Mary Quant, la dama rebelde de la moda
"Es muy importante correr riesgos", solía decir Mary Quant, la famosa creadora de la minifalda que en los 60 revolucionó las calles londinenses con diseños atrevidos y juveniles, acordes a la efervescencia de la época. Y que popularizaron modelos como Jean Shrimpton y Twiggy.
El Victoria & Albert Museum (V&A) de Londres prepara una retrospectiva dedicada a su trabajo, desde 1955 hasta 1975. La muestra, la más grande en su tipo en 45 años, será inaugurada en abril y constará de 200 prendas, accesorios y objetos provenientes del propio museo –cuya colección con creaciones de la diseñadora británica es la mayor, a nivel mundial—, así como de su archivo personal y préstamos de terceros. "Hemos tenido un acceso sin precedentes al archivo de Mary Quant, ella –hoy de 84 años y Dama Comendadora de la Orden del Imperio Británico desde 2015– nos ha dado su apoyo al facilitarnos un compendio de indumentaria, fotos y material de marketing y, tanto su hijo Orlando, como Heather Tilbury Phillips, la directora de Comunicaciones de Quant en los años 70, han estado involucrados directamente en la exhibición", comenta Stephanie Wood, una de las curadoras, a LA NACION revista.
También ha sido importante el aporte del propio público. Hace unos meses, en el V&A hicieron una campaña, #WeWantQuant, pidiéndoles a quienes usaron ropa de Quant que buscaran prendas que aún tuvieran en su poder y compartieran historias personales y recuerdos de aquella época. Llegaron más de 800 mails. "La respuesta ha sido abrumadora y la exposición ha evolucionado hacia una historia de vida de las mujeres y cómo estas cambiaron durante ese período", detalla Wood.
Entre las donaciones y préstamos "fantásticos" que recibieron, "la pieza más antigua es muy simple: una remera de algodón en forma de T, de los años 50, incluso antes de que Quant etiquetara sus propios diseños en su tienda Bazaar de King’s Road", cuenta la curadora. Otra prenda destacada es un vestido llamado Miss Muffet que Mary Quant hizo para la revista de patrones estadounidense Butterick. Sheila Hope, entonces una estudiante del Bournemouth College of Art, lo copió para el festejo de su cumpleaños número 21. "Es una impresión fabulosa en lana Liberty varuna, de 1964, y muestra cómo los diseños de Quant se volvieron al alcance de más gente. Además, tenemos un encantador vestido mini culotte de 1970, que nos prestó Nanna Björnsdottir, quien solía modelar para los cosméticos Mary Quant. Es una pieza tan luminosa, sexy, divertida, que hasta sus hijas la usaron, hace poco. Estas prendas y las historias de mujeres que las vistieron, muestran qué tan modernos son los diseños de Quant. Mucha gente ha atesorado sus vestidos, porque representaban la libertad y un momento especial en sus vidas".
Por lo visto, Quant –tras la aparición de la píldora anticonceptiva, en 1960– popularizó "muchas cosas que actualmente damos por sentadas: además de las minifaldas, las medias panty, la máscara de pestañas a prueba de agua. Asimismo, ella estuvo entre los primeros que promovieron los pantalones y los trajes como moda femenina. Su apropiación de la ropa masculina permanece como una de sus grandes contribuciones a la moda".
(Barbara) Mary Quant nació el 11 de febrero de 1934 en Blackheath, Londres. Hija de profesores galeses –dos académicos, él vinculado con la historia y ella, con las matemáticas– se crio bajo la influencia de la música clásica que su padre interpretaba al piano y las salidas a pescar que realizaba con una tía. Hoy vive en las afueras de Londres, con idas y venidas entre el barro rural y el ajetreo urbano de la capital inglesa.
Ya a los 6 o 7 años de edad, intentaba diseñar su propia ropa. Un día, mientras asistía a una lección de ballet, oyó una música excitante que venía del cuarto contiguo: era una clase de tap. "Cuando miré a través del vidrio, vi en medio de la sala a una chica un par de años mayor que encarnaba todo lo que yo quería ser", contó Quant en una entrevista. La nena llevaba un corte de pelo Bob, una pollera corta plisada con un pulóver negro ajustado, medias negras, unos soquetes blancos sobre estas y un par de zapatos de tap con correas alrededor de los tobillos. La imagen de las piernas y los tobillos la persiguió desde ese día. Al punto que, años después, sería la inspiración para que, en 1964, pusiera de moda las polleras que llegaban 10 centímetros sobre la rodilla –si bien se disputa su autoría con el fallecido diseñador francés André Courrèges—. El nombre mini, en tanto, saldría de la pasión de Quant por el Mini Cooper, modelo que ella conducía. A su juicio, "el mini combinaba a la perfección con la minifalda: hacía lo que uno quería, lucía genial, era optimista, exuberante, joven, coqueto".
Como sus padres se opusieron a que estudiara moda, Mary cursó ilustración en el Goldsmiths College, de la Universidad de Londres, donde conoció a Alexander Plunkett-Greene, su futuro marido y socio, que provenía de una familia aristocrática. Al salir de la escuela, trabajó como aprendiz en una sombrería llamada Erik’s, mientras Alexander era empleado de Selfridges.
Por las noches, Quant tomaba clases de corte y confección. Aunque alucinaba con revistas como la Vogue francesa y amaba París, quería crear ropa a su manera. Así fue que –con la participación de su marido y de Archie McNair, un abogado emprendedor que ya había abierto un estudio fotográfico y un espresso bar en el barrio de Chelsea, que comenzaban a frecuentar jóvenes artistas, directores de cine y socialites— nació Bazaar, su primera tienda, en King’s Road. Entonces, la Inglaterra de la posguerra lucía gris. Algo que no iba con la juventud, que volcó su rebeldía y ganas de cambiar el mundo en las escuelas de arte. De pronto, se produjo una explosión, en el diseño, la fotografía, la música –con los Beatles como emblema máximo– y la moda –con Quant a la cabeza femenina–. Un fenómeno que se conocería como el Swinging London de los 60.
Actitud y resistencia
Antes de esos años agitados, la vestimenta que usaban las mujeres era sosa y cara. Además, se estilaba que las hijas se vistieran como sus madres. Quant, quien era contemporánea de sus clientas, vio las posibilidades del nuevo mercado joven y diseñó ropa original: faldas y vestidos cortos de líneas simples, que ganaron seguidoras. Su idea era crear "vestimenta relajada acorde al quehacer de la vida diaria". Detalles como los cuellos Peter Pan, los bolsillos o las margaritas se volvieron parte de sus creaciones, dotadas de alegría, actitud y personalidad. También, experimentó con nuevos materiales y lanzó impermeables plásticos, por ejemplo. Y puso de moda los vestidos tipo jumper, las medias con diseños originales, las botas hasta la rodilla y el color blanco. En suma, creó lo que se conoce como el Chelsea look.
En realidad, primero había intentado vender ropa que encontraba en otros lugares, pero, como lo que encontró no le gustaba, apostó por sus creaciones. Aunque ya acostumbraba acortar su uniforme cuando era una adolescente que iba al colegio, Quant dijo que no inventó la minifalda, sino que lo hicieron las chicas que acudían a su tienda, ya que querían las polleras cada vez más cortas. Cuando recién comenzó a exponer vestidos cortos –que encarnaban la emancipación– en las vidrieras, hubo transeúntes que, escandalizados, les daban paraguazos a los escaparates. "La minifalda causó una reacción extraordinariamente poderosa: había gente que la odiaba", ha repetido Quant. Entre otras voces, Coco Chanel declaró que era "simplemente horrible". Otros la adoptaron gustosos: en 1968, Jackie Kennedy eligió un vestido plisado corto, que diseñó Valentino, para su boda con Aristóteles Onassis. Como sea, la prenda conquistó al mundo.
Sobre Quant, la curadora Wood dice que "su avance a la producción en masa, a comienzos de los 60, hizo sus diseños más accesibles para las mujeres trabajadoras y su exitosa línea de cosméticos, introducida en 1966, la proclamaron como la ‘madrina’ de lo accessible, la diseñadora de modas para todas".
Al crear ropa juvenil y no convencional "inspirada por la escena creativa londinense, dio vuelta el dominio de la costura parisina, y convirtió el estilo callejero británico en una influencia global. Algo que ocurre hasta la actualidad. Para nosotros, es el momento perfecto de celebrar a una mujer cuya carrera innovadora inspiró y liberó a las mujeres de las reglas y las convenciones sofocantes, y de vestirse como sus madres", enfantiza Wood.
Hace poco, una veintena de modelos –diez de ellas trabajaron para Mary Quant, en su mejor momento– se reunieron en el frontis del V&A usando diseños originales de la modista. El grupo, en el que estaban Jill Kennington –conocida por su aparición en Blow-Up (1966), de Antonioni– y Kari-Ann Muller –tapa del álbum debut de la banda Roxy Music, 1972–, se subió a un típico ómnibus rojo de dos pisos con una margarita que, en otros tiempos, Quant usó para promocionar su línea de cosméticos, e hizo un recorrido nostálgico. De vuelta en King’s Road, la calle donde se ubicó la primera tienda de Quant, el grupo de gogo dance The Meyer Dancers le rindió a tributo a la diseñadora que "liberó a las mujeres británicas".
Energía, clase, rebelión
El éxito de Quant –quien se casó con Alexander en 1957, tuvo un hijo (Orlando) con él, en 1970, y lo amó hasta su muerte, en 1990—, fue tal, que la diseñadora abrió una segunda tienda en Chelsea, en 1961. Dos años después, exportaba sus creaciones a los Estados Unidos y su marca alcanzaba fama internacional.
Durante los años 70 y 80, se dedicó a idear objetos para el hogar, maquillaje –sus cajitas fueron un hit en Japón— y ropa. En 1988, diseñó el interior del Mini Cooper, auto que tanto le gustaba, con rayas en blanco y negro en los asientos y cinturones con adornos rojos.
En 2000, Quant renunció como directora creativa de Mary Quant Ltd., su firma de cosméticos, luego de que una compañía japonesa la comprara. Eventualmente, trabaja como consultora.
Ha escrito dos autobiografías: Quant by Quant (1966) y Mary Quant: Autobiography (2012) y, en su haber, cuenta con diferentes reconocimientos, entre ellos, el primer premio a Vestido del año del Museo del Traje de Bath (1963) y el nombramiento como Oficial de la Orden del Imperio Británico, por su contribución a la moda de su país (1966). En 1973, el Museo de Londres dedicó una muestra a su figura y, desde 1976 hasta 1978, fue asesora del V&A.
En los 60 –"una encantadora fiesta de diez años, que se marchitó con el alboroto del Flower Power", según los describió Mary—. se codeó con otros personajes creativos del momento, por ejemplo, el peluquero Vidal Sassoon –"padre" de los cortes geométricos y responsable de los pelos de Twiggy y los de la propia Quant— y los fotógrafos David Bailey, Terence Donovan y Brian Duffy. "En su primera autobiografía, Quant by Quant, la ‘Dama’ reconoce su habilidad para ‘capturar el espíritu de la época e interpretarlo en ropas antes que otros diseñadores’, pero también admite que ella comenzó su carrera al mismo tiempo ‘que algo estaba en ebullición en el aire’", señala Wood. "La ropa que hacía encajaba a la perfección con la tendencia adolescente, con los discos de música pop, los bares de café espresso y los clubes de jazz".
Su aporte a los cambios culturales de ese período estarán al centro de la exhibición del V&A, "explorando cómo la marca Quant pasó de ser una pequeña boutique a un imperio de moda internacional. Igualmente, la muestra resaltará a algunas modelos icónicas del período, como Grace Coddington, Jean Shrimpton y Twiggy", indica Wood, mientras que, en cuanto a los diseños –muchos no antes vistos–, aparte de vestidos diseñados por Quant, se incluirán trajes de baño y zapatos de su autoría.
Quizá solo por provocar, Quant decía que "el buen gusto es la muerte, la vulgaridad es la vida". En lo que ella hizo, además de tomar riesgos, puso "energía, clase y rebelión", como subraya Wood. Cualidades con que cambió para siempre la moda –y más que la moda– femenina.