Se miran y se ríen al unísono. Marina Borensztein (53) y su hija Malena (20) dicen, a modo de presentación, que comparten el parecido físico y una tremenda fortaleza para llevarse el mundo por delante. La actriz, que tras vencer en 2011 un cáncer bilateral de mamas, encontró su vocación como comunicadora y promotora de la alimentación saludable, libera una tarde de su apretada agenda para presentar a su única hija, fruto de su anterior matrimonio con Jorge Leyba. "Ella es lo más bello que me pasó en la vida", dice, orgullosa, la hija de Tato Bores, casada desde hace ocho años con el reconocido actor Oscar Martínez. Muy dulce y alegre en el trato, Male abre la charla y revela su pasión por la astrología. "Apenas terminé el colegio me anoté en Comunicación Social en la UBA, pero a los dos meses dejé. Estuve un año sin saber qué hacer hasta que me animé a preguntarme: ‘¿Por qué no hago lo que de verdad quiero?’ Y ahí nomás empecé a estudiar Astrología. Y trabajo como modelo", cuenta entusiasmada.
–¿Fue difícil tomar la decisión de la astrología?
Malena: Vengo de una familia donde todos se animaron a hacer lo que quisieron. ¿Cómo no lo iba a hacer yo? [Risas] Estoy fascinada y en un futuro sueño ser astróloga, quiero vivir de eso. Hoy ya tengo asumido que este es mi gran deseo. Antes me daba vergüenza porque la gente enseguida me lo tiraba abajo, pero ya no. Esto es lo que yo quiero hacer.
Marina: Con Jorge, le dimos la libertad de ser quien tenga ganas de ser. En ese sentido, tengo la escuela de mis padres, que nunca me dijeron qué tenía que hacer y qué no. Así fui encontrando mi propio camino con todas las dificultades que eso implicaba, pero con la libertad de que si no quería estudiar abogacía, no lo hacía. Male es una astróloga en potencia y eligió una profesión no tradicional, fuera de lo establecido. Ella está defendiendo su deseo y eso me parece muy valioso. Y quiero acompañarla, sobre todo, porque con el padre le vemos pasión por eso.
Malena: Ojalá no me afectara lo que piensen los demás, pero sí me importa en este momento de mi vida. A veces algunos me dicen bruja y eso me encanta [risas] porque amo a los gatos y los libros de fantasía. Me devoro tres libros por semana. Los de Harry Potter son mi mundo entero. Hasta me hice un tatuaje con la palabra "Lumos" que en la historia significa un hechizo de luz.
UNA EXPERIENCIA DURA Y UN GRAN CAMBIO
–Malena, ¿cómo viviste la enfermedad de tu mamá?
Malena: En realidad no me acuerdo de nada porque ella siempre se preocupó de que yo no me enterara de qué es lo que estaba viviendo. Tenía 11 años cuando pasó eso y entiendo que ella hizo todo lo posible para protegerme.
Marina: Ni se enteró. ¿Para qué la iba a hacer sufrir? Quería preservarla de todo ese mundo de dolor e incertidumbre; por eso armé una red de contención muy grande. Por ejemplo, las mañanas en las que no podía levantarme porque estaba muy agotada, la venía a buscar un primo mío para llevarla al colegio. Se me complicó un poco la logística, pero como siempre fui muy organizada, lo logré. En algún punto creo que toda esa experiencia me ayudó a descubrir una fuerza que ni yo sabía que tenía. Siempre me había visto como una mujer débil y frágil y la vida me vino a demostrar que era más fuerte de lo que creía. Lo que trato de transmitirle a mi hija son herramientas para tratar de vivir mejor: aprendiendo a respirar, a meditar, a transitar esta vida con menos de miedo.
El cáncer me cambió la forma de estar en este mundo, la manera de mirar, de agradecer la vida todos los días y de no dar por descontado nada
–Malena, ¿en algún momento leíste el libro que escribió tu mamá tras vencer el cáncer? Malena: Sí, a los 14, y fue como descubrir a mamá pero desde otro lugar. Me acuerdo que me encantó cómo lo había escrito, sentí que las cosas que en su momento no me había querido decir, me las había contado a través del libro. Me gustó pero al mismo tiempo no paraba de preguntarme: ‘¿cómo no me di cuenta?’ O tal vez lo vi, y mi cabeza decidió olvidarlo para protegerme.
Marina: Escribir el libro fue más bien catártico; en realidad primero fue mi diario íntimo que después decidí que se convirtiera en libro. En el fondo, creo que Male intuía que algo me estaba pasando. Más de una vez me contaste de la mamá de una amiga tuya de colegio que tenía cáncer de mama…
–Sin duda, Marina, el cáncer cambió, además, tu mirada sobre la alimentación. ¿Es un tema en casa?
Malena: Discutimos porque no como verde [risas]. Desde chiquita no me gusta la lechuga ni el jugo verde. No hay manera que me los tome salvo que ella me los camufle en los licuados. Marina: En verano sí la engaño más. Le armo un licuado con frutillas, bananas y espinaca y le encanta. Yo sé que en algunas cosas no va a transar y está bien que sea así. Ella va a hacer su propio camino. Nunca fue de comer porquería así que hay ciertos hábitos que ya los tiene incorporados. Si bien siempre me había cuidado, hasta que me enfermé no estaba tan al tanto de la alimentación orgánica ni sabía que había tantas comidas que hacían mal. Hoy sé que hay alimentos que ayudan a estar mejor. Pero el cáncer me cambió mucho más que el estilo de vida; me cambió la forma de estar en este mundo, la manera de mirar, de agradecer la vida todos los días, de aprovechar los momentos, de no dar por descontado nada. Hoy todo para mí es una fiesta y trato de vivirlo así.
AMOR INCONDICIONAL
–¿Qué cosas admiran una de la otra?
Malena: De mamá admiro su fuerza; me da mucho orgullo ver lo que logró al transformar una experiencia tan dura como lo es el cáncer, en un cambio tan radical en su vida. Hasta encontró el trabajo que siempre soñó. Con cada uno de sus libros [N.d.la R: Borensztein escribió además de Enfermé para sanar; Así me cuido yo y Paz, amor y jugo verde], mamá ayudó a mucha gente y lo sigue haciendo. Tendrías que verla, se pasa horas y horas respondiendo cada uno de los mensajes de sus seguidores. Yo no puedo más de amor.
Marina: Male es un ser muy especial, con una sensibilidad muy profunda. Admiro que tenga un mundo interior riquísimo; que no le importa estar sola, será que siempre fue hija única pero se divierte mucho sola, se encierra en su cuarto y se pasa horas leyendo. Me gusta que tenga ese mundo tan desarrollado.
La mejor risa del mundo la tiene mamá; es muy contagiosa…. se ríe y enseguida te reís vos con ella
–¿Qué heredaste de tu mamá?
Malena: [Piensa] Tengo un TOC con la limpieza… y a mamá también le gusta que esté todo limpito.
Marina: Y la organización. Mi hija es tan controladora como yo [risas].
Malena: No lo quería decir para que no sonara mal pero sí, mamá es medio controladora en todo… [risas]. Yo también soy así, cuando era chiquita si yo no me iba a dormir a las nueve de la noche, se pudría todo.
Marina: De todas maneras, creo que Male es más mansa que yo. Así como tiene esa cosa organizadora, también lleva en los genes ciertas manías muy de los Borensztein. Con mi hermano Sebastián nos reímos porque en algunas cosas somos todos iguales, parecemos Los Locos Adams.
A Male siempre le di la libertad de ser quien tuviera ganas de ser y hoy ella está defendiendo su deseo y eso me parece muy valioso
–¿En qué te cambió la maternidad?
–Dejé de ser yo para tener otro ser mucho más importante en mi vida. Es difícil de traducir, pero cuando sos madre hay una parte de una que ya se siente "pipona", así más o menos me sentí yo. Después está el amor incondicional y ese deseo siempre presente de que tus hijos no sufran y la realidad es que una haría cualquier cosa para evitarles el dolor, pero no se puede. Hay que dejarlos que hagan su camino. El hijo no es tuyo; eso es lo que a veces la gente no entiende. Male no es mía, la traje al mundo, la cuido porque por ahora me deja que la cuide pero no es mía. Ella tiene sus propios sueños.
–¿Cuál es el más grande, Male?
Malena: Tengo muchos… Desde chiquita bailo y canto, pero soy muy tímida así que todavía no me animo a dar un paso más. Mi gran fantasía es estar algún día arriba de un escenario interpretando un musical como el de La bella y la bestia.
Marina: Creo que cuando ella tome conciencia y coraje y pierda esos miedos, la va a romper.
Producción: Sergio Bárbaro Maquillaje y peinado: Pula Rey para Sebastián Correa Estudio Agradecimientos: Perramus, Paula Cahen d’Anvers, Prüne, Rapsodia y Palacio Duhau Park Hyatt.
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