Todo marchaba sobre ruedas entre ellos. Era como si se conocieran desde siempre. Compartían grandes charlas, sueños por cumplir y muchos proyectos para llevar a cabo. Leandro tenía 22 y Ailén 17. Él estudiaba la carrera de Contador Público; ella estaba decidida a formarse en el diseño gráfico. Se habían conocido en el cumpleaños de un amigo en común. Todos los fines de semana iban a bailar juntos (Leandro tenía auto y Ailén un DNI prestado que le daba acceso a los boliches) y durante varios años, nada les hizo pensar que ese vínculo tan estrecho que habían logrado formar podía, quizás, subir de nivel.
Hasta que se animaron a ir por más. El primer beso fue casi mágico y pronto entendieron que estaban destinados a recorrer un largo camino juntos. "Lo que más nos enamoró del otro fue la inmensa cantidad de cosas que teníamos en común. Compartimos muchos gustos y pasiones, y sin duda el hecho de que los dos amamos viajar nos unió más aún", cuenta ella.
En 2017, ambos con sus respectivos títulos universitarios bajo el brazo, trabajo estable y ganas de convivir, alquilaron un pequeño departamento en Villa Urquiza, en la Ciudad de Buenos Aires. Allí pasarían dos años de muchos aprendizajes, desafíos y necesidad de conocerse todavía más. Por momentos la rutina se volvía pesada, pero sabían que se tenían el uno al otro y que tenían la confianza y libertad para conversar sobre cualquier preocupación que los angustiara. "Ambos contábamos con muy buenos trabajos en relación de dependencia. Vivíamos en un lindo departamento y teníamos un auto confortable. Pero hacía unos meses nos habíamos dado cuenta de que nuestra felicidad no iba por ese rumbo. Siempre amamos viajar y el desafío de comenzar una aventura solo con un pasaje de ida era algo que nos quitaba el sueño".
Finalmente, después de varias noches de negociarlo, a mediados del 2019 tomaron la decisión de abandonar sus trabajos, vender todas sus pertenencias, sacar pasajes de ida y partir, cada uno, con una pequeña valija. Llevaban poca ropa, artículos de primera necesidad pero muchos sueños y miedos. Roma iba a ser el comienzo de una nueva y desafiante aventura.
Según habían planeado, la idea original era viajar por un año, pero nada los ataba a volver en una fecha determinada. Además de conocer nuevos destinos, el objetivo del viaje también era aprovechar el tiempo para mejorar el idioma inglés. "Queríamos dejar muchas cosas libradas al azar, pero estudiar inglés en el exterior era algo que sabíamos que íbamos a hacer. Finalmente estudiamos un mes en un instituto de inglés en Malta, lo mismo en Irlanda, y dos semanas en Filipinas".
La metodología de viaje en la que habían pensado era hacerlo de la manera más económica posible. ¿La consigna? Viajar más, gastando menos. Hicieron voluntariados, durmieron en casas de viajeros desconocidos, cuidaron mascotas a cambio de hospedaje. También durmieron en aeropuertos, dentro de un auto o en una carpa, pero siempre con la intención de disfrutar todo aquello que se presentara. Eso no fue todo. Conocieron el Coliseo, participaron del Oktoberfest, viajaron en el tren de los Alpes suizos, pasaron una noche en el imponente desierto del Sahara, estuvieron en las vísperas navideñas en la fría Moscú y pasaron fin de año en Hong Kong. Recorrieron 40 países y siempre tuvieron la premisa de seguir en ese plan de descubrimiento. (Se pueden seguir sus recorridos y obtener información de viaje en su Instagram @Sinturbulencias).
Luego de varios meses, y ya con varios ahorros menos, tomaron la decisión de probar suerte en Nueva Zelanda. Llegaron a principios de febrero de este año con visa de turista, para luego intentar aplicar a un visado de trabajo temporal para hacer trabajos de granja, como recolectar kiwis o manzanas. La idea era ahorrar algo de dinero durante uno o dos meses y así continuar viajando.
"Lo que jamás se nos había cruzado por nuestra mente es que el Coronavirus iba a aparecer en todo el mundo cambiando nuestros planes por completo. Vivimos situaciones de incertidumbre, de reflexión y un poco de desesperación también. Quedamos varados en Nueva Zelanda en la otra punta del mapa, lejos de la familia y amigos. Tuvimos que tomar decisiones difíciles. Vivimos muchos momento de incertidumbre: cierres de fronteras, vivir una cuarentena con personas que no conocíamos, lejos de la familia y ver cómo empeora día a día la situación en Argentina nos angustia mucho", asegura Leandro.
La situación puso a prueba la pareja. ¿Cómo iban a hacer para continuar con sus planes? ¿Volverían a la Argentina? ¿Qué pasaría con sus familias? Por un momento el miedo los paralizó y la duda se apoderó de ellos. Eran una pareja joven con muchos sueños por cumplir pero la pandemia los estaba poniendo a prueba.
"Somos pareja hace ocho años, pero en este viaje fue donde realmente nos conocimos al 100%, donde aprendimos y crecimos, no solo por estar juntos las 24 horas del día los 7 días de la semana, sino porque afrontamos un montón de situaciones que nos unieron más que nunca. Como aprendizaje, podemos decir que no todo es color de rosas, que en un viaje, al igual que en una relación, hay miles de momentos hermoso y otros no tanto. Pero eso nos hizo saber que, teniéndonos el uno al otro, podemos afrontar cualquier adversidad. Y que nunca nos vamos a olvidar de todo lo que vivimos, ojalá alguna día podamos contarle toda esta historia a nuestros hijos".
Si querés contarle tu historia a la Señorita Heart, escribile a corazones@lanacion.com.ar con todos los datos que te pedimos aquí.
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