Mariela Asensio: “Mi hijo ve que su papá limpia y cocina igual que yo”
Actriz, dramaturga y directora, fue una pionera en llevar la lucha feminista al escenario: tras un año sin actividad, vuelve al ruedo con varias obras en simultáneo
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“Siempre hago lo que tengo ganas de hacer”, comenta y en esa expresión reafirma no solo el hedonismo puesto en práctica desde el comienzo, sino, y por sobre todo, la tenacidad que la definió en más de dos décadas de trabajo. Actriz, dramaturga y directora, Mariela Asensio, además de ser una de las hacedoras teatrales más constante y prolífica de su generación, también fue pionera en llevar la lucha feminista arriba del escenario cuando esas problemáticas no eran un tema de agenda. Ya sea en el under, como también en salas comerciales, incluso en el circuito oficial, su poética se caracteriza por fusionar la estridencia pop con una mirada avezada en los social. Ahora, después de un año transmutado por el Covid 19, volvió con la dirección de El ojo del destino –en el ciclo “El Cervantes en la Biblioteca”– además se prepara para estrenar El Arrebato, en Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires, y Esa extraña forma de pasión en el Centro Cultural San Martín. Y ahí no termina la cosa: el raid artístico continuará en la segunda parte del año, cuando actúe en La casa oscura junto a Maruja Bustamante y presente Matar al muerto, obra de su propia autoría.
–¿Te volviste más productiva en la pandemia?
–Lo que me pasó, y que para mí fue un precedente, es que me di cuenta que tenía la capacidad de reinventarme a ese nivel tan extremo. Cuando empezó la cuarentena tenía una configuración de vida, y el mismo día me quedé sin ningún laburo, en cero, real, literal. Entonces a partir de esa situación me reinventé para seguir.
–¿Sentís que te modificó en algo?
–Sentí una necesidad muy grande de conectar con cosas a las que nunca les había dado bola. Cuestiones vitales: la tierra, la naturaleza, estar al aire libre, incluso mi relación con las mascotas. Entré en una vibración distinta.
–La obra El Arrebato trata sobre la vulnerabilidad de los jóvenes ¿en qué sentido lo hace?
–Habla de la vulnerabilidad pero también de la potencia de los jóvenes. Tiene esa dualidad, esa paradoja. Toma la historia de Mateo, un chico que nace producto de un embarazo adolescente en un barrio vulnerable. Te cuenta lo que le va pasando en un contexto donde hay desigualdad, pobreza, violencia. Cómo va creciendo y conociendo ciertos aspectos del mundo: la droga, la delincuencia, pero también conoce el arte, el rapeo, la música, la poesía que se canta. Entonces juega con todo eso, y la obra te muestra posibles finales. Cómo te puede salvar el arte y también cómo podés terminar si te quedás desamparado. Es re potente, la escribió Emiliano Dionisi con música espectacular de Martín Rodríguez. Es un musical, pero a la vez es una obra teatral. Muestra lo que hace la desigualdad, la falta de oportunidades. Me interesa que no lo romantiza pero tampoco es un golpe bajo.
–¿Cómo es tu vínculo con los más jóvenes?
–Justo antes de la entrevista, estaba mirando a Trueno (cantante de trap) y pensaba dos cosas: primero siento que los pibes de esta generación vienen con otra potencia, otra base, vuelan. Y otra cosa que pensaba es que nunca quiero dejar de estar en contacto con los jóvenes, sin hacer una oda de la juventud porque eso también me embola. Una vez el papá de una compañera de mi hijo Rocco me dijo algo que me recontraquedó y creo que así, con esa síntesis, puedo responder. Se había dado cuenta que tenía que ver cómo hacer para empatizar porque no quería quedarse afuera del mundo de su hija. Y ahí entendí algo, a mi quizás algún youtuber me puede parecer medio goma, pero en vez de prejuzgar, quisiera entrar un poco a ese mundo para conectar, y no quedarnos afuera, porque si no nos alejamos, perdemos conexión.
–¿Cuántos años llevás como docente?
–La primera clase que di fue a los 19 años. Siempre fui una mandada. Empecé con cosas que manejaba más en ese momento y que tenían que ver con el cuerpo, creo que en paralelo a toda mi carrera siempre di clases.
–¿En qué te alimenta y qué cambió desde que empezaste?
–Para mí la docencia es una vocación. Es algo que me genera mucha satisfacción, que deseo hacer. Es un lugar que me resulta muy gratificante. Además aprendo mucho, es muy nutritivo. Cambió en el sentido de que las formaciones en la época en la que estudiaba eran muy tiranas, muy atravesadas por el patriarcado. Ahora eso se empezó a desarticular desde que comenzó a problematizarse. Obviamente que el cambio de paradigma de los últimos años entró a las aulas. Hay prácticas que ya no se bancan. Si bien hay gente que las sigue teniendo ya no es un estándar, entonces son espacios con roles. Siempre digo que es una democracia, que tiene que ser horizontal. Porque es horrible que te exijan que des a cambio de nada. Es interesante cuando el alumno entiende que tiene un lugar activo. El teatro es un hecho colectivo, entonces la formación no puede no serlo. El espíritu de lo colectivo tiene que estar desde el día uno.
–Cuando hiciste Mujeres en el baño en 2008, no era tan usual encontrar una obra feminista, ¿te podías imaginar este presente?
–No, es un sueño cumplido. Cuando hice Mujeres en el baño no se usaba la palabra feminismo en el teatro. No era un tema, al menos en el ambiente en el que me movía. No se estilaba para nada. Eso no significa que no había otras compañeras que trabajan desde una perspectiva de género.
–¿Cuál creés que es la próxima conquista del feminismo?
–La paridad, en todos los ámbitos, de todas las profesiones. Eso naturalmente no se va a dar porque nada se dio así, ni el voto, ni el aborto. Todo hubo que militarlo, lucharlo y laburarlo. Llegará un momento en donde eso ya esté naturalizado y no haga falta, pero mientras siga siendo un problema de base habrá que legislarlo.
–Si bien tu hijo está criado en una casa feminista, existen situaciones de micromachismo, eso está en la sociedad. ¿Cómo lo llevás en el día a día?
–Mi hijo lo tiene re claro, es algo muy instalado. Él vive en dos casas, en donde cada uno es amo de su casa. Ve que su papá limpia y cocina, y es algo totalmente normal, de la misma manera que lo hago yo. De hecho si ve alguna situación machista lo manifiesta. Pero él vive en un ámbito de clase media, privilegiada y entiendo que la realidad no es así. Por eso digo que hay que tener cuidado porque hablamos del cambio, pero el cambio ¿dónde? Tenemos que tener registro de que hablamos desde un montón de privilegios, por eso tenemos que salir de la burbuja. Primero hay que dejar de juzgar todo el tiempo, no podemos transformar la realidad pensando que somos la verdad. Entonces no hay que polarizarse, hay que tratar de trabajar para transformar la realidad con políticas. Con lo del aborto, por ejemplo, la lucha logró que haya una ley. Es fundamental. Ahí es adonde hay que llegar.