Cumplió en cuarentena y apenas festejo con su familia. Actualmente vive en un convento en Santos Lugares, se siente de 60 y está siempre con el celular en la mano
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Primero quiso ser equilibrista, de circo. Era liviana e inquieta, pero no pudo ser. Después soñó con ser bailarina, tampoco se dio, sus padres no la dejaron. Pactó con ellos aprender a tocar el piano, música clásica. Pero aceptaban sólo sí se comprometía a terminar el secundario. Así fue, tuvo su propio piano a los 15, pero aunque era excelente alumna con la técnica, no tuvo el don, el talento, le faltaba oído como se dice. Por eso, ni bien llegó a quinto año, le dijo a su papá: “Vendé el piano, no voy a seguir con esto”. Recién entonces se le metió en la cabeza ser monja. Ser la hermana Martha Pelloni. La que todos los argentinos recuerdan por haber encabezado las marchas del silencio en Catamarca, pidiendo justicia por el asesinato de María Soledad Morales, hoy hace 31 años.
-¿Cómo ve aquella nena a esta mujer de 80 años?
-Dios me llevó de su mano siempre. Por eso soy una agradecida. Ni siquiera me ha mostrado el peligro, me sacó del peligro. De raptos...Mis padres con tal de que se me fuera la vocación religiosa me daban libertad total a los 18 años. Una amiga que tenía casa en Mar del Plata, un verano me invitó. Audaces, sanas moralmente, nos hacíamos amigas de los chicos en la playa y a la noche nos invitaban a salir, nos pasaban a buscar. Me acuerdo que una noche tuve miedo. Estaba fresco, nos buscaron con el auto, entonces como algo debo haber intuido, la pellizqué a mi amiga y le dije: “sabés que tengo mucho frio. Por qué no vamos a buscarnos un saco”. Y nos bajamos. Te aseguro que esa noche hubiera pasado algo. Dios te lleva de la mano.
31 años después
La hermana Pelloni hoy vive en un convento de la orden de las Carmelitas Misioneras Teresianas con otras hermanas mayores, a las que cuida día tras día. Queda en Santos Lugares, llegó tras pasar algunos años como rectora de escuela en Goya, Corrientes, después de lo que sucedió con María Soledad. A cinco cuadras de su nuevo hogar está el santuario de Lourdes, donde todos los días hay gente carenciada, enferma, que va en busca de ayuda. Desde ahí, trabaja para la organización Red Infancia Robada. Se levanta a las cinco de la mañana. Lo primero que hace es apagar la alarma de la casa. Después se baña, pone a andar el lavarropas, va a misa, y comienza a trabajar (siempre con el celular a mano).
-¿Cómo es llegar a los 80?
-Lo vivo con mucho orgullo. Recién ahora con la pandemia estoy teniendo algo de conciencia de mi edad. Llegué acá sintiéndome como de 60. Tengo la agilidad, la lucidez, las ganas de trabajar, la energía, el entusiasmo. Soy muy positiva por temperamento y carácter. Todo eso me ayuda muchísimo, me siento ágil. Igual la pandemia me tiró adentro de la casa...
-¿Hubo algún festejo por los 80?
-No, solamente lo pasé con mi familia, reunidos, estamos todos acá en Buenos Aires. Pero con los amigos y todos los grupos, imposible. Porque en plena pandemia no se podía, yo no soy de las esenciales. Tuvimos misa y desayuno en el convento, somos 13 más la gente que nos ayuda, imagínate que con 80 soy una de las menores, imagínate. Y después vinieron a buscarme con mi familia para el almuerzo y una amiga a la tarde para el té. Cumplí el 23 de febrero, el mismo día que Mirtha Legrand. Y no se podía…
-Sin embargo hubo algunos festejos en la residencia presidencial de Olivos…
-El relativismo de los valores lamentablemente nos hace vivir una falta de ética, un descontrol en cierta manera, y ocurren festejos que no tenían que ocurrir. Nos destruimos mutuamente. Todo puede ser y no puede ser. No es así. Qué estamos reclamando de esta gran fiesta del cumpleaños de la esposa del Presidente, reclamamos un derecho de justicia. El relativismo es destrucción y no construcción de la democracia. La democracia la tenemos que hacer con ética y moralidad y si no, no hablemos de democracia.
-Cuando uno repasa la vida, ¿cuál puede decir que es su mayor virtud? ¿Y su mayor defecto?
-Qué difícil (risas) No creo que sea una virtud, es un regalo de Dios, pero sin duda es la alegría que me brota con poca cosa. Mirar un paisaje, encontrarme con una persona, ver que se sanó alguien por quien rezaba. Es un don, no es algo trabajado. Y mi mayor defecto…es que me enojo. Son dos segundos. No me cuesta pasar a otro tema o que me saquen del enojo pero cuando me enojo…me enojo. Después me olvido. A veces hay gente que no me ha saludado más y yo no me acuerdo por qué no nos saludábamos más, por qué nos habíamos peleado. Cualquiera diría que es mentira lo que estoy diciendo pero es verdad…
La noche que cambió todo
La noche del 7 de setiembre de 1991, la muerte de María Soledad también cambió su vida. Era rectora del Colegio del Carmen y San José donde asistía la joven cuya muerte terminó con la dinastía de los Saadi en la provincia del norte argentino. La hermana Pelloni acompañó a sus padres, Ada y Elías hasta el último día.
-¿Fue ese el momento de la vida más difícil de transitar?
-Sin duda. Fueron casi dos años sin parar. Y construyendo permanentemente para que no se apagara la llama encendida. Eso es algo fundamental cuando uno está en la lucha por la verdad, con un reclamo de justicia. Están involucradas personas que están trabajando, que tienen posturas, ideologías, intereses. Que son instituciones. Y eso es lo más difícil porque lo que hay que tener es una fortaleza de grupo, no de Martha Pelloni sino de grupo para poder sostener esa verdad con empuje. Todo lo que ocurría para mi era nuevo. Lo que decían desde la institución policial. Eso ahora lo tengo muy fresco y puedo salir a explicar por qué temo. Hago docencia con esos temas. Las famosas videntes que la policía ocupaba para embarrar la cancha. Las presiones de la política, el encubrimiento.
-Hubo también otro momento personal muy duro, ¿cómo fue librar la batalla contra el cáncer?
-Siempre he contado que le canjeé la vida a Dios. Supe que tenía que operarme y tuve esa fe, esa esperanza. Me operé en un hospital muy pobre donde atendían mis hermanitas, el Diego Thompson de la localidad de San Martín. Ahí era una enferma más en la sala. Eso me encantaba, poder estar en contacto con las enfermeras, las otras operadas. Y después pedir los turnos como cualquier vecino. Dios me dio la gracia para tener fortaleza.
-Hablemos de Guadalupe Lucero (NR: la niña está desaparecida hace casi tres meses en San Luis)
-Desde el primer momento me di cuenta que había un encubrimiento. Cuando llegó Susana Trimarco con su equipo de la Fundación María de los Ángeles, ella me llamó por teléfono y recuerdo que comparó lo de Guadalupe con lo de su hija. “Es el mismo caso, la misma metodología de lo que ocurrió con Marita (Verón)”, me dijo. A mi me quedó eso. Y me interrogué a mi misma sobre para qué viene Susana Trimarco que es una mujer que actualmente está muy bien ubicada en su fundación, con dos sedes, una en Buenos Aires y la otra en Tucumán gracias al premio que le entregaron en Estados Unidos y todo el dinero que le dieron. Pero todo gracias al gobierno de los Kirchner. Entonces cuando pude hablar con el abogado que llevó ella, le dije “mire no pierdan tiempo, este es un caso de trata y más si sabemos que por parte del padre había un tema de droga y de ciertas mujeres. Cuidado…Tienen que ir a la justicia federal”. Y él me contestó que iban a seguir con la justicia de la provincia de San Luis. No nos carteamos más, tampoco me llamaron más. Lo que sí sabemos es que no pasa nada, el 14 de septiembre van a hacer tres meses. La semana pasada, oh sorpresa, el Presidente recibió a la mamá de Guadalupe con el abogado de Susana Trimarco. ¿Por qué se dio este giro? ¿Qué pasó? ¿Qué saben? ¿Dónde está? Y aparecen los perros encontrando rastros en la ruta. Cuánto cuesta hacer aparecer a Maria S…(interrumpe) a Guadalupe. No nos vayan a poner un chivo expiatorio de culpable. No queramos salvar el gobierno de Rodriguez Saa en vísperas de las elecciones.
-¿Qué le falta por hacer? ¿Planes para los próximos 20 años?
-Cuando uno va creciendo en la vida y llega a los 80 años, te puedo asegurar que vive el presente. Lo que elaboro de presente tiene futuro pero no necesariamente para mi. Porque uno también aprende. Lo más hermoso y el logro más grande es poder trabajar, articular lo que estamos haciendo ahora, redes de redes. Hay un curita muy sabio del Hogar de Cristo, Charly, que lo valoro y quiero mucho. Él nos enseño a trabajar en redes, y lo importante es la red de redes. No solamente articulan con las instituciones que necesitan para sobrellevar la situación en las villas, sino que articulan entre villas. Nosotros tenemos 35 foros en el país de la red Infancia Robada y nace, próximamente, el de San Juan que es un grupo de madres protectoras de hijos abusados, algunos, hasta intrafamiliarmente.
-¿Cómo es un día suyo?
-Estoy exclusivamente con este tema de la Red Infancia Robada. En el grupo del foro de Santos Lugres tengo varios equipos, uno es de víctimas de la inseguridad, han matado a gente cercana por robo y reclaman justicia. Son como diez familias. Piden acompañamiento, abogados. También tengo otro grupo de mamás que cuando nació su primer bebé se lo robaron en la clínica. Acá en San Martín hay dos clínicas que están cerradas después de muchos años de reclamos, de búsquedas. Son señoras que cuando les dieron el bebé muerto lo enterraron como si fuera propio, y pasaron los años y cuando pudieron hacer el ADN públicamente, comprobaron que no eran sus hijos.
Una mirada diferente y el Papa Francisco
Convivir tantos años con la Iglesia como institución la ha hecho ver sus transformaciones. Siempre fue una distinta. Y sobrellevar algunas posturas, respecto a la homosexualidad, por ejemplo, le ha costado varios retos. Hasta que un día apareció el Papa Francisco en su vida -todavía era el cardenal Bergoglio- y le devolvió la esperanza.
-¿Lo conoce al Papa?
-Diez años antes de que fuera Papa, yo ya andaba hablando de la diversidad, de la identidad sexual. Siempre tuve amigos homosexuales, amigas lesbianas y nunca hice ninguna discriminación. Me pareció que tenían derecho a elegir lo que sentían, lo que eran. Además, escuchando confesiones sobre su propia identidad, por eso de la cercanía y la empatía con el otro, vos te enterás de lo que viven y tenés radiografías de personas exquisitas. Entonces, también planteaba que las mujeres que en el campo, por ejemplo, viven como una riqueza tener doce, trece hijos, y a la vez tienen maridos mal alimentados, alcohólicos, con enfermedades venéreas, no asistidos, tienen derecho al ligamiento de trompas. Si a una mujer con ocho, diez hijos, vos no la escuchabas y no entendías su situación, los últimos tres hijos le nacían discapacitados. Yo siempre hablaba con la gente que me acompañaba y decía, Dios no puede querer esto. Bueno, la cosa es que por decir esto me denunciaron, y el Papa Francisco, que todavía no era Papa, me ayudó a terminar con la denuncia. Palabra santa.
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