La ola de calor actual, en esta época del año, tiene un antecedente al que refieren la mayoría de los meteorólogos: marzo de 1980, cuando el gobierno tuvo que tomar medidas inéditas para mitigar sus efectos
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Las altas temperaturas registradas en los últimos días están rompiendo todos los récords. “Un marzo caliente”, se convirtió en la noticia del momento. El sábado pasado, según el Servicio Meteorológico Nacional, los 38,6 grados registrados en la Ciudad de Buenos marcaron la temperatura más alta en los últimos 117 años para esta época del año. La ola de calor que sacude a la Capital y a la provincia de Buenos Aires tiene en vilo a la sociedad. No faltan aquellos que, haciendo eco de los reclamos ambientalistas, se animan a vaticinar el peor de los finales. Sin embargo, hace 40 años vivimos una situación similar. ¿Cómo sobrellavamos aquel verano tardío?
“En marzo de 1980 hubo una ola de calor similar, quizás no fue tan fuerte como la que estamos transitando, pero llegaron a suspenderse las clases”, dice Alpio Costa, Climatólogo del Instituto Antártico Argentino.
El 8 de marzo de 1980, producto de un anticiclón (centro de alta presión) que generó una corriente de aire caluroso en el sur de Brasil que se desplazó a nuestro territorio, se inició la ola de calor.
En aquel entonces las temperaturas máximas oscilaron entre los 29 y 36 grados y las mínimas entre 19 y 26 grados. “La temperatura que soporta actualmente la población de Buenos Aires es casi idéntica a las condiciones térmicas de Río de Janeiro durante todo el verano”, señalaba una nota del diario LA NACION del 21 de marzo de 1980.
Por el intenso calor dos personas murieron y más de 350 fueron internadas. El 24 de marzo de 1980 se registró la temperatura mínima más elevada del siglo XX: 27,7 grados.
Suspensión de las clases y fútbol nocturno
Una de las medidas del gobierno de Jorge Rafael Videla “hasta que se disipe la ola de inusitado calor” fue la suspensión de las clases en escuelas y colegios públicos y privados, en todos los niveles. La excepción fueron las universidades, donde se dejó librado al criterio de cada rector.
La medida se extendió a prácticamente todo el país. Solo quedaron excluidas las provincias patagónicas.
Según las crónicas de la época, la suspensión de clases no tenía precedentes en el país. Recordaban, los memoriosos, que se aplicó una medida similar con el brote de poliomelitis de 1936. Las autoridades argumentaron que las altas temperaturas impedían “un adecuado desarrollo de las clases”. Curiosamente, fue bien recibida por la sociedad.
Antes de adoptarse la medida, los padres habían comenzado espontáneamente a retirar a sus hijos de las escuelas y “en algunos establecimientos el porcentaje de niños retirados llegó a ser del 100 por ciento”. En Tucumán, en el Hospital de Niños, fueron internados 114 pequeños con síntomas de desnutrición y diarrea estivas. Similar situación se advirtió en Rosario con numerosas personas “de edad avanzada, que presentaban cuadros de lipotimias, estados depresivos, obnubilación y mareos, característicos del llamado ‘golpe de calor’”
Los días previos a la medida, en los colegios secundarios se había notado un mayor nivel de ausentismo de profesores y alumnos y varios casos de deshidratación.
Otra de las medidas anunciadas por el Gobierno para mitigar el golpe de calor fue el cambio de horario de los partidos de fútbol: los encuentros sólo podían realizarse después de las 20 horas.
Apagones
A la par del calor agobiante, en casi todos los barrios de la Ciudad y el Conurbano se produjeron cortes de energía. Los apagones afectaron también al aeropuerto Jorge Newbery y las operaciones aéreas debieron ser canceladas hasta que, con la utilización de un gripo electrógeno, se reanudaron los vuelos.
En aquellos días, se reiteraba a los ciudadanos la importancia de consumir alimentos salados. “Si se observan sobre todo en las personas de más de 50 años los primeros síntomas del golpe de calor, especialmente una depresión psíquica, caracterizada por tristeza y abatimiento, la indicación se convierte en imperiosa y urgente”, sostuvieron desde la Secretaria de Salud Pública.
Llegó el alivio: La temperatura bajó 14 grados en 90 minutos
Finalmente, el 22 de marzo un vendaval con ráfagas de hasta 85 kilómetros por hora y un pronunciado descenso de la temperatura puso fin a la ola de calor que durante dos semanas había azotado a la Ciudad.
“En solo media hora la temperatura descendió más de 9 grados y al promediar la tarde la lluvia, que se produjo en forma de chaparrones de poca intensidad, pareció ratificar el cambio que se había producido en las condiciones climáticas”, detalló el cronista de LA NACION. En el conurbano los chaparrones fueron más intensos y hubo calles anegadas y arboles caídos.
En Mar del Plata, 200 familias debieron ser evacuadas como consecuencia de las inundaciones producidas por el violento temporal. “Luego de varios días de temperatura agobiante, un verdadero diluvio, como pocos recuerdan, se había abatido sobre Mar del Plata. Prácticamente todo el radio céntrico quedó bajo las aguas y las calles parecían rio. Los amplios espacios abiertos de las plazas parecían lagunas y la ciudad se convirtió en un caos imposible de ordenar”, relató el cronista de LA NACION.
Ola de calor marzo 2023
Para Alpio Costa, la ola de calor de los últimos 15 días no tiene precedentes. “Una ola de calor en Capital Federal se define cuando por tres días o más la temperatura máxima supera los 32,3 grados y la mínima los 22. Desde el 28 de febrero, durante 15 días consecutivos, tuvimos una temperatura máxima que superó los 32.3 y eso no había sucedido nunca, ni siquiera en verano”, explica.
“En los años, hubo muchos meses de marzo con temperaturas más altas y más bajas que el promedio, pero lo llamativo de este 2023 es que fue extremo. Es muy probable que hayamos transitado la quincena más calurosa de la historia, considerando todos los meses del año -inclusive los de verano-, no solo marzo”, concluye Costa.
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