Más de 30 personas ya murieron en concursos de comida alrededor del mundo
Morir atragantado en un concurso para ver quién come más medialunas, como le ocurrió el fin de semana pasado a un ex boxeador en Pinamar, es definitivamente una manera llamativa de dejar esta vida. Sin embargo, no es algo tan infrecuente. Ya suman más de 30 los desenlaces fatales en competencias de comida y bebida en todo el mundo. En su inmensa mayoría, los casos documentados ocurrieron del año 2000 en adelante.
El sitio eatfeats.com (que podría traducirse como "hazañasdelcomer.com") reúne datos, récords y un calendario de concursos de atracones, que son muy populares en Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, India y Japón, entre otros países. En una entrada de noviembre de 2014, la página contabiliza 28 decesos desde 1906, año en que un señor llamado Frank Miller murió tras participar en una competencia de comer queso Limburger (una variedad fuerte y picante) en el estado de Illinois. En total, los episodios registrados durante el siglo XX son tres. Todos los demás son del presente milenio. Es posible, entonces, que los casos del pasado hayan sido muchos más, solo que la información no fue sistematizada.
Luego de la confección de esta lista en 2014, los medios reportaron dos muertes en un mismo fin de semana de abril de 2017 en Estados Unidos. La estudiante universitaria Caitlin Nelson, de 20 años, sucumbió luego de tragar cuatro o cinco "hot cakes" (más gruesos y esponjosos que nuestros panqueques) en un concurso de una hermandad estudiantil, en Connecticut. Al parecer la chica sufría alergias a múltiples alimentos . Con horas de diferencia, un hombre de 42 años, Travis Malouff, murió a causa de "asfixia por obstrucción de las vías respiratorias" en un torneo de glotonería de donas en Denver.
También en 2017, en un resort de Corea del Sur, se celebraba un encuentro de orientación y bienvenida para 350 estudiantes universitarios, supervisados por 19 profesores. De pronto se armó un torneo para ver quién comía más rápido un bowl de ramen (sopa espesa o guiso a base de fideos). Una chica de 23 años compitió hasta que se sintió mal y fue al baño. La encontraron inconsciente y, aunque la llevaron al hospital, falleció por falta de oxígeno.
A esto hay que sumar lo sucedido a fines de 2016 en la prefectura de Shiga, Japón. Una cooperativa de productores agrícolas había organizado un concurso y el premio era un kilo de carne vacuna de Omi (producto tan valorado como el Kobe, puede valer cientos de dólares). Se anotaron 15 participantes y el objetivo era tragar cinco onigiris (bolas o triángulos de arroz rellenos con diversos ingredientes) en el menor tiempo posible. Uno de los contendientes, de 28 años, colapsó justo en el quinto. Agonizó tres días y después murió.
La penosa lista se completa, ahora, con el argentino Mario Melo, de 57 años. Retirado tras una carrera boxística en la que abundan los triunfos sobre las derrotas, sufrió su último nocaut, insólitamente, en la Fiesta de la Medialuna de Pinamar.
Volviendo a la nómina de eatfeats.com, en los registros entran los fallecidos en concursos "oficiales" y también en apuestas espontáneas. Algunos casos demuestran que la estupidez humana es infinita, y otros dan pena porque son producto de la imitación infantil.
Por ejemplo, en 1999, una niña de 12 años murió en el aula de su escuela, en Chicago, como consecuencia de un juego llamado "Chubby Bunny" (conejito gordito). En momentos en que no había ningún adulto a cargo, la menor se llenó la boca de malvaviscos hasta reventar y dijo "Chubby Bunny", que es el objetivo final del desafío. Se atragantó y no pudieron salvarla.
En 2007, en Sacramento, California, una mujer pereció de hiperhidratación o intoxicación por agua en un torneo de "resistencia de vejiga" patrocinado por una radio. Sí, a algún "genio" se le ocurrió algo así.
Esto alcanzó un pico más alto en 2012 en una localidad costera de Florida, donde Eddy Archbold, de 32 años, ganó una serpiente como premio mayor en un torneo de comer insectos y gusanos organizado por una tienda de reptiles y otros animales exóticos. También se ganó una lápida en el cementerio local, ya que se descompuso, vomitó en la vereda del comercio luego de su "consagración" y ya no despertó.
En Gran Bretaña son populares, al parecer, los concursos de comer huevos duros, acaso como punto culminante de una borrachera en el pub y en honor a "La leyenda del indomable", la película de 1967 donde Paul Newman se traga 50 productos de gallina en estado sólido. Este desatino causó dos muertos al hilo en el Reino Unido, en 2013 y 2014.
Joaquín Alcaraz Gracia le hizo honor a su segundo apellido al triunfar en un concurso de bebedores de cerveza en España, en 2013. Fue el trago del estribo. Un año antes, en Túnez, Dhaou Fatnass, de 20 años, apostó plata con sus amigos a que podía comerse 30 huevos crudos. Llegó hasta el número 28 y lo atacó un terrible dolor de estómago. Murió en la ambulancia. Los amigotes no tuvieron que pagar la jugada. ¿Habrán dudado, además, de su hombría, por no haber alcanzado la meta?
¿De dónde vienen estos concursos?
Los concursos de comida tienen la estructura de un divertimento medieval. Varias personas se suben a un tablado y pujan por ver quién traga determinado alimento más pronto o cuántas porciones engulle en un plazo de tiempo equis. No obstante, la escasez de comida en tiempos remotos sería incongruente con esta clase de torneos.
En concreto, los primeros antecedentes aparecen a fines del siglo XIX y principios del XX en ferias rurales de Estados Unidos, donde se daban cita tanto productores agropecuarios como espectáculos de todo tipo, incluyendo números de circo, freak shows (exhibición de personas deformes, ya fueran reales o fraudes) y las primeras atracciones mecánicas de parques de diversiones.
Los concursos de comida pretenden ser una celebración de la abundancia, pero acaban siendo un espectáculo repugnante que endiosa la obesidad, la gula y el consumismo sin freno.
La historia moderna de estas competencias, con reglamentos escritos y un proceso de selección de los contendientes, se inicia en la década de 1970 con un campeonato de panchos que se celebra todos los 4 de Julio (Día de la Independencia de Estados Unidos) bajo el patrocinio de una cadena de comidas rápidas, cuyo local original se encuentra en Coney Island, un barrio de Brooklyn, Nueva York.
El Nathan's Hot Dog Eating Contest atrae comedores profesionales de todo el mundo. Gente que se entrena y gana dinero exhibiendo su "talento". Este año, un tal Joey Chestnut marcó un nuevo récord al devorar 74 panchos en diez minutos.
Los peligros
Más allá de la posible muerte por atragantamiento, comer como desaforado en una carrera ilógica puede tener otras consecuencias para la salud. Las más usuales son el aumento de peso y de colesterol y los picos de presión sanguínea.
Los participantes también pueden desarrollar parálisis estomacal o gastroparesis, la cual ocurre cuando una persona extiende muy seguido el estómago más allá de su capacidad normal. Otro riesgo es la perforación del estómago.
Según un estudio de 2007 realizado por la Escuela de Medicina de la Universidad de Pensilvania, "los comedores rápidos expanden el estómago para formar un enorme saco flácido capaz de albergar grandes cantidades de comida".
"Los comedores rápidos profesionales pueden desarrollar con el tiempo obesidad mórbida, gastroparesis profunda, náuseas y vómitos intratables, incluso podrían requerir una gastrostomía", agregó el informe.
Y concluyó: "A pesar de su creciente popularidad, las competencias de comida son una forma de comportamiento autodestructivo".
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