en la última década, desde que ella empezó a trabajar.
"Empezamos a tener un rol de más autoridad"
En sus comienzos, cuando ingresó a Latam como tripulante de cabina, los lineamientos para su trabajo abordo eran adoptar el rol de anfitriones. "Los pasajeros eran nuestros invitados , nuestra función principal era hacerlos sentir adentro del avión como invitados a nuestra casa. Pero con el tiempo eso fue cambiando y empezamos a tener un rol de más autoridad", observa Patricia. "Yo creo que eso fue necesario para ganarnos el respeto que tenemos que tener como agentes de seguridad; en definitiva es eso lo que somos a bordo y constantemente nos estamos capacitando y actualizando para eso", explica.
Un tripulante tiene una licencia habilitante que extiende la autoridad aeronáutica - la ANAC, Aviación Civil Argentina- que se revalidad anualmente, luego de pasar distintos cursos de actualización. "Es un aprendizaje constante y dinámico. Siempre hay avances tanto en manejo de accidentes como en primeros auxilios", cuenta.
"Los pasajeros eran nuestros invitados , nuestra función principal era hacerlos sentir adentro del avión como invitados a nuestra casa. Pero con el tiempo eso fue cambiando y empezamos a tener un rol de más autoridad".
También cambió el trato desde y hacia los pasajeros a partir de las modificiaciones en las regulaciones de los precios de los pasajes. La competencia con las empresas low cost obligó a las grandes aerolíneas a flexibilizar los precios y disminuir sus tarifas. Esto abrió la oportunidad de viajes a nuevos segmentos de pasajeros que se sintió en la dinámica abordo. "La verdad es que lo que cambió es que se convirtió en un ambiente un poco más hostil en la relación con los pasajeros.También notamos que venían con otras inquietudes; por ejemplo que les empezaron a cobrar el equipaje en cabina o les cambiaron ciertas cuestiones en el contrato de pasaje y eso se tornó en quejas y reclamos", analiza Rolón que, sin embargo, no deja de resaltar que la naturalidad con que asume su tarea permanece intacta.
"Me cuesta mucho disfrutar del ocio hedonista"
Cuando se le pregunta sobre sus inicios, cuenta que antes de sentir curiosidad por los aviones, se había recibido de técnica en turismo y estaba trabajando en una agencia de viajes en la parte de Ventas, cuando se anotó en un curso de tripulante de cabina. Pero ella siente que fue la profesión la que la eligió. "Tengo ese espíritu de aventura y de curiosidad que hay que tener en este trabajo. Nunca sabés adonde vas a terminar tu día. Si vas a pasar la Navidad con tu falmilia o en cualquier otra parte del mundo, si vas a estar en un casamiento, en un cumpleaños. Si bien todo está muy programado, lo que ocurre en el día a día es que puede surgir alguna una novedad que cambie los planes: que haya niebla y no se pueda despegar o que estés en una escala y que por un factor meterorlógico o por una falla técnica no puedas emprender el vuelo de regreso. Los que volamos tenemos que tener mucha capacidad de adaptación a esas cosas. Por eso tiene que ser algo realmente deseado", reflexiona.
Antes de la pandemia, este paréntesis impuesto que trajo algo de alivio frente a los contagios por coronavirus que ya estaban empezando a transmitirse entre las tripulaciones - "Sabemos que el virus lo trajimos en avión", destaca- , la agenda de Patricia estaba repleta de horarios cubiertos por el trabajo, la investigación y con muy poco espacio para el ocio. "No sé disfrutar del tiempo libre, me cuesta mucho disfrutar del ocio hedonista", confiesa, en relación a cómo está pasando el tiempo en tierra. "Por supuesto me gustan las vacaciones, el contacto con la naturaleza, pero son cosas que no disfruto tanto como estar volando, leyendo o escribiendo", comenta. Por eso aprovecha los días en casa para profundizar una investigación de otro de los temas que la convoca: las ampliaciones de derecho históricas para los tripulantes de cabina. Actualmente está entrevistando a muchas mujeres jubiladas de la actividad que le cuentan cómo fue su experiencia en la profesión.
"Desde hace dos años podemos usar pantalones"
"Hasta los años 90 a las candidatas en algunas compañías les tomaban las entrevistas de trabajo en ropa interior. ¡Imaginate lo fuerte que es eso!", revela. "Otro de los logros fue la paridad en los roles de abordo. "Hasta los años 80 y pico, las mujeres no podían acceder al cargo de comisario de abordo y eso estaba estipulado por escrito, entonces se daban situaciones en las que mujeres con veinte años de experiencia en la profesión no podían pasar de ser auxiliares y tenían que estar subordinadas a un varón joven. Por suerte se revirtieron estas cosas", celebra
Pero todavía no se logró revertir el estereotipo de la azafata carismática, sexy, de servidora de lujo y Patricia lamenta que todabía subsistan algunas de estas prácticas discriminatorias. La del uniforme, más orientado a la apariencia que a la funcionalidad, es una de ellas.
"Hace dos años nada más en Latam empezamos a usar pantalón: llegábamos a Ushuaia y nos bajábamos del avión a un clima frío y con nieve usando zapatos con taco y pollera. Si bien yo me identifico muchísimo con tener una actitud carismática y es algo que me sale natural, espero que se conozca que también tenemos un entrenamiento profesional muy riguroso, que se desconoce porque todavía lo que sobresale de la profesión es la estética", destaca.
"Hace dos años nada más en Latam empezamos a usar pantalón: llegábamos a Ushuaia y nos bajábamos del avión a un clima frío y con nieve usando zapatos con taco y pollera"
La formación, el ser responsable de la seguridad de los pasajeros y también, de su confort, es para Patricia la parte más atractiva de su rol. Mientras espera volver a los cielos, con la incertidumbre, esa que ya es la nueva normalidad para todos, prepara las clases que si todo se da como lo esperado comenzará a dictar en agosto en la carrera de trabajo social en la UNLZ.
No sabe cuándo volverá a subirse a un avión así que por ahora se esfuerza en poner en juego esa cada día la habilidad que aprendió en los años de vuelo: adaptarse a los cambios.
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