La plataforma de streaming estrenó la película que retrata los logros y la vida íntima de la científica ganadora de dos premios Nobel
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Madame Curie, cuyo título original es Radioactive (2019), es uno de los últimos estrenos de la plataforma de streaming Netflix. La película, dirigida por Marjane Satrapi y protagonizada por la actriz Rosamund Pike (nominada al Oscar por Perdida) en el papel de la científica Marie Curie, repasa la intimidad, los romances, los descubrimientos y logros de una mujer que revolucionó la ciencia y rompió las reglas de su tiempo. El elenco se completa con Sam Riley (Maléfica), Anya-Taylor Joy (Gambito de dama) y Aneurin Barnard (Dunkirk), entre otros.
“Qué pena que olvidé que podía perderte. Si hubiera sido consciente, te habría querido no más, pero mejor. Te habría dicho muchas más veces que te amaba. Habría discutido menos por tonterías. Me habría reído más.” Estas son las palabras que escribió en su diario íntimo Madame Curie, a pocos días del accidente en coche que mató a su esposo Pierre cuando él solo tenía 47 años y ella 38. No parece el lamento de una mujer fría, poco femenina que solo se interesaba por la ciencia y por ocupar un rol de prestigio en un mundo de hombres. Sin embargo, así se referían a ella algunas de las damas -y no pocos hombres- de la sociedad francesa que no veían con buenos ojos los hábitos poco atentos a las normas y protocolos de la época que la física llevaba.
El lugar que ocupó Maria Salomea Sklodowska Curie en el ámbito científico fue totalmente extraordinario en un momento histórico en el que las mujeres no tenían acceso a la educación universitaria, mucho menos a recibir premios y menciones de honor.
Mujer con ciencia
Aunque hasta hoy son todavía pocas las mujeres que descuellan en la ciencia y menos aun las que son reconocidas con becas, sueldos a la altura y premiaciones, ella constituyó una rara excepción: recibió el premio Nobel dos veces. En su hermosa novela La ridícula idea de no volver a verte, la periodista y escritora española Rosa Montero añade más datos elocuentes de los escasos galardones para las mujeres en la ciencia. "Desde el comienzo de los Nobel hasta el año 2011 se han llevado el premio 786 hombres por sólo 44 mujeres (poco más del seis por ciento), y además la inmensa mayoría de ellas fueron de la Paz y de Literatura. Sólo hay cuatro laureadas en Química y dos en Física (incluyendo el doblete de Curie, que levanta mucho el porcentaje)", escribe.
Marie Curie descubrió la radiactividad, una propiedad que tienen ciertos elementos de la Naturaleza, por la cual emanan potentes rayos capaces de curar (como la radioterapia utilizada en los tratamientos oncológicos) o de matar (por caso, Chernobyl). Este hallazgo lo hizo a finales del siglo diecinueve, en un precario laboratorio que compartía en París con su esposo Pierre, con quien se había casado en 1895. El también investigador y profesor de La Sorbona, se une a ella en sus estudios, hasta encontrar el polonio y el radio, dos elementos mucho más activos que el uranio. El polonio fue el primero que Marie logró identificar, por lo que lo llamó así en honor a su país natal, Polonia. Pero fue el radio, descubierto por ambos, un compuesto un millón de veces más activo que el uranio, el descubrimiento que marcó un antes y un después en la historia de la ciencia.
Pierre Curie murió en 1906 y no por su avanzado deterioro físico -que hoy se sabe fue causado por la constante exposición a las radiaciones- sino porque fue atropellado por un coche tirado por un caballo. Marie quedó con 2 hijas, Irene y Eve, pero siguió sus investigaciones sola, en el Radium Institute, donde luego entrenó a físicos de todo el mundo.
Una científica en un mundo de hombres
Se dedicó a medir las sustancias radiactivas, creó un modelo de autenticación de esas medidas y definió el patrón internacional del radio (el curio), lo que resultó fundamental tanto para sus usos industriales como médicos. También se esforzó hasta conseguir el metal puro de radio (hasta entonces sólo había sales) tan solo para acallar las críticas de la comunidad científica y al machismo imperante que todavía seguía dudando de su inteligencia y atribuía sus logros al fallecido Pierre. Una de sus biógrafas Barbara Goldsmith describe así aquellos prejuicios. "Lord Kelvin (importante físico y matemático británico) hizo a los ochenta y dos años algo que dudamos que hubiera hecho de haber sido ella un científico varón: escribió una carta a The Times afirmando que el radio de Madame Curie no era un elemento sino un compuesto de helio» .
Rosa Montero sobre este hecho se indigna y lo cuenta así en su novela: "¡Y encima no mandó su opinión crítica a una revista científica, como hubiera sido lo correcto, sino que la aireó en un periódico general, en el diario más importante del país! Qué manera de desdeñar a Marie; y de intentar rebajarla públicamente. Así que no es de extrañar que la combativa y orgullosa polaca dedicara tres años, junto con un científico amigo llamado André Debierne, a la obtención del metal puro, para acabar así definitivamente con tanta tontería. Y, en efecto, lograron producir un cuadradito ínfimo, de color blanco brillante, que se oscurecía inmediatamente al contacto con el aire. Lo mantuvieron en su forma metálica muy poco tiempo y no volvieron a repetir el proceso nunca más. Para el gran público, eso sí, Marie era toda una celebridad. Era la estrella de la ciencia, la rockera del laboratorio, con su pasado de santidad (el esfuerzo de remover los calderos de pecblenda, la pobreza del hangar en el que trabajaban) y un presente de martirio por su viudez."
Ni santa ni pecadora, Marie era una mujer íntegra. Solo una mujer, nada menos que una mujer. Algo que molestaba mucho a sus colegas, muchos de los cuales tras la muerte de Pierre siguieron el camino inaugurado por Kelvin y continuaron sus intentos por desprestigiarla: desde minimizar la relavancia de sus logros a sospechar que en ausencia de Pierre no sería capaz de continuar su trabajo.
Ella misma puso en duda su propia capacidad y llegó a sentirse una impostora cuando la Universidad de La Sorbona le ofreció ocupar el puesto dejado libre por su marido. Finalmente lo aceptó y se convirtió en la primera mujer en dar clases en esa universidad. Pero en su diario expresó: "6 de noviembre de 1906...Ayer di la primera clase sustituyendo a mi Pierre. ¡Qué desconsuelo y qué desesperación! Te habría hecho feliz verme como profesora en la Sorbona, y yo misma lo habría hecho por ti encantada. Pero hacerlo en tu lugar, oh, Pierre mío, ¡se podría soñar una cosa más cruel, cómo he sufrido, qué desanimada estoy! Siento que la facultad de vivir ha muerto en mí, y no tengo más que el deber de criar a mis hijas y continuar la tarea aceptada. Quizá sea también el deseo de demostrar al mundo y sobre todo a mí misma que aquella a quien tú amaste realmente valía algo.".
Siempre el amor
A los 42 años se volvió a enamorar. Él era Paul Langevin, cinco años más joven que ella, un físico eminente, antiguo alumno de Pierre, amigo y colaborador muy cercano del matrimonio Curie. El problema -no para Marie en todo caso, que era viuda y tenía todo el derecho de hacer lo que quisiera sin rendir cuentas a nadie- era que estaba casado y con cuatro hijos.
Así se lo expresaba en una carta en 1910: "Sería tan bueno conseguir la libertad necesaria para vernos tanto como nos permitan nuestras diversas ocupaciones, para trabajar juntos, para pasear o para viajar juntos, cuando las circunstancias lo permitan. Existen profundas afinidades entre nosotros que no necesitan más que una situación favorable para desarrollarse… El instinto que nos ha llevado el uno al otro era muy poderoso…¿Qué no podría surgir de este sentimiento…? Creo que podríamos derivarlo todo de él: un buen trabajo en común, una buena y sólida amistad, coraje para vivir e incluso unos hermosos hijos en el sentido más bello de la palabra".
¿Quería realmente seguir teniendo hijos o se refería a ellos metafóricamente, como el resultado del trabajo conjunto? Imposible saberlo. Lo que sí se supo es que cuando la relación entre ambos salió a la luz, el escándalo fue la respuesta y todos los dedos acusadores la señalaron como la responsable de estar con un hombre casado, de rompehogares, como si el noble Langevin no hubiese tenido nada que ver, como si el pobre señor se hubiese dejado seducir por los irresistibles intentos de la femme fatale.
En 1911 Marie iba a recibir su segundo premio Noble, en esta ocasión, el de Química por el descubrimiento del radio y el polonio, el aislamiento del radio y el estudio de la naturaleza y compuestos de este elemento químico. Pero no iba a tener el placer de gozar la fiesta a pleno.
La noticia de su relación ilícita con Langevin estalló en la prensa de la época. Según cuenta Lauren Redniss en su libro Radioactivo la científica se convirtió en la mala de la película por el atrevimiento de conquistar a un hombre casado. La atacaron por su origen polaco, circuló el rumor de que era judía y hasta fue vícitima de un "escrache" en las puertas de su casa.
La decisión de Marie
El comité del Nobel ya había decidido, pero quiso dar marcha atrás para evitar el escándalo. La ceremonia de entrega de los premios y la cena con el rey de Suecia podían convertirse en algo demasiado embarazoso para la puritana sociedad de la época. Para intentar reducir el escándalo, le escribió una carta un sueco que había ganado el Nobel de Química años antes, Svante Arrhenius, en la que le recomendaba que se quedara en Francia. "Nadie puede calcular lo que podría pasar aquí", argumentaba en referencia a la ceremonia de los premios que se realiza en Estocolmo. Le llegó a sugerir explícitamente que mande un telegrama y diga que no quiere aceptar el premio antes de que en el juicio de Langevin se demuestre que las acusaciones en su contra no tienen fundamento. Solo su amigo Albert Einstein la alentó a no dejarse amedrentar, algo que de todos modos ella no tenía pensado aceptar.
En forma inapelable y para ejemplo de las mujeres en la ciencia y en todos los ámbitos en los que sea necesario hoy, supo expresar su decisión con la contundencia adecuada: “El premio me lo dieron por el descubrimiento del radio y el polonio. Creo que no hay ninguna conexión entre mi trabajo científico y los hechos de mi vida privada”. Como estaba previsto, recibió su merecido galardón, como fiel viuda y compañera lo dedicó a su añorado Pierre.
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