Maritchu Seitún: "Termina un año que parece que no transcurrió"
Llegó fin de año, sabemos que son tiempos de balance, pero no es el mismo de siempre. Termina un año que parece que no transcurrió. Cuántos hicimos el chiste de que no cumplimos años porque no pudimos hacer lo que teníamos planeado…
El de fin de año es un balance humano y subjetivo, muy distinto al que hacen los contadores: en lugar de debe y haber evaluamos los pros y los contras de estos largos meses de cuarentena. Así podemos celebrar lo alcanzado y despedirnos de otros temas, proyectos, personas, que quedaron en el camino.
Como explico en Capacitación emocional para la familia al hablar de duelo, para poder realmente procesar lo vivido tendremos que tener en cuenta cuatro aspectos, todos fundamentales: las ganancias y las pérdidas tanto de lo que se fue como de lo que llega.
El sufrimiento no procesado o la tristeza permanente
Algunas personas -para no sufrir o para que no sufran sus hijos- rápidamente encuentran lo positivo de la situación nueva y lo negativo de la anterior, convencidos de que al hacerlo se termina el dolor, cuando en realidad lo que hacen es empujar ese dolor a lo profundo de su ser donde ese sufrimiento escondido y no procesado ocupa lugar y hace fuerza para salir -y esas personas desperdician valiosa energía en impedirlo-, o se enferman, y en todos los casos el duelo queda detenido.
Otras personas no pueden ver más que la pérdida y el dolor y no se abren a a descubrir ni ganacias mínimas de la situación nueva. A veces bloqueados por el enojo y la sensación de injusticia, caminan en círculos que retroalimentan ese estado y no logran ver luz en ningún lado.
En otros casos es la culpa lo que no les permite ver lo bueno, ya sea la culpa de estar vivos, sanos, de sonreír, o de gozar de la vida cuando otros no pueden hacerlo.
Algunas personas, en cambio, permanecen pegados a la tristeza y al dolor, es la forma que encuentran para no soltar, para no dejar ir a ese ser querido, o a esos momentos queridos, ese viaje tan deseado…. Sólo les queda el dolor de la pérdida y se aferran a él como si pudieran con eso conservar lo perdido…
Cuando a un niño le regalamos un globo de gas está extasiado y lo lleva de un lado al otro, se lo muestra a todos, juega y lo disfruta muchísimo, hasta que en algún momento, casi irremediablemente, se le escapa. El enojo, la frustración, la tristeza son enormes pero también le resulta maravilloso ver ese globo ascender al cielo llevado por el gas que tiene adentro y por el viento. Ese niño va a conservar en él para toda la vida la magia y la diversión del encuentro entre él y el globo y del disfrute, también la angustia del momento en que se soltó de sus manos: el globo se queda con él aunque no lo haga físicamente, en experiencias, recuerdos, aprendizajes. Y cuando sea adulto y tenga un hijo va a regalarle un globo de gas para repetir esa magia, aun sabiendo que se le va a volar y que le va a doler. Como dice la sabia frase "esto también pasará".
Esto también pasará
Así es la vida, y siempre fue así, llena de experiencias maravillosas y dolorosas que no podemos controlar y que no duran, que pasan, disfrutamos de las primeras, aprendemos de las segundas. Desearíamos que permanezcan unas y se vayan rápido las otras sin darnos cuenta de que si las maravillosas duraran eternamente pasaríamos a darlas por sentadas, dejaríamos de reconocerlas como especiales y no podríamos disfrutarlas.
En épocas fáciles nos convencemos, preferimos creer, que estamos en control de nuestras vidas y que podemos evitar el dolor, imaginamos poseer una omnipotencia que no es tal. El 2020 nos forzó a dejar caer esa venda de los ojos, a reconocer que es muy poco lo que podemos dirigir y controlar, a despedirnos con dolor de certezas y omnipotencia, reconociendo lo ilusorio de lo anterior y dando espacio para otros descubrimientos -redescubrimientos- maravillosos a los que no podíamos acceder cuando nos creíamos poderosos y en control de nuestras vidas. Algunos ejemplos: sólo como comunidad global, y no individualmente, vamos a poder salir adelante y pasar la pandemia y la crisis económico-social que vino con ella; podemos vivir, incluso disfrutar y paladear las pequeñas cosas de todos los días, y a las personas cercanas; podemos bajar nuestros gastos sin dejar de llevar una buena vida; podemos conversar más entre nosotros, pasarla bien juntos, jugar; podemos tener fines de semana tranquilos, y no tan agotadores, sin mega programas encadenados que nos dejaban exhaustos.
Bienvenido el balance de este año, seguramente traiga lágrimas pero también sonrisas, nos va a ayudar a saber y a entender y así transmitir a nuestros hijos la experiencia dolorosamente adquirida en este año tan corto y tan largo a la vez.
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